viernes, 22 de diciembre de 2023

 


Se publicó el número 55 de Cuásar después de 8 años de receso. Con 132 páginas, su contenido es el que se detalla a continuación:

Cuentos

“Dale mi cariño a la familia”, de A. T. Greenblatt, premio Nebula 2020. Una historia que rescata el tradicional sentido de la maravilla de la ciencia ficción.

“El camino de Jonás”, de Juan Simerán, ganador del último Premio Tristana de Novela Fantástica.

“No presente cargos y no demandaré”, de Charlie Jane Anders, premio Theodore Sturgeon Memorial al mejor cuento de ciencia ficción de 2017.

“Madre”, de Erick J. Mota, considerado como el mejor escritor cubano de ciencia ficción de su generación.

“El bosque”, de Paula Ruggeri, una fantasía oscura que entremezcla los mitos y las leyendas.

“El peso del amanecer”, de Vylar Kaftan, novela corta ganadora del Premio Nebula, ambientada en un mundo donde los Incas no fueron subyugados por los españoles.

Artículo

“Un panorama de la ciencia ficción argentina en los últimos años”, de Luis Pestarini, una guía de lectura que repasa treinta y cinco libros del género publicados desde 2018.

Cuasarianas

“Angélica Gorodischer” (1928-2022)

“Reediciones de ciencia ficción argentina”

Más allá: la generación que leyó el futuro”

“Marcelo Cohen (1951-2022)”

“Biblioteca Popular Ansible”

En venta en Libros del Árbol, Combate de los Pozos 255, CABA, Lunes a viernes de 15 a 20 hs., o a través de Mercado Libre: https://articulo.mercadolibre.com.ar/MLA-1395371051-cuasar-55-revista-ciencia-ficcion-y-literatura-fantastica-_JM#position=5&search_layout=stack&type=item&tracking_id=3d573e53-0f29-451a-8ee2-038d2df1df90

Para ventas al exterior contactar a luispestarini@gmail.com

Las colecciones de ciencia ficción (IV): Ciencia ficción de Ultramar (primera parte), por Luis Pestarini

 


A fines de los setenta en España se estaba publicando mucha ciencia ficción en la modalidad “colección especializada”: Super Ficción de Martínez Roca, Ciencia/Ficción de Acervo, los libros de Nueva Dimensión, Libro amigo de Bruguera, en particular la serie de antologías Ciencia Ficción, y varias más. En este marco, la editorial Ultramar decidió sacar una colección de libros, Maestros de la Ciencia Ficción que reeditó varios títulos de la argentina Emecé. Pocos años después, en 1982, esta colección se transformaría en la subcolección Ciencia Ficción de Grandes éxitos de bolsillo, donde se reeditarían nuevamente todos estos títulos. La colección de amable formato pocket fue una de las de duración más extensa en lengua española.

A cargo de esta nueva colección quedó Domingo Santos (1941-2018), que había participado como director en varias de las series ya mencionadas, incluso en simultáneo, y que por ende mostraba una amplia experiencia. A pesar de su labor de escritor y traductor, es considerada su tarea como director literario la que mejor desarrolló y más aporto a la difusión del género en España y Latinoamérica. En esta primera entrega vamos a realizar una rápida reseña de los primeros veintiocho títulos que conformaron la colección que los lectores conocemos como “los libros de Ultramar”. El total de libros publicados fue de 124 aunque llegó a publicar hasta el número 123. ¿Cómo se explica esto? Es que el número 69 se repite en dos libros: Los anales de los heechees y una reedición de Dune, que ya había salido con el número 8.

Muchas de las traducciones, en particular en la primera etapa, son de Domingo Santos, lo que no es una buena noticia. Después los traductores varían y la calidad mejora. En cuanto a la selección de títulos, es muy variada. Seguramente por razones comerciales de época hay una fuerte inclinación por las sagas, hay varios libros de autores españoles y un par de latinoamericanos. Para comprender algunos de los criterios de Santos, Ángel Torres Quesada cuenta aquí sobre cómo le publicaron la trilogía de Las Islas del Infierno: en resumen, el escritor andaluz envió la primera novela que da título a la serie a Santos, quien le dijo que le había gustado, que cuántos libros pensaba escribir. Torres Quesada le dijo que dos más. Santos le contestó que hasta que no estuviera el segundo no publicaría el primero porque necesitaba que por lo menos estuviera al mismo nivel. ¿Y sobre el tercero? preguntó Torres Quesada. Santos contestó: Que hiciera lo que quisiera, total a los que les gustaron los dos primeros iban a comprar el tercero y, en todo caso, si los decepcionaba se la iban a agarrar con el autor.

Este criterio es bastante probable que se aplicara también en Estados Unidos porque en la mayoría de las series, en particular las que fueron apareciendo en esta colección, la calidad va francamente en descenso, a veces de manera muy marcada. Prueba de esto son las series del Mundo del Río de Farmer o la Saga del Exilio en el Plioceno de Julian May. Pero en contraposición la colección incluyó títulos muy valiosos que difícilmente hubieran visto otra edición en español, y en algunos casos fueron colecciones de cuentos.

El primer libro de la colección apareció en 1982 y el último, y curiosamente uno de los mejores, Crystal Express de Bruce Sterling, en 1992. La distribución en Argentina fue amplia hasta los últimos números, en que se volvió irregular. Hay un volumen que nunca se distribuyó en nuestro país: el primer tomo de Dhalgren de Samuel R. Delany. La extensa novela se dividió en tres partes, y los dos tomos restantes sí se distribuyeron, lo que provocó que los lectores fueran de librería en librería buscando un libro inhallable.

Presentamos aquí, entonces, una breve reseña de los primeros veintiocho libros, algunos de ellos muy conocidos.

 

1. Clarke, Arthur C. Cita con Rama (Rendezvous with Rama, 1973) 1982. 247 p. Traducido por A. Gámez.


El primer título de la colección es la clásica novela de Clarke. Ya había sido publicada por la misma editorial en la colección que precedió a esta y, antes de eso, en Argentina por Emecé, en la colección que reseñamos anteriormente. Tuvo varias ediciones en esta colección.

 

2. Farmer, Philip José. A vuestros cuerpos dispersos (To your scattered bodies, 1971) 1982. 277 p. Traducido por Domingo Santos.

Otro clásico de la época, también una reedición ya que tenía dos versiones previas, una argentina y otra española. Primera novela de la serie “Mundo del Río”, en realidad es el ensamble de dos relatos de los años sesenta. La historia es bastante conocida: unos seres desconocidos reviven a toda la humanidad en las riberas de un río interminable rodeado de montañas imposibles de escalar. Farmer se tienta y pone como protagonistas a varios personajes históricos: Richard Francis Burton, Alice Liddell (la inspiración de la Alicia de Lewis Carroll), Samuel Clemens (Mark Twain); Jack London, Cyrano de Bergerac, mezclados con personajes ficticios de distintas épocas. La historia, narrada mediante el muy efectivo recurso del cliffhanger donde al final de cada capítulo uno o varios personajes quedan en una situación crítica, tuvo éxito en su momento y aún vale la pena. Y dio lugar a una serie de continuaciones no tan exitosas que Ultramar publicó a continuación.

 

3. Farmer, Philip José. El fabuloso barco fluvial (The fabulous riverboat, 1971) 1982. 293 p. Traducido por Domingo Santos.

