martes, 24 de enero de 2023

Las colecciones de ciencia ficción (III): Emecé, segunda parte, por Luis Pestarini

 


15. Asimov, Isaac. Lo mejor de Isaac Asimov: elegido por Isaac Asimov (The best of Isaac Asimov, 1973) 1976. 338 p. Traducido por Clive N. Hibbert. Contiene: Varados frente a Vesta. Al caer la noche. Tobogán C. A la manera marciana. La profundidad. Cómo se divertían. La última pregunta. El pasado muerto. La noche agonizante. Aniversario. La bola de billar. Espejo-imagen.

La obra de Asimov (1920-1991) está considerada como la quintaesencia de la ciencia ficción, con lo que él mismo estaría de acuerdo, pero el paso del tiempo ha dejado sus marcas y la va ubicando en un lugar más modesto. Esta selección reunida por el mismo Asimov es una excelente muestra de su talento y una muy buena puerta de entrada para neófitos.

 

16. Herbert, Frank. Proyecto 40 (Hellstrom’s hive, 1973) 1976. 291 p. Traducido por Thamara Hormaechea.

Aunque poco conocida, esta novela está considerada como la obra más elaborada y lograda de Herbert (1920-1986) después de la serie “Dune”. Curiosamente el título bajo el que se publicó en español es el mismo bajo el cual se serializó en la revista Galaxy, y no el de la edición en libro. Presenta una suerte de experimento entomológico con una colonia humana subterránea  que vive de acuerdo a los principios de un panal de abejas, donde la comunidad es más importante que el individuo. Según señala John Clute en The Encyclopedia of Science Fiction: “La novela señala las contradicciones de una sociedad que, en sus propios términos, es una utopía exitosa, pero desde un punto de vista humano externo es horrorífica”.

 


17. Sturgeon, Theodore. Nuevamente Sturgeon (Sturgeon is alive and well..., 1971) Buenos Aires: Emecé, 1976. 299 p. (Ciencia ficción, 17) Traducido por Thamara Hormaechea. Contiene: De aquí y el caballete. Escultura lenta. ¡Eres tú! Hay que cuidar a Joey. El cajón. La muchacha que sabía lo que querían decir. El punto débil de Jorry. ¡No es nada! Zapatos marrones. El tío Fremmis. El esquema de Dorne. Suicidio.

La carrera literaria de Sturgeon (1918-1985) entró en franca decadencia a comienzos de los años sesenta, período al que pertenecen casi todos los relatos de este volumen. A pesar de ello, “Escultura lenta” ganó los premios Hugo y Nebula, probablemente un reconocimiento más a toda su carrera que a este relato en particular. Para leer a Sturgeon en versiones cortas mucho mejor comenzar con Regreso o La fuente del unicornio, donde se muestra en todo su esplendor.

 

18. Clarke, Arthur C. Alcanza el mañana (Rearch for tomorrow, 1956) 1976. 200 p.  Traducido por Alberto L. Galimidi. Contiene: Partida de rescate. Un paseo en la oscuridad. El enemigo olvidado. Error técnico. El parásito. Los fuegos interiores. El despertar. Problema con los nativos. La maldición. Flecha del tiempo. Júpiter Cinco. Los poseídos.

A mediados de los setenta, Clarke estaba en pleno ascenso de popularidad gracias a 2001, Una Odisea Espacial de Kubrick y al éxito que había conseguido con Cita con Rama, por ende cualquier libro que lo tuviera como autor tenía garantizada buenas ventas. Esta es la explicación por la que se publicó este libro, que ya tenía más de dos décadas en su edición en inglés, que no incluye ninguno de los cuentos memorables. Los doce relatos fueron publicados entre fines de los años cuarenta y principios de los cincuenta y la mayoría pasa sin pena ni gloria.

 

19. Asimov, Isaac, comp. Ganadores del premio Hugo (The Hugo winners, 1971) 1977. 283 p. Traducido por Alberto L. Galimidi. Contiene: Señores de dragones, Jack Vance. Soldado, no preguntes, Gordon R. Dickson. Estrella neutrónica, Larry Niven. El tiempo considerado como una hélice de piedras semipreciosas, Samuel R. Delany.

Segunda parte del volumen The Hugo Winners, cuya primera parte se publicó como Los mejores cuentos de ciencia ficción en la edición sexta de esta colección. Como el primero, es una lectura muy recomendable. De ambos volúmenes quedaron afuera suficientes relatos como para armar un tercer libro, que nunca fue publicado.