4. Farmer, Philip José. El oscuro designio (The dark design, 1977) 1983. 475 p. Traducido por Domingo Santos.

5. Farmer, Philip José. El laberinto mágico (The magic labyrinth, 1980) 1983. 436 p. Traducido por Domingo Santos.


Los siguientes tres títulos de la colección son parte de “Mundo del río”, el primero de los cuales, El fabuloso barco fluvial, ya tenía dos versiones en español, mientras que El oscuro designio y El laberinto mágico, eran novelas inéditas. El fabuloso barco fluvial no es una continuación directa de A vuestros cuerpos dispersos sino que sigue a Clemens en una aventura paralela, sumando más personajes, como sucede en las otras dos novelas, escritas especialmente para aprovechar el éxito de la serie. Como sucede con muchas de las sagas más conocidas, pasan muchas cosas, se suman más personajes (en general poco conocidos o directamente creados por Farmer), pero la trama avanza muy poco y nada sabemos de la cuestión de fondo: quienes resucitaron a los humanos. Para peor, parece que las historias solo son protagonizadas por estadounidenses más algunos franceses y uno que otro de orígenes exóticos. Pero más allá de estas cuestiones bastante nimias, el problema de fondo es que se nota cada vez más que Farmer y sus editores están dispuestos a exprimir hasta la última gota a esta serie de éxito. Y todavía queda un último libro.

 

6. Fuentes del paraíso (The fountains of paradise, 1979) 1983. 301 p. Traducido por Edith Zilli.

Segunda edición de esta novela en distintas colecciones de Ultramar, sigue la versión publicada por Emecé en 1980. Clarke lo consideraba su mejor libro. Trabaja básicamente sobre la idea de construir un enorme ascensor que comunicará la Tierra con el espacio, atravesando la atmósfera y evitando así el trayecto más difícil del viaje espacial. Ambientada en el siglo XXII, el proyecto tiene un primer problema: el lugar más apropiado para construir este ascensor es en una montaña en Sri Lanka, un lugar sagrado donde existe un monasterio. Hay un poco de todo en esta novela, hasta un breve contacto con extraterrestres, y se lee con facilidad, pero en contra de la opinión del autor, no es su mejor obra. Ganó los premios Hugo y Nebula.

 

7. Gálvez, Pedro. La hormiga. 1983. 211 p.

Este volumen es el primero que no apuesta a lo seguro y, se sospecha, no fue una elección original de Santos para la colección sino que ya estaría en los planes de la editorial que decidió publicarlo aquí, algo que resulta un poco inexplicable, al igual que el mismo libro. Compuesto básicamente por el diario de una hormiga que ha leído filosofía y desea contar como es la vida de sus congéneres, es básicamente un manual de entomología, no una novela, y menos de ciencia ficción.

 

8. Herbert, Frank. Dune (Dune, 1965) 1983. 702 p. Traducido por Domingo Santos.

9. Herbert, Frank. El mesías de Dune (Dune messiah, 1969) 1983. 305 p. Traducido por Domingo Santos.

10. Herbert, Frank. Los hijos de Dune (Children of Dune, 1976) 1983. 546 p. Traducido por Domingo Santos.

Si hay que apostar sobre seguro, qué mejor opción que la reedición de los tres primeros títulos de la


serie Dune, que habían sido publicados pocos años antes por Acervo. No hay mucho que se pueda decir del primero de los libros, un clásico inoxidable y ya muy conocido. Vale resaltar que Herbert no subraya la tecnología sino más bien cuestiones humanistas, y es pionero en estos libros en el tratamiento de la ecología como una cuestión fundamental. Originalmente el autor pensó estos tres libros como una tetralogía, ya que el primero fue publicado en dos seriales en la revista Analog entre 1963 y 1964, y después los unificó en un único volumen. Los volúmenes posteriores al tercero no fueron parte del plan original. Vale señalar que la traducción deja mucho que desear y no fue mejorada tras la edición de Acervo.

 

11. Farmer, Philip José. Dioses del mundo del río (Gods of Riverworld, 1983) 1984. 329 p. Traducido por Domingo Santos.

Esta novela cierra el ciclo de la saga Mundo del Río, donde se explica finalmente por qué había renacido toda la humanidad en las riberas de un río interminable y quién había provocado este fenómeno. Durante cuatro libros se alimentó el misterio y estaba claro que, o Farmer tenía un as en la manga pensado desde el comienzo, o la resolución del enigma iba a ser decepcionante. Lamentablemente sucedió esto último. Muy criticada en su momento, Dioses del mundo del río no está a la altura de las expectativas pero tampoco es el desastre que se pretendió que era. Es una entretenida novela más de ciencia ficción, con algunos momentos logrados.

 

12. Farmer, Philip José. El mundo del río y otras historias (Riverworld and other stories, 1979) 1984. 327 p. Traducido por Víctor Conill. Contiene: El mundo del río. J. C. en el rancho turístico. El volcán. La patrulla del amanecer de Henry Miller. El enigma del puente doliente... entre otros. Brass y Gold (o Caballo y Zepelín en Beverly Hills). El Niño Podrido en la Jungla pasa de todo. La voz del sonar en mi apéndice vermiforme. Monólogo. El arrendador de dos males. El fantasma de las cloacas.

Para extraer lo último que se podía de Mundo del Río llegó esta antología que lleva el nombre de la saga como título y que busca confundir al lector: incluye el relato original que dio origen a toda la serie, de 1966, pero el resto de los cuentos son parte de la producción más experimental de Farmer, entre los que hay varias imitaciones de otros escritores como Henry Miller, una mezcla de los Burroughs (William y Edgar Rice, o como hubiera sido Tarzán contado por el primero), y Malcolm Lowry, entre otros. Es interesante la lectura de este libro porque permite apreciar la gran variedad de registros que tenía Farmer, pero la mayoría de los cuentos no pasan de ser ejercicios literarios, aunque de los buenos.

 

13. Harrison, Harry. Catástrofe en el espacio (Skyfall, 1976) 1984. 279 p. Traducido por O. Sachs.

Otro título publicado diez años antes por Emecé en la colección que ya reseñamos, pero aparentemente en otra traducción.

 

14. Clarke, Arthur C. 2010: odisea dos (2010: odyssey two, 1982) 1985. 309 p. Traducido por Domingo Santos.

Otra novela que ya tenía una versión en Emecé y había sido publicada por Ultramar en la colección Best Seller en 1983. Pertenece a un período del género en el cual la industria editorial tentaba a los escritores de ciencia ficción a hacer continuaciones del obras famosas. El problema es que muchos de estos libros están pensados más como best sellers. Algo de eso pasa con 2010, pero con cierto barniz de “novela filosófica”, como le gustaba a Clarke, aunque no tan pretenciosa como otros de sus libros.

 

15. Barjavel, René. La noche de los tiempos (La nuit des temps, 1968) 1985. 287 p. Traducido por Claudia Martínez.

Esta novela del francés Barjavel (1911-1985) tiene varias ediciones previas en Argentina y España. Trata sobre una expedición a la Antártida que localiza los restos de una civilización antiquísima y algunos seres conservados por una máquina. La trama es bastante tonta y muy inverosímil, y tiene cierto tufillo a los libros de Von Däniken y Berlitz que comenzaban a hacerse populares cuando fue escrita.

 


16. Herbert, Frank. Dios emperador de Dune (God emperor of Dune, 1981) 1985. 561 p. Traducido por Domingo Santos y Monserrat Conill.

Otra reedición en formato de bolsillo de una novela publicada en formato grande. Es la primera de la serie Dune publicada tras la trilogía original. Herbert está muy preocupado por contar sus opiniones sobre el devenir de la raza humana y sus problemáticas más urgentes, a través de la transformación de Leto II, hijo de Paul Atreides, en un gusano de arena. El autor siempre tuvo un problema: cuenta mucho de la historia a través de diálogos interminables donde no pasan demasiadas cosas, pero los lectores de la trilogía original seguramente preferirán tener una opinión propia sobre este libro.

 

17. Herbert, Frank. Herejes de Dune (Heretics of Dune, 1984). 1985. 568 p. Traducido por Domingo Santos.

Quinta entrega de la saga, está ambientada miles de años en el futuro por lo que las condiciones sociales necesariamente han variado. Herbert abusa menos de los diálogos para contar la historia pero recurre nuevamente a la narración coral. Llegados a este punto, seguramente los seguidores de la saga no necesitarán una recomendación.

 

18. Uribe, Augusto, comp. Latinoamérica fantástica. 1985. 298 p. Contiene: Los trepadores, Sergio Gaut vel Hartman. El intermediario, Marcial Souto. Primera línea, Carlos Gardini. Vidas ejemplares, Jaime Poniachik. Quiramir, Eduardo Abel Giménez. Una flor lnca, Raúl Alzogaray. Entre gatos y medianoche, Graciela Parini. El negro, Fernando Morales. El vendrá por mí a medianoche, Daniel Barbieri. Tesis para una nueva literatura fantástica nacional, Daniel Croci. La casa abandonada, Mario Levrero. El plumero, W. Gabriel Mainero. El manuscrito de Juan Abal, Elvio E. Gandolfo. La sueñera, Ana María Shua. Mopsi, te odio, Eduardo Carletti. La garra perpetua, Tarik Carson. El mudo, André Carneiro. Tres cuentos, Esteban Sayegh. Acerca de ciudades que crecen descontroladamente, Angélica Gorodischer.

Primera antología y una auténtica curiosidad dentro de la serie: una colección de cuentos de autores latinoamericanos o deberíamos decir rioplatenses ya que todos, salvo Carneiro (brasileño) son argentinos o uruguayos. Uribe es el seudónimo del investigador, crítico y coleccionista español Agustín Jaureguizar (1935). Casi todos los textos fueron publicados originalmente en revistas argentinas de comienzos de los ochenta, incluso en Cuásar.

 

19. May, Julian. La tierra multicolor (The many colored land, 1981) 1985. 494 p. Traducido por Domingo Santos.

Primer volumen de la Saga del Exilio en el Plioceno, que en su momento hizo mucho ruido. Su autora, Julian May (1931-2017), era una activa miembro del fandom que había publicado más de doscientos libros de divulgación para el público juvenil con seudónimos pero apenas un puñado de cuentos. El disparador de la trama es sencillo: inicialmente ambientada en un futuro de space opera con una humanidad en contacto con otras razas extraterrestres, a aquellas personas que no se adaptan a las nuevas condiciones sociales se les da la opción de exiliarse seis millones de años en el pasado, llevando lo necesario para sobrevivir en buenas condiciones pero sin posibilidades de regresar. Pero el Plioceno es muy distinto de lo que esperaban. Novela entretenida sin mayores ambiciones.

 

20. May, Julian. El torque de oro (The Golden Torc, 1982). 1985. 483 p. Traducido por Domingo Santos.

Continuación directa de la trama de La tierra multicolor, no puede leerse de manera independiente. Sigue el recorrido de los protagonistas en su devenir seis millones de años en el pasado de la Tierra habitada por dos razas extraterrestres.

 

21. Poe, Edgar Allan. La ciencia ficción de Edgar Allan Poe (The Science Fiction of Edgar Allan Poe, 1976) 1985. 269 p. Traducido por Julio Gómez de la Serna y otros. Contiene: Manuscrito encontrado en una botella. La aventura sin par de un tal Hans Pfaall. La conversación de Eiros y Charmion. Un descenso dentro del Maelstrom. Coloquio entre Monos y Una. Una historia de las montañas Ragged. Revelación mesmérica. Breve charla con una momia. El poder de las palabras. El método del doctor Alquitrán y del profesor Trapaza. El extraño caso del señor Valdemar. Mellonta tauta. Von kempelen y su descubrimiento.

Otro volumen inusual dentro de la serie, uno de los dos compuesto por textos del siglo XIX. Además, se recurre a traducciones de mediados del siglo pasado. Más allá de que el libro no encaja en la línea de la colección y de que siempre es bueno leer/releer a Poe, queda pendiente la respuesta a la pregunta de si estos libros se publicaban únicamente porque no se pagan derechos de autor. Ya había una edición de los cuentos de ciencia ficción de Poe con un contenido distinto:  Caralt, 1978. 215 p. (Ciencia-ficción, 21).

 

22. May, Julian. El rey nonato (The nonborn king, 1982) 1985. 506 p. Traducido por Domingo Santos.


23. May, Julian. El adversario (The adversary, 1984) 1985. 588 p. Traducido por Domingo Santos.

En estos dos últimos volúmenes de la primera parte de la saga de la La tierra multicolor siguen las intrigas entre las distintas razas que habitan el Plioceno, entre ellas la humana. Estos últimos tienen como objetivo volver al siglo XXII y se abre una posibilidad para que se concrete esto. May continúa con las mismas virtudes y defectos de los volúmenes anteriores: la historia es atrapante pero los personajes son chatos y resulta finalmente una lectura liviana, una saga bastante típica de los ochenta (y característica de Ultramar). Hoy parece bastante anacrónica.

24. Silverberg, Robert. Sadrac en el horno (Shadrach in the furnace, 1976) 287 p. Traducido por C. González Ania.

Otro de los libros originalmente publicados por Emecé en su colección Ciencia-Ficción y reeditado por Ultramar en la colección que precedió a esta en 1977. Se puede leer una reseña en el artículo correspondiente en esta web sobre la colección de Emecé más abajo, pero podemos señalar que es una novela menor de Silverberg aunque pertenece a su período más destacado, entre 1966 y 1976, siendo la última publicada antes de dejar de escribir por un período de cinco años.

 

25. Vance, Jack. Los chasch (City of the chasch, 1968) 1986. 222 p. Traducido por Domingo Santos.

26. Vance, Jack. Los wankh (Servants of the wankh, 1969) 222 p. Traducido por Domingo Santos.

27. Vance, Jack. Los dirdir (The dirdir, 1969) 1986. 215 p. Traducido por Domingo Santos.

28. Vance, Jack. Los pnume (The pnume, 1970) 1986. 192 p. Traducido por Domingo Santos.


Estas cuatro novelas breves de Jack Vance (1916-2013) componen el Ciclo de Tschai. Ambientado en el planeta de ese nombre, sigue las aventuras de Adam Reith, un humano que ha llegado en respuesta a un pedido de ayuda recibido ciento cincuenta años antes. Cada uno de los títulos es el nombre de una de las razas que habitan el planeta, que no son nativas, y que están en conflicto entre ellas. Ademas, hay humanos que son tratados como esclavos o sirvientes, según a quien sirvan. Colorida, entretenida, esta serie de aventuras no tiene respiro. Casi todos sus personajes, ni hablar de los femeninos, son de cartón pintado, pero aún así se puede leer sin pretensiones. No tiene reedición y son casi inhallables.

domingo, 17 de diciembre de 2023

Minotauro: una odisea de Paco Porrúa, de Martín Felipe Castagnet, por Luis Pestarini


Cualquier lector con un poco de experiencia en ciencia ficción sabe de la importancia de Ediciones Minotauro que, desde su primer volumen, las Crónicas marcianas de Bradbury prologadas por Borges, inició una operación de legitimación del género que llevaría adelante durante décadas. Esta es la característica más notable que tuvieron las publicaciones de Minotauro: traducciones y presentaciones muy cuidadas de títulos literarios, que se diferenciaban claramente de los que se publicaban en España en las décadas del cincuenta y sesenta. De allí llegaban los libros de la primera Nebulae, más orientados a una ciencia ficción más clásica, cercana a la space opera, en ediciones dignas, que se mezclaban con las de Vértice o Cenit, francamente infames, aunque muchos de sus títulos no lo fueran.