 

20. Hoyle, Fred y Geoffrey. En el espacio profundo (In deepest space, 1974) 1977. 255 p. Traducido por María Rezzano de Martini.

Tan sin rumbo parecía de a ratos la selección de libros de la colección que publicaron esta novela, que es secuela de otra, Rockets in Ursa Major (1969), inédita en español hasta hoy. Es una space opera didáctica que incluye una suerte de visita guiada por un alienígena a través de un agujero negro. Olvidable.

 

21. Clarke, Arthur C. Regreso a Titán (Imperial Earth, 1975) 1977. 293 p. Traducido por J. Ferrer Aleu.  

Clarke creía que esta era su obra maestra, el libro por el cual sería recordado, por encima de El fin de la infancia, Cita con Rama y 2001, una odisea espacial. Narra el periplo de un representante de la casa gobernante de Titán, una suerte de monarquía, que viaja a la Tierra con motivo de los 500 años de la independencia de Estados Unidos, en  2276. En la novela hay recurrentes reflexiones y especulaciones sobre el futuro que, en parte, han quedado muy lejos de concretarse a menos de medio siglo de su publicación. Melodramática de a ratos, al menos cuando se publicó era la novedad más reciente de su autor. Vale resaltar que hay alguna sugerencia de que el protagonista tiene una relación homosexual, por lo que fue prohibido en algunas escuelas.

 

22. Priest, Christopher. La máquina espacial (The space machine, 1976) 1977. 315 p.  Traducido por Claudia A.


Hortas.

Esta novela es un homenaje a la literatura de Wells y, en particular, a La máquina del tiempo y a La guerra del mundo. El homenaje llega al punto de recrear la forma de narrar del autor inglés y a definir un ambiente donde conviven tecnologías muy diferentes como el tren a vapor y el viaje a otro planeta. Cuando la trama transcurre en Marte, se vislumbra el cómo y los por qué de la famosa invasión. Sin proponérselo, es un auténtico antecedente del steampunk. Mucho trabajo detrás del libro que resulta finalmente poco sustancioso porque parece más concentrado en el juego/homenaje a Wells pero sin su crítica social ni su especulación política.

 

23. Harrison, Harry. Catástrofe en el espacio (Skyfall, 1976) 1977. 296 p. Traducido por Edith Zilli.

En tiempos de cine catástrofe también medraron las novelas catástrofe, género al que pertenece este libro. Una gigantesca nave espacial se avería en el espacio y comienza un lento descenso orbital sin control. Su contacto con la Tierra va a provocar una explosión mayor que una bomba atómica. Los tripulantes y los equipos en tierra, soviéticos y yanquis, hacen frenéticos esfuerzos por evitar que eso pase. Y allí están el cinismo y el oportunismo de los malos de turno: los políticos. No sale de lo convencional pero está bien hecha.

 


24. Silverberg, Robert. Sadrac en el horno (Shadrach in the furnace, 1976) 1978. 284 p. Traducido por Claudia Muscat.

Silverberg es tal vez el escritor más prolífico dentro de la ciencia ficción de calidad. Lleva publicando desde 1952 y su período más creativamente exitoso fue entre fines de los sesenta y mediados de los setenta, cuando por disconformidad con el tratamiento editorial que recibía su obra, dejó de escribir durante cuatro años. Esta novela es la última que publicó antes de esa pausa y está ambientada en un futuro en el cual, gracias a catástrofes naturales y ambientales, ha cambiado la faz de la Tierra, sobre la que se extiende un imperio dirigido por un tirano mongol. Está narrado por el médico personal del tirano, Sadrac Mordecai, y siempre muestra un contrapunto muy matizado en la relación entre el hombre más poderoso del mundo y el único hombre que tiene poder sobre él, ya que le brinda sobrevida a través de tratamientos y trasplantes. Es una novela menor del mejor Silverberg, e irregular, pero intensa.

 

25. Niven, Larry. Un mundo fuera del tiempo (A world out of time, 1976) 1978. 224 p. Traducido por Edith Zilli.

Niven (1938) es un adalid de la ciencia ficción dura y tal vez el escritor más sobrevalorado del género. De imaginación vívida, las tramas de sus novelas suelen presentar fuertes inconsistencias, adornadas por personajes poco definidos y bastante infantiles. Esta obra en particular tiene como disparador el despertar del protagonista en un nuevo cuerpo, distinto al propio que había sido criogenizado en su agonía. Sus salvadores le encargan una misión galáctica que traiciona para dedicarse a la exploración espacial, regresando por fin a la Tierra, en un lejano futuro donde el planeta es irreconocible. Niven tiene libros mejores.