Minotauro fue un proyecto de Francisco “Paco” Porrúa (1922-2014), español de nacimiento, argentino por adopción, llevado adelante hasta fines de la década del setenta en nuestro país, para trasladarse a España por la dictadura. En el cambio de milenio Minotauro pasó a manos de Planeta, ansiosa por tener los derechos de la obra de Tolkien. Previsiblemente bajo el Grupo Planeta el catálogo se desdibujó hasta que se volvió irreconocible, al punto en que Porrúa pidió que no le enviasen más ejemplares de cortesía porque le amargaba ver en qué se había convertido su Minotauro.

No es frecuente que se publique un libro sobre el devenir de una editorial, y menos si se trata de una editorial especializada en ciencia ficción y literatura fantástica, por eso resultó una agradable sorpresa el anuncio de la publicación de Minotauro: una odisea de Paco Porrúa, un trabajo de investigación de Martín Felipe Castagnet, publicado por Tren en Movimiento. Castagnet es autor de una buena novela de ciencia ficción, Los cuerpos del verano.

El libro está dividido en cinco partes. La primera de ellas es lo que habitualmente se conoce como el “marco teórico”: presenta a la ciencia ficción, en particular a la ciencia ficción contemporánea, la de los últimos cien años. Está introducción está muy simplificada y hay algunos errores llamativos, como señalar que Hugo Gernsback, el primer editor de una revista de ciencia ficción, vivió 113 años, aunque tenemos que sospechar que se debe a un error de tipeo no advertido.

La segunda parte del libro es tal vez la más relevante, y describe el recorrido biográfico de Porrúa. Castagnet tuvo acceso a documentación como cartas y archivos personales, pudo entrevistar a familiares y colaboradores de Porrúa (y una vez al mismo Porrúa) y sacó muy buen provecho de estos recursos. Leyendo estas páginas uno se puede hacer una buena idea del personaje que fue el editor de Minotauro, de su formación intelectual, de sus influencias francesas en los inicios editoriales y de cómo construyó no solo un proyecto editorial único y brillante, capaz de destacarse por sobre otras propuestas no solo en nuestra lengua, sino en cualquiera, sino que contribuyó a instalar a escritores como Julio Cortázar y Gabriel García Márquez.

Sobre el catálogo de Minotauro se ocupa la extensa tercera parte de este trabajo de investigación. Castagnet afirma que no hay ninguna bibliografía que cubra todo lo publicado por Minotauro, lo que es cierto hasta donde uno sabe, pero hay suficientes herramientas como para reconstruirla a través de la web. Por ejemplo, se puede recurrir a las bases de datos de los ISBN de España o Argentina que son muy completas (aunque no cubren el período completo de existencia de Minotauro) o los catálogos de grandes bibliotecas, como el de la de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, en donde, buscando por editorial “Minotauro”, encontramos: Casa tomada, de Julio Cortázar, de 1969, en una edición apaisada de 22 x 31 cm, donde el texto avanza página a página sobre el plano de un departamento, a lo largo de 78 páginas. Que esta edición, la más importante de Minotauro en estos términos bibliófilos, no esté mencionada en Minotauro: una odisea de Paco Porrúa, opaca severamente este trabajo. Más allá de esto, el recorrido que hace Castagnet es bastante preciso y clarificador, aunque se le pasan algunos detalles. Por ejemplo, que en el quinto tomo de los Cuentos completos de Dick se omite un cuento: “We Can Remember It for You Wholesome”, algo que provocó bastante escándalo en su momento (2008).

El siguiente capítulo se detiene en los traductores y escasamente en las traducciones. Devela lo que era vox populi: que la mayoría de los primeros traductores eran seudónimos (heterónimos los denomina Castagnet) de Porrúa: Manuel Figueroa, Ricardo Gosseyn, Luis Domenech, Gregorio Lemos, José Valdivieso, etc. ¿Era Porrúa un gran traductor? Todos parecen sobreentender que sí, incluso Castagnet. Me voy a remitir a dos experiencias personales. Hace muchos años, traduciendo una cita de un cuento de Bradbury en un artículo para Cuásar, decidí recurrir a la traducción canónica; el cuento estaba en Las doradas manzanas del sol. Me costó bastante localizar el fragmento de la cita de unas 70 palabras ¡porque Porrúa había cambiado la metáfora que encerraba la cita, de manera radical! Por eso sería que García Márquez dijo que prefería leer a Bradbury en español antes que en inglés. Otro ejemplo: trabajando en una traducción anotada de textos de Lovecraft, por curiosidad revisé un par de párrafos de El color que cayó del cielo en la edición de Minotauro: párrafos medianamente largos, Porrúa los había podado hasta reducirlos a la mitad. Entonces, aquí hay un debate no saldado sobre hasta donde puede intervenir el texto un traductor. En el libro no se menciona nada sobre las intervenciones de Porrúa sobre los textos originales.

La última parte del libro es una de las más interesantes ya que analiza las distintas etapas estéticas de las tapas (y en algunos casos interiores) de las ediciones, que incluyeron no pocos artistas reconocidos hasta que Minotauro fue adquirida por Planeta. Cierran el libro unas breves conclusiones, una extensa bibliografía y un catálogo editorial que cierra en 2016, bastante incompleto en los últimos años. Hay que agregar que incluye abundantes páginas en papel ilustración color con numerosas tapas icónicas.

Tal vez se haya pensado este libro como una investigación definitiva sobre el fenómeno Minotauro, en particular sobre la etapa desarrollada bajo la dirección de Porrúa. No lo es, pero aún así es un trabajo imprescindible que aporta una cantidad de información y análisis como ninguna otra publicación haya hecho en español sobre una editorial tan singular como esta que, en sus primeras décadas, se la puede contemplar en una terna al mejor catálogo del género a nivel mundial. Para entender esta condición, una breve anécdota: a fines de los ochenta, dos editoriales pujaban por la publicación de Neuromante en español. Una, editaba varios libros de género mensualmente y ofreció mucho más dinero por los derechos. La otra, Minotauro, apenas sacaba cinco libros por año. Ya sabemos qué editorial publicó la obra de Gibson.

sábado, 6 de mayo de 2023

Las revistas de ciencia ficción (VIII): Parsec, por Luis Pestarini

 


En 1984, bajo la recién reestrenada democracia, había en Argentina un ambiente cultural muy dinámico, que se daba como respuesta a la represión que se vivió durante la dictadura. Tuvo su eco en el campo de la ciencia ficción con la aparición de varias revistas en pocos meses, la mayoría de ellas no eran publicaciones comerciales sino de aficionados, lo que conllevaba a una circulación y una producción más restringidas. Entre ellas estuvo Cuásar. La revista Parsec compartía ambos mundos porque su producción se acercaba bastante a las de las revistas de aficionados, pero tenía una presentación y una distribución comerciales.

Entonces El Péndulo, modelo entre las revistas de género, estaba en una pausa entre sus segunda y tercera etapas, mientras que Minotauro estaba en activo. La vara estaba muy alta en cuanto a contenidos literarios y presentación. En ese marco hizo su aparición Parsec ciencia-ficción, una revista más modesta pero cuidada, que publicó seis números mensuales entre junio y noviembre de 1984. El contexto económico no le era muy favorable. Para tener una idea, el precio del número 1 era de $a 120 y el de la última edición, la sexta, publicada seis meses después, se vendió al triple: $a 460.- Ediciones Filofalsía, la editorial que estaba detrás del proyecto, no pudo sostener la revista, que no cumplió con las expectativas en cuanto a ventas. Pensemos la sideral diferencia de Filofalsía con Ediciones de la Urraca, que publicaba El Péndulo y la revista Humo®, una de las publicaciones más exitosas en ventas e influencias de Argentina en el pasado siglo, y Editorial Sudamericana, una de las tres editoriales más importantes de ese momento en nuestro país, que estaba detrás de Minotauro. En otros rubros se hablaría de competencia desleal, pero no podemos inclinarnos por esta opción este caso: Parsec fue una propuesta que no fue bien pensada comercialmente, pero con independencia de esto dejó su marca en las publicaciones periódicas del género.

A cargo de la dirección editorial, o sea de los contenidos, estuvo Sergio Gaut vel Hartman, quien además estaba editando su propia revista, Sinergia. La fórmula de la revista era bastante sencilla: cuentos de autores anglosajones renombrados junto a uno o dos relatos de autores rioplatenses, más una sección de correo buscando recuperar la mística que tuvo aquella sección de Más Allá, y otra de información. Hubo una prueba previa: Parsec Antología 1, una selección de relatos con detalladas presentaciones realizada por Gaut vel Hartman. El libro estaba a mitad de camino entre una publicación comercial y otra under, y lo sostenía la misma fórmula que después se aplicaría a la revista: grandes nombres de la ciencia ficción anglosajona pero con relatos menores. Es que este esquema tenía un problema: el director editorial no sabía inglés y durante un tiempo cayó en el error (que hemos cometido muchos) de pensar que si un cuento estaba firmado por una figura como Bester o Sheckley, tenía que ser bueno. Así, el primer número de Parsec es una constelación de estrellas: Wolfe, Disch, Zelazny, Leiber, Sheckley, más Gorodischer y el flojito francés Hubert. Pero casi todos aportan obras menores.


Con el correr de las ediciones, este problema se fue corrigiendo gracias a las propuestas de algunos colaboradores, apareciendo en sus páginas obras notables como “La cruz y el dragón” de George R. R. Martin (n° 3). Entre los relatos de autores hispanoparlantes la situación fue menos despareja, sin baches profundos, destacándose la novela corta “Un paseo por Camarjali” de Eduardo Abel Giménez (n° 3, 4 y 5), y “Mopsi, te odio”, de Eduardo Carletti (n° 4).

Parsec tenía un formato de 20 x 14 cm y 98 páginas por número. El diseño de la revista estuvo a cargo Omar Comin, y no estaba nada mal, y las profusas ilustraciones de los cuentos eran realizadas mayormente por el mismo Comin y Pablo Ruina. En los números 3 al 6 también se publicó una historieta de corte experimental, “Ident”, con dibujos de Comin y textos de Miguel Doreau, seudónimo de Daniel Rubén Mourelle, que aparecía como director ejecutivo.

En el último número de Parsec, el sexto, publicado en noviembre de 1984, se anunciaba que ya no tendría distribución comercial, que se vendería por suscripción o retirándola en la oficina de Filofalsía. Previsiblemente, esto no iba a funcionar y el nivel de suscriptores no alcanzó ni remotamente para editar un séptimo número. Los cuentos que ya estaban seleccionados pasaron a integrar una sección en la revista Clepsidra, que también publicaba Filofalsía, que mezclaba cuentos, poesía, filosofía, ensayos literarios, entre otras cosas, a partir del número 4 y aproximadamente hasta el 12. En 1986 también apareció la antología Parsec XXI, preparada por Mourelle con cuentos de autores argentinos, pero parecía más un desprendimiento de Clepsidra que de Parsec.


Está claro que Parsec no tuvo suerte en el momento en que se publicó. La revista podría haber tenido una sobrevida mucho mayor si las condiciones de la economía argentina hubieran sido más estables. Pera también es cierto que no se calculó con realismo las posibilidades del mercado editorial para una publicación de sus características. También hay que mencionar que tuvo problemas de distribución, como toda producción independiente, y que fue pésima la impresión de varios números, al punto en que había que revisar cada ejemplar porque se podían encontrar páginas en blanco, repetidas, faltantes, invertidas, etc. Cuando se saldó años después la mayoría de los ejemplares estaban fallados. Hoy se pueden encontrar los seis números en el mercado de usados sin demasiada dificultad y a precios accesibles.

martes, 24 de enero de 2023

Las colecciones de ciencia ficción (III): Emecé, segunda parte, por Luis Pestarini

 


15. Asimov, Isaac. Lo mejor de Isaac Asimov: elegido por Isaac Asimov (The best of Isaac Asimov, 1973) 1976. 338 p. Traducido por Clive N. Hibbert. Contiene: Varados frente a Vesta. Al caer la noche. Tobogán C. A la manera marciana. La profundidad. Cómo se divertían. La última pregunta. El pasado muerto. La noche agonizante. Aniversario. La bola de billar. Espejo-imagen.

La obra de Asimov (1920-1991) está considerada como la quintaesencia de la ciencia ficción, con lo que él mismo estaría de acuerdo, pero el paso del tiempo ha dejado sus marcas y la va ubicando en un lugar más modesto. Esta selección reunida por el mismo Asimov es una excelente muestra de su talento y una muy buena puerta de entrada para neófitos.

 

16. Herbert, Frank. Proyecto 40 (Hellstrom’s hive, 1973) 1976. 291 p. Traducido por Thamara Hormaechea.

Aunque poco conocida, esta novela está considerada como la obra más elaborada y lograda de Herbert (1920-1986) después de la serie “Dune”. Curiosamente el título bajo el que se publicó en español es el mismo bajo el cual se serializó en la revista Galaxy, y no el de la edición en libro. Presenta una suerte de experimento entomológico con una colonia humana subterránea  que vive de acuerdo a los principios de un panal de abejas, donde la comunidad es más importante que el individuo. Según señala John Clute en The Encyclopedia of Science Fiction: “La novela señala las contradicciones de una sociedad que, en sus propios términos, es una utopía exitosa, pero desde un punto de vista humano externo es horrorífica”.

 


17. Sturgeon, Theodore. Nuevamente Sturgeon (Sturgeon is alive and well..., 1971) Buenos Aires: Emecé, 1976. 299 p. (Ciencia ficción, 17) Traducido por Thamara Hormaechea. Contiene: De aquí y el caballete. Escultura lenta. ¡Eres tú! Hay que cuidar a Joey. El cajón. La muchacha que sabía lo que querían decir. El punto débil de Jorry. ¡No es nada! Zapatos marrones. El tío Fremmis. El esquema de Dorne. Suicidio.

La carrera literaria de Sturgeon (1918-1985) entró en franca decadencia a comienzos de los años sesenta, período al que pertenecen casi todos los relatos de este volumen. A pesar de ello, “Escultura lenta” ganó los premios Hugo y Nebula, probablemente un reconocimiento más a toda su carrera que a este relato en particular. Para leer a Sturgeon en versiones cortas mucho mejor comenzar con Regreso o La fuente del unicornio, donde se muestra en todo su esplendor.