 

26. Strugatsky, Arkadi; Strugatsky, Boris. Picnic extraterrestre (Piknik na obochone/Skazka o troike, 1977) 1978. 248 p. Traducido por Edith Zilli. Contiene: Picnic extraterrestre. Leyendas de la Troika.

El libro está compuesto por dos novelas cortas traducidas del inglés. Una de ellas, “Picnic extraterrestre”, es probablemente el mejor texto de ciencia ficción rusa conocido en español. Gira en torno a seis extrañas zonas que aparecen en la Tierra donde las leyes fìsicas no se aplican del mismo modo y donde se encuentran objetos de probable origen extraterrestre. La historia narra las actividades de los exploradores que ingresan ilegalmente para recuperar estos objetos y comercializarlos en el mercado negro. Es la base para la película Stalker de Andrei Tarkovsky. La otra novela corta, “Leyendas de la Troika”, es una oscura narración sobre el peligro de que la burocracia se torne dominante, un tema frecuentado por los hermanos. Arkadi (1925-1991) y Boris Strugatsky (1931-2012) tienen una obra consistente, original y comprometida que debería ser mejor conocida en nuestra lengua.

 

27. Priest, Christopher. Sueño programado (A dream of Wessex, 1977) 1978. 226 p. Traducido por Daniel Yagolkowski.

A comienzos de los ochenta realizan un experimento en el cual treinta y nueve personas intelectualemente brillantes son dormidas y se los proyecta en una realidad virtual consensuada en su imaginación, ambientada ciento cincuenta años en el futuro, sin recuerdos de su presente. La intención es explorar la sociedad que construyen y qué se puede aplicar en la sociedad del presente. Claro, esa es la intención del experimento, no del libro, que es una exploración del proceso creativo. La trama es compleja pero aún así resulta una lectura estimulante.

 

28. Bulychev, Kirill. Media vida en el espacio (Люди как люди, 1975) Prólogo por Theodore Sturgeon. 1979. 213 p. Traducido al inglés por Helen Saltz Jacobson. Contiene: Media vida. Yo fui el primero en hallarlos. Protesta. Por favor, ¿podría hablar con Nina? El ciervo rojo, el ciervo blanco. La doncella de nieve. El primer estrato de la memoria.

Este libro tiene varias curiosidades. Es uno de los pocos que no fue reeditado nunca, no hace referencia al traductor al español (la que figura es la traductora del ruso al inglés) y, claro, es el último de la colección. Bulychev (1934-2003) fue uno de los mejores escritores soviéticos/rusos modernos. La selección es variada en cuanto a calidad pero ofrece una interesante visión no occidental del género. El prólogo de Sturgeon aporta muy poco a la edición.

martes, 3 de enero de 2023

El escritor de ciencia ficción que anticipó la bomba atómica y casi termina preso, por Luis Pestarini


Los aficionados a la ciencia ficción con cierto recorrido nos hemos topado más de una vez con la historia sobre “Deadline”, un cuento de Clive Cartmill publicado en 1944, que atrajo la atención de las fuerzas de seguridad de Estados Unidos porque anticipaba la invención de la bomba atómica. El relato, literariamente irrelevante, tiene una versión en español como “Tiempo límite”, publicado en la antología La edad de oro 1944-1945, seleccionada por Isaac Asimov y editada por Martínez Roca en su colección Gran Super Ficción en 1989.

Hasta aquí no pasa de ser una anécdota que avala la capacidad de anticipación de la ciencia ficción, pero una reciente investigación de Steve Carper publicada en The New York Review of Science Fiction (ver aquí el texto en inglés) hecha más luz sobre la cuestión.

En su nota Carper explica el origen del conflicto. El director de la Oficina de Censura de los Estados Unidos en plena Segunda Guerra Mundial, Bryon Price, envió la siguiente nota a más de 2000 diarios y 11000 semanarios, para evitar que se publicara sobre determinados temas, a saber:

“Sobre la producción o utilización de la destrucción de átomos, energía atómica, fisión atómica, división atómica o cualquiera de sus equivalentes.

Sobre el uso con fines militares de radio o materiales radiactivos, agua pesada, equipos de descarga de alta tensión, ciclotrones.

Sobre los siguientes elementos o cualquiera de sus compuestos: polonio, uranio, iterbio, hafnio, protactinio, radio, renio, torio, deuterio.”