 

18. Clarke, Arthur C. Alcanza el mañana (Rearch for tomorrow, 1956) 1976. 200 p.  Traducido por Alberto L. Galimidi. Contiene: Partida de rescate. Un paseo en la oscuridad. El enemigo olvidado. Error técnico. El parásito. Los fuegos interiores. El despertar. Problema con los nativos. La maldición. Flecha del tiempo. Júpiter Cinco. Los poseídos.

A mediados de los setenta, Clarke estaba en pleno ascenso de popularidad gracias a 2001, Una Odisea Espacial de Kubrick y al éxito que había conseguido con Cita con Rama, por ende cualquier libro que lo tuviera como autor tenía garantizada buenas ventas. Esta es la explicación por la que se publicó este libro, que ya tenía más de dos décadas en su edición en inglés, que no incluye ninguno de los cuentos memorables. Los doce relatos fueron publicados entre fines de los años cuarenta y principios de los cincuenta y la mayoría pasa sin pena ni gloria.

 

19. Asimov, Isaac, comp. Ganadores del premio Hugo (The Hugo winners, 1971) 1977. 283 p. Traducido por Alberto L. Galimidi. Contiene: Señores de dragones, Jack Vance. Soldado, no preguntes, Gordon R. Dickson. Estrella neutrónica, Larry Niven. El tiempo considerado como una hélice de piedras semipreciosas, Samuel R. Delany.

Segunda parte del volumen The Hugo Winners, cuya primera parte se publicó como Los mejores cuentos de ciencia ficción en la edición sexta de esta colección. Como el primero, es una lectura muy recomendable. De ambos volúmenes quedaron afuera suficientes relatos como para armar un tercer libro, que nunca fue publicado.

 

20. Hoyle, Fred y Geoffrey. En el espacio profundo (In deepest space, 1974) 1977. 255 p. Traducido por María Rezzano de Martini.

Tan sin rumbo parecía de a ratos la selección de libros de la colección que publicaron esta novela, que es secuela de otra, Rockets in Ursa Major (1969), inédita en español hasta hoy. Es una space opera didáctica que incluye una suerte de visita guiada por un alienígena a través de un agujero negro. Olvidable.

 

21. Clarke, Arthur C. Regreso a Titán (Imperial Earth, 1975) 1977. 293 p. Traducido por J. Ferrer Aleu.  

Clarke creía que esta era su obra maestra, el libro por el cual sería recordado, por encima de El fin de la infancia, Cita con Rama y 2001, una odisea espacial. Narra el periplo de un representante de la casa gobernante de Titán, una suerte de monarquía, que viaja a la Tierra con motivo de los 500 años de la independencia de Estados Unidos, en  2276. En la novela hay recurrentes reflexiones y especulaciones sobre el futuro que, en parte, han quedado muy lejos de concretarse a menos de medio siglo de su publicación. Melodramática de a ratos, al menos cuando se publicó era la novedad más reciente de su autor. Vale resaltar que hay alguna sugerencia de que el protagonista tiene una relación homosexual, por lo que fue prohibido en algunas escuelas.

 

22. Priest, Christopher. La máquina espacial (The space machine, 1976) 1977. 315 p.  Traducido por Claudia A.


Hortas.

Esta novela es un homenaje a la literatura de Wells y, en particular, a La máquina del tiempo y a La guerra del mundo. El homenaje llega al punto de recrear la forma de narrar del autor inglés y a definir un ambiente donde conviven tecnologías muy diferentes como el tren a vapor y el viaje a otro planeta. Cuando la trama transcurre en Marte, se vislumbra el cómo y los por qué de la famosa invasión. Sin proponérselo, es un auténtico antecedente del steampunk. Mucho trabajo detrás del libro que resulta finalmente poco sustancioso porque parece más concentrado en el juego/homenaje a Wells pero sin su crítica social ni su especulación política.

 

23. Harrison, Harry. Catástrofe en el espacio (Skyfall, 1976) 1977. 296 p. Traducido por Edith Zilli.

En tiempos de cine catástrofe también medraron las novelas catástrofe, género al que pertenece este libro. Una gigantesca nave espacial se avería en el espacio y comienza un lento descenso orbital sin control. Su contacto con la Tierra va a provocar una explosión mayor que una bomba atómica. Los tripulantes y los equipos en tierra, soviéticos y yanquis, hacen frenéticos esfuerzos por evitar que eso pase. Y allí están el cinismo y el oportunismo de los malos de turno: los políticos. No sale de lo convencional pero está bien hecha.

 


24. Silverberg, Robert. Sadrac en el horno (Shadrach in the furnace, 1976) 1978. 284 p. Traducido por Claudia Muscat.

Silverberg es tal vez el escritor más prolífico dentro de la ciencia ficción de calidad. Lleva publicando desde 1952 y su período más creativamente exitoso fue entre fines de los sesenta y mediados de los setenta, cuando por disconformidad con el tratamiento editorial que recibía su obra, dejó de escribir durante cuatro años. Esta novela es la última que publicó antes de esa pausa y está ambientada en un futuro en el cual, gracias a catástrofes naturales y ambientales, ha cambiado la faz de la Tierra, sobre la que se extiende un imperio dirigido por un tirano mongol. Está narrado por el médico personal del tirano, Sadrac Mordecai, y siempre muestra un contrapunto muy matizado en la relación entre el hombre más poderoso del mundo y el único hombre que tiene poder sobre él, ya que le brinda sobrevida a través de tratamientos y trasplantes. Es una novela menor del mejor Silverberg, e irregular, pero intensa.

 

25. Niven, Larry. Un mundo fuera del tiempo (A world out of time, 1976) 1978. 224 p. Traducido por Edith Zilli.

Niven (1938) es un adalid de la ciencia ficción dura y tal vez el escritor más sobrevalorado del género. De imaginación vívida, las tramas de sus novelas suelen presentar fuertes inconsistencias, adornadas por personajes poco definidos y bastante infantiles. Esta obra en particular tiene como disparador el despertar del protagonista en un nuevo cuerpo, distinto al propio que había sido criogenizado en su agonía. Sus salvadores le encargan una misión galáctica que traiciona para dedicarse a la exploración espacial, regresando por fin a la Tierra, en un lejano futuro donde el planeta es irreconocible. Niven tiene libros mejores.

 

26. Strugatsky, Arkadi; Strugatsky, Boris. Picnic extraterrestre (Piknik na obochone/Skazka o troike, 1977) 1978. 248 p. Traducido por Edith Zilli. Contiene: Picnic extraterrestre. Leyendas de la Troika.

El libro está compuesto por dos novelas cortas traducidas del inglés. Una de ellas, “Picnic extraterrestre”, es probablemente el mejor texto de ciencia ficción rusa conocido en español. Gira en torno a seis extrañas zonas que aparecen en la Tierra donde las leyes fìsicas no se aplican del mismo modo y donde se encuentran objetos de probable origen extraterrestre. La historia narra las actividades de los exploradores que ingresan ilegalmente para recuperar estos objetos y comercializarlos en el mercado negro. Es la base para la película Stalker de Andrei Tarkovsky. La otra novela corta, “Leyendas de la Troika”, es una oscura narración sobre el peligro de que la burocracia se torne dominante, un tema frecuentado por los hermanos. Arkadi (1925-1991) y Boris Strugatsky (1931-2012) tienen una obra consistente, original y comprometida que debería ser mejor conocida en nuestra lengua.

 

27. Priest, Christopher. Sueño programado (A dream of Wessex, 1977) 1978. 226 p. Traducido por Daniel Yagolkowski.

A comienzos de los ochenta realizan un experimento en el cual treinta y nueve personas intelectualemente brillantes son dormidas y se los proyecta en una realidad virtual consensuada en su imaginación, ambientada ciento cincuenta años en el futuro, sin recuerdos de su presente. La intención es explorar la sociedad que construyen y qué se puede aplicar en la sociedad del presente. Claro, esa es la intención del experimento, no del libro, que es una exploración del proceso creativo. La trama es compleja pero aún así resulta una lectura estimulante.

 

28. Bulychev, Kirill. Media vida en el espacio (Люди как люди, 1975) Prólogo por Theodore Sturgeon. 1979. 213 p. Traducido al inglés por Helen Saltz Jacobson. Contiene: Media vida. Yo fui el primero en hallarlos. Protesta. Por favor, ¿podría hablar con Nina? El ciervo rojo, el ciervo blanco. La doncella de nieve. El primer estrato de la memoria.

Este libro tiene varias curiosidades. Es uno de los pocos que no fue reeditado nunca, no hace referencia al traductor al español (la que figura es la traductora del ruso al inglés) y, claro, es el último de la colección. Bulychev (1934-2003) fue uno de los mejores escritores soviéticos/rusos modernos. La selección es variada en cuanto a calidad pero ofrece una interesante visión no occidental del género. El prólogo de Sturgeon aporta muy poco a la edición.

martes, 3 de enero de 2023

El escritor de ciencia ficción que anticipó la bomba atómica y casi termina preso, por Luis Pestarini


Los aficionados a la ciencia ficción con cierto recorrido nos hemos topado más de una vez con la historia sobre “Deadline”, un cuento de Clive Cartmill publicado en 1944, que atrajo la atención de las fuerzas de seguridad de Estados Unidos porque anticipaba la invención de la bomba atómica. El relato, literariamente irrelevante, tiene una versión en español como “Tiempo límite”, publicado en la antología La edad de oro 1944-1945, seleccionada por Isaac Asimov y editada por Martínez Roca en su colección Gran Super Ficción en 1989.

Hasta aquí no pasa de ser una anécdota que avala la capacidad de anticipación de la ciencia ficción, pero una reciente investigación de Steve Carper publicada en The New York Review of Science Fiction (ver aquí el texto en inglés) hecha más luz sobre la cuestión.

En su nota Carper explica el origen del conflicto. El director de la Oficina de Censura de los Estados Unidos en plena Segunda Guerra Mundial, Bryon Price, envió la siguiente nota a más de 2000 diarios y 11000 semanarios, para evitar que se publicara sobre determinados temas, a saber:

“Sobre la producción o utilización de la destrucción de átomos, energía atómica, fisión atómica, división atómica o cualquiera de sus equivalentes.

Sobre el uso con fines militares de radio o materiales radiactivos, agua pesada, equipos de descarga de alta tensión, ciclotrones.

Sobre los siguientes elementos o cualquiera de sus compuestos: polonio, uranio, iterbio, hafnio, protactinio, radio, renio, torio, deuterio.”

La nota no fue enviada a las revistas literarias porque nadie consideró que pudiera haber un conflicto en ellas, y probablemente también desconocían la existencia de las revistas pulp de ciencia ficción. Hacia septiembre de 1944, el equipo del Proyecto Manhattan había detectado 77 violaciones a la norma, informándolas a la Oficina de Censura. Si bien había antecedentes de especulación sobre la energía atómica tan lejanos como 1895 en la novela The Crack of Doom de Robert Cromie, era un tema que sólo aparecía en relatos de ciencia ficción.

Para contextualizar conviene recordar que un joven John W. Campbell había asumido la dirección de Astounding en 1938 y había convertido a la revista en la primera publicación del género auténticamente para adultos, alternando relatos de los futuros participantes de una era dorada del género (Asimov, Heinlein, Sturgeon, entre otros), con otros profesionales del oficio que sólo buscaban sumar unos dólares. Entre estos últimos estaba Cleve Cartmill (1908-1964), a quien el mismo Campbell le envió una carta sugiriéndole que escribiera un cuento sobre una superbomba en agosto de 1943. Después de una serie de intercambios donde Cartmill le pedía a Campbell más precisiones técnicas (no tenía formación científica, a diferencia de Campbell, que había estudiado en el MIT), finalmente le envió “Deadline”, que fue publicado en el número de marzo de 1944 de Astounding.

La historia cuenta las aventuras de un agente que es enviado detrás de las líneas enemigas para destruir una bomba atómica. Hay mucha información técnica, casi textual de cómo la había enviado Campbell, que no le suma nada a la trama pero pretende dar un soporte científico.

Poco después de su publicación, se presentó inesperadamente en la oficina de Campbell un agente del


Cuerpo de Contrainteligencia, Arthur Riley, con la intención de averiguar de dónde había tomado la información el autor del cuento. Las sospechas de Riley se dispararon cuando se enteró que Campbell había almorzado recientemente con Edgar Norton, que había realizado varias tareas para Bell Labs, empresa fuertemente involucrada en el Proyecto Manhattan, y con Will Jenkins (el escritor de ciencia ficción Murray Leinster), que había sido investigado por otro cuento un par de años antes.

Norton y Jenkins fueron entrevistados por separado para saber qué opinaban del cuento de Cartmill: el primero dijo que era una historia infantil mientras que Jenkins dijo que era muy bueno, pero ambos subrayaron que técnicamente era muy sólido y que la información presentada allí se podía encontrar en cualquier biblioteca. Mientras tanto se estableció un seguimiento de Cartmill, interceptando su correo postal y controlando sus movimientos.

Entrevistado en dos oportunidades por agentes de seguridad, Cartmill terminó presentando las cartas de Campbell donde le ofrecía los datos técnicos que volcó en el relato y que desataron la inquietud de las fuerzas de contrainteligencia. Campbell, de quien nadie podía dudar de su rancio patriotismo, fue amenazado con que si volvía a publicar un relato sobre energía atómica o alguna de sus derivaciones,  se le prohibiría enviar Astounding por correo, lo que significaría la quiebra automática de la revista. Después se supo que todo había escalado cuando un teniente coronel de la División de Inteligencia y Seguridad en Oak Ridge, Tennesse, W. B. Parsons, donde se generaba uranio purificado, había consultado a sus técnicos sobre la información científica del relato, que le contestaron que, si bien era pública, reunirla y acomodarla como se presentaba era altamente sospechoso y sólo lo podría hacer un experto. Campbell había asistido a un taller sobre energía atómica cuando estudiaba en el MIT. Finalmente la cuestión fue desestimada y se consideró que todo el esfuerzo y recursos destinados a investigar una supuesta filtración de información habían sido desperdiciados.

Apenas terminada la guerra, Jenkins aprovechó para publicar la primera novela sobre un mundo devastado tras un holocausto nuclear, The Murder of the U. S. A. (Atentado a los Estados Unidos. Barcelona: EDHASA, 1956. Nebulae, 28). Y llegó a afirmar que si el enemigo hubiera leído las revistas de ciencia ficción podría haber ganado la guerra. Cartmill estuvo cinco años sin publicar nada en revistas del género y luego lo hizo esporádicamente. Campbell continuó dirigiendo Astounding hasta su muerte en 1971, ya con el nombre de Analog.

Carper, el autor del artículo sobre el que se basa la información aquí presentada, identificó otros tres textos que infringieron la normativa de censura, todos considerados como ciencia ficción pero publicados fuera de los medios asociados al género.