La nota no fue enviada a las revistas literarias porque nadie consideró que pudiera haber un conflicto en ellas, y probablemente también desconocían la existencia de las revistas pulp de ciencia ficción. Hacia septiembre de 1944, el equipo del Proyecto Manhattan había detectado 77 violaciones a la norma, informándolas a la Oficina de Censura. Si bien había antecedentes de especulación sobre la energía atómica tan lejanos como 1895 en la novela The Crack of Doom de Robert Cromie, era un tema que sólo aparecía en relatos de ciencia ficción.

Para contextualizar conviene recordar que un joven John W. Campbell había asumido la dirección de Astounding en 1938 y había convertido a la revista en la primera publicación del género auténticamente para adultos, alternando relatos de los futuros participantes de una era dorada del género (Asimov, Heinlein, Sturgeon, entre otros), con otros profesionales del oficio que sólo buscaban sumar unos dólares. Entre estos últimos estaba Cleve Cartmill (1908-1964), a quien el mismo Campbell le envió una carta sugiriéndole que escribiera un cuento sobre una superbomba en agosto de 1943. Después de una serie de intercambios donde Cartmill le pedía a Campbell más precisiones técnicas (no tenía formación científica, a diferencia de Campbell, que había estudiado en el MIT), finalmente le envió “Deadline”, que fue publicado en el número de marzo de 1944 de Astounding.

La historia cuenta las aventuras de un agente que es enviado detrás de las líneas enemigas para destruir una bomba atómica. Hay mucha información técnica, casi textual de cómo la había enviado Campbell, que no le suma nada a la trama pero pretende dar un soporte científico.

Poco después de su publicación, se presentó inesperadamente en la oficina de Campbell un agente del


Cuerpo de Contrainteligencia, Arthur Riley, con la intención de averiguar de dónde había tomado la información el autor del cuento. Las sospechas de Riley se dispararon cuando se enteró que Campbell había almorzado recientemente con Edgar Norton, que había realizado varias tareas para Bell Labs, empresa fuertemente involucrada en el Proyecto Manhattan, y con Will Jenkins (el escritor de ciencia ficción Murray Leinster), que había sido investigado por otro cuento un par de años antes.

Norton y Jenkins fueron entrevistados por separado para saber qué opinaban del cuento de Cartmill: el primero dijo que era una historia infantil mientras que Jenkins dijo que era muy bueno, pero ambos subrayaron que técnicamente era muy sólido y que la información presentada allí se podía encontrar en cualquier biblioteca. Mientras tanto se estableció un seguimiento de Cartmill, interceptando su correo postal y controlando sus movimientos.

Entrevistado en dos oportunidades por agentes de seguridad, Cartmill terminó presentando las cartas de Campbell donde le ofrecía los datos técnicos que volcó en el relato y que desataron la inquietud de las fuerzas de contrainteligencia. Campbell, de quien nadie podía dudar de su rancio patriotismo, fue amenazado con que si volvía a publicar un relato sobre energía atómica o alguna de sus derivaciones,  se le prohibiría enviar Astounding por correo, lo que significaría la quiebra automática de la revista. Después se supo que todo había escalado cuando un teniente coronel de la División de Inteligencia y Seguridad en Oak Ridge, Tennesse, W. B. Parsons, donde se generaba uranio purificado, había consultado a sus técnicos sobre la información científica del relato, que le contestaron que, si bien era pública, reunirla y acomodarla como se presentaba era altamente sospechoso y sólo lo podría hacer un experto. Campbell había asistido a un taller sobre energía atómica cuando estudiaba en el MIT. Finalmente la cuestión fue desestimada y se consideró que todo el esfuerzo y recursos destinados a investigar una supuesta filtración de información habían sido desperdiciados.

Apenas terminada la guerra, Jenkins aprovechó para publicar la primera novela sobre un mundo devastado tras un holocausto nuclear, The Murder of the U. S. A. (Atentado a los Estados Unidos. Barcelona: EDHASA, 1956. Nebulae, 28). Y llegó a afirmar que si el enemigo hubiera leído las revistas de ciencia ficción podría haber ganado la guerra. Cartmill estuvo cinco años sin publicar nada en revistas del género y luego lo hizo esporádicamente. Campbell continuó dirigiendo Astounding hasta su muerte en 1971, ya con el nombre de Analog.

Carper, el autor del artículo sobre el que se basa la información aquí presentada, identificó otros tres textos que infringieron la normativa de censura, todos considerados como ciencia ficción pero publicados fuera de los medios asociados al género.

© Luis Pestarini