© Luis Pestarini


viernes, 5 de agosto de 2022

Sobre la supuesta respuesta de Lenin a "La máquina del tiempo", por Patrick Parrinder

Lenin

Hay una supuesta cita de V. I. Lenin sobre el potencial impacto humano de los viajes espaciales y las comunicaciones interplanetarias que surge frecuentemente y ahora es un elemento estándar en la historia cultural de la Revolución Rusa. Muchos eruditos literarios la han repetido, incluido quien firma (Parrinder 135).

La primera y más completa versión en inglés de la cita de Lenin se encuentra en la traducción de Moura Budberg de The Life and Thought of H.G. Wells (1966) de Julius Kagarlitski, donde, en medio de una discusión sobre La máquina del tiempo, nos encontramos con lo siguiente:

“En 1920, después de una conversación con Lenin, Wells escribió una nota que se publicó recientemente, después del vuelo soviético a la Luna. “Lenin dijo”, escribió Wells, “que al leer La máquina del tiempo entendió que las ideas humanas se basan en la escala del planeta en el que vivimos: se basan en la suposición de que las potencialidades técnicas, a medida que se desarrollan, nunca podrán sobrepasar 'el límite terrenal'. Si logramos tomar contacto con otros planetas, todas nuestras ideas filosóficas, sociales y morales tendrán que ser revisadas y se pondrá fin a la violencia como medio inevitable de progreso”. (46)

Sin embargo, el libro de Kagarlitski, que fue publicado originalmente tres años antes en ruso, no tiene notas ni referencias. La "publicación reciente" a la que se refiere es evidentemente un artículo de Elizaveta Drabkina aparecido por primera vez en el número de diciembre de 1961 de Novy Mir, reimpreso en Izvestia 22. (Darko Suvin, quien en Metamorfosis de la ciencia ficción [287] resume los supuestos comentarios de Lenin, confirmó en una comunicación privada que ésta fue la fuente). Pero ¿de dónde obtuvo Drabkina esta información? Ella misma afirma que la "nota" olvidada de Wells había sido rescatada de los archivos por el diario francés Paris-presse l'intransigeant, algo que al poeta y miembro del Partido Comunista Louis Aragon le había llamado la atención. ¡Esta "nota", sin duda escrita en inglés, que registraba lo que había dicho en su inglés fluido el líder soviético, aparentemente había sido traducida al francés y al ruso antes de ser traducida nuevamente a su idioma original! Cabe añadir que la versión del Paris-presse, que aparece en un recuadro de texto bajo el título “Ce qu'en pensait Lénine” [Lo que pensaba Lenin], era parte de la cobertura del periódico, en primera plana, del lanzamiento del cohete Luna-2 el 15 de septiembre de 1959, y está redactada en un francés notablemente idiomático.

No hay registro oficial de la conversación entre Lenin y Wells, que tuvo lugar en el Kremlin el 6 de octubre de 1920, con otras dos personas presentes. Tampoco, que yo sepa, los biógrafos de Lenin o Wells han citado la supuesta respuesta del primero a La máquina del tiempo. Wells regresó a Londres casi inmediatamente después de la reunión, pasando por San Petersburgo, donde, casualmente, compartió sus impresiones sobre Lenin con una nueva relación, quien finalmente se convertiría en su compañera por mucho tiempo, Moura Budberg. (Desafortunadamente, la participación de esta última como traductora de Kagarlitski no agrega nada para autentificar los comentarios de Lenin.) El relato de Wells sobre su encuentro con Lenin fue publicado casi de inmediato, por entregas, en el Sunday Express, y se incluyó en su libro Rusia en las sombras a fin de año con el nombre “El Soñador en el Kremlin” (123-42). Esta crónica no menciona ni La máquina del tiempo ni la comunicación interplanetaria. Tampoco se mencionan en los diarios de la escultora británica Clare Sheridan, quien habló con Wells inmediatamente después de que abandonara el Kremlin, y con el mismo Lenin al día siguiente. Sheridan, sin embargo, registra que Lenin le dijo el 7 de octubre que había leído parte de Joan y Peter (1918) pero nada de la ciencia ficción de Wells (102-103, 108). Que yo sepa, nunca se ha encontrado ninguna otra "nota" de Wells de su conversación con Lenin.

Wells

Desde un punto de vista literario, los comentarios de Lenin manifiestamente suenan falsos ya que La máquina del tiempo (1895), a diferencia de varios trabajos posteriores de Wells, no hace referencia a posibles comunicaciones interplanetarias o viajes espaciales. Pero esto no ha impedido que los académicos repitan estos comentarios y, en algunos casos, agreguen nuevos errores. Por ejemplo, Mark Steven (175, 241n) atribuye la “anécdota” de Lenin a Máximo Gorki, como resultado de una mala lectura de una nota de la especialista rusa Susan Buck-Morss (44, 296n), quien cita a su vez a otro especialista ruso, Richard Stites (42, 263n). Algunos de estos académicos, incluido Darko Suvin, se han propuesto explicar por qué, en medio de una terrible hambruna y una guerra civil, el líder soviético pudo haber encontrado tiempo para pensar en un futuro interplanetario. Pero lo que nadie, incluidos los especialistas rusos, notó es que el propio Kagarlitsky reiteró la cita de Lenin en un breve artículo publicado en 1970 en la revista Voprosy Literatury de la Unión de Escritores Soviéticos, una fuente nada oscura. Allí escribió que se le preguntó a Paris-presse de dónde habían tomado la información, pero no respondieron. (El periódico cerró en 1970.) Kagarlitski concluyó —quizás para profunda decepción de aquellos que soñaron con un Lenin que fuera capaz de dudar ideológicamente de sí mismo e interesarse en la posibilidad del viaje espacial— que los comentarios de Lenin no tenían ninguna base fáctica (1970, 244). ¿Toda esta historia no fue más que la inspiración de última hora de un escritor parisino ansioso por llenar la primera plana? Es muy probable que nunca lo sepamos.

NOTA: Estoy profundamente agradecido a Galya Diment y Vitaly Babenko por identificar y comentar algunas de las fuentes anteriores, y también por las traducciones del ruso.

Obras mencionadas

Buck-Morss, Susan. Dreamworld and Catastrophe: The Passing of Mass Utopia in East and West. 2000. Cambridge, MA: MIT P, 2002.
“Ce qu’en pensait Lénine. Paris-presse l’intransigeant (15 Sep. 1959): 1.
Drabkina, E. “Nevozmozhnego niet!” [No es imposible]. Novy Mir 12 (1961): 6-10.
Kagarlitski, J. “Chital li Lenin Wellsa?” [¿Lenin leyó a Wells?] Voprosy Literatury 10 (1970): 244.
─────. The Life and Thought of H.G. Wells. Trans. Moura Budberg. London: Sidgwick and Jackson, 1966.
Parrinder, Patrick. Shadows of the Future: H.G. Wells, Science Fiction and Prophecy. Liverpool: Liverpool UP, 1995.
Sheridan, Clare. Russian Portraits. London: Cape, 1921.
Steven, Mark. Red Modernism: American Poetry and the Spirit of Communism. Baltimore: Johns Hopkins UP, 2017.
Stites, Richard. Revolutionary Dreams: Utopian Vision and Experimental Life in the Russian Revolution. New York: Oxford UP, 1989.
Suvin, Darko. Metamorphoses of Science Fiction: On the Poetics and History of a Literary Genre. 1979. Ed. Gerry Canavan. Bern: Peter Lang, 2016.
Wells, H.G. Russia in the Shadows. London: Hodder and Stoughton, 1920. 

 

Tit. Org.: Lenin and The Time Machine

Publicado originalmente en Science Fiction Studies n° 135

© 2018 del autor

Traducido por L. P.