domingo, 21 de marzo de 2021

Y no habrá pánico, Ray Bradbury

Un muy joven Bradbury
junto a Marlene Dietrich

 Este breve texto se publicó en español por única vez en el número del 11 de diciembre de 1981 en la revista Somos.

Muchos creen que la ciencia ficción es un fenómeno de nuestros días. Nada más errado. Si agudizamos nuestros sentidos podemos advertir que la mismísima República de Platón es un serio antecedente de ella, sencillamente porque ciencia ficción es nada más y nada menos que hablar o contar cosas que no existen. Si continuamos por este camino nos encontramos con que podrían militar en esta categoría todas las representaciones de mundos fantásticos o utópicos, desde los antiguos griegos hasta las de Tommaso Campanella y Tomás Moro. Así y todo la ciencia ficción contemporánea reconoce en Julio Verne no sólo a su fundador sino también a uno de los que más la alimentó.

La tecnología y el cine han contribuido a popularizar o difundir esta disciplina antes exclusividad de unos pocos iniciados. Un ejemplo claro han sido las películas 2001, Odisea del espacio, La guerra de las galaxias y Encuentros cercanos del tercer tipo, que cuenta el primer contacto de un ser de otro planeta con los terráqueos. ¿Por qué el éxito de estos films? Seguramente su carácter taquillero está muy relacionado con las misiones Apolo, con los alunizajes, con las sondas que llegaron a Marte, con los famosos discos Voyager que transportan mensajes interplanetarios, y con un fenómeno que seguramente se está produciendo en el hombre común: la prueba de que, después de todo, nuestras fábulas y novelas no están tan descolgadas de la realidad.

No faltan, por supuesto, los apresurados de siempre que aseguran que el boom de la ciencia ficción tiene sus raíces en una actitud escapista de la gente. Yo creo que es al revés. Que es una manera de prepararse, de pararse frente a la realidad y perder los temores. El hombre de hoy se plantea a fondo los problemas del Universo y eso está demostrado en Encuentros cercanos… su raíz filosófica y religiosa trata del lugar que ocupa el hombre dentro del Universo. Aquellos que nos acusan de locos o delirantes no tienen que olvidar la retahíla de profecías que lanzó la ciencia ficción, que fueron calificadas de despropósitos en su momento y que hoy son realidad contante y sonante: el rayo láser, la visita del hombre a la Luna, la exploración de Marte. Muchos hemos hablado en nuestros libros de cerebros electrónicos y bomba atómica. El primer ingenio nuclear apareció en una serie de cuentos que publicó en los años 1940, 1941 y 1942 la revista de ciencia ficción Astounding.

Pero todavía el futuro nos reserva algunas sorpresas o maravillas. Personalmente pienso que no habrá guerra nuclear a nivel mundial y que la especie humana sobrevivirá. Colonizaremos la Luna, luego Marte y mucho después, dentro de un siglo, pasaremos la barrera de nuestro sistema solar rumbo a las estrellas. Dentro de quinientos siglos tendremos domicilio en planetas que están a cinco, seis, siete u ocho años luz de nosotros. Sí creo en la formación de colonias espaciales y estoy convencido de que el hombre partirá a la caza de asteroides y la extracción de minerales y metales en lejanos puntos del universo.

Muchas veces los periodistas me preguntan si la ciencia ficción ha vaticinado algo sobre la reacción de los hombres ante un encuentro cercano del tercer tipo. Mi respuesta es siempre la misma: no habrá pánico, será una experiencia casi religiosa, porque se está preparando para una experiencia de ese tipo, porque el hombre sabe que no está solo en toda la creación. Si creyera esto cometería pecado de soberbia. Espero con ansiedad el momento y lo imagino como una experiencia sumamente conmovedora, teñida de profunda religiosidad. Será una experiencia emocionante. Cuando charlo sobre el tema con Allen Hinek, astrónomo norteamericano y experto en estas lides, me dice que “no podemos permanecer indiferentes o pensar que se trata de meros delirios. Recordemos la incredulidad que rodeaba a Galileo cuando hablaba de manchas solares. Lo acusaron de hereje, y hoy sabemos que muchos de los fenómenos atmosféricos y climáticos se deben precisamente a esas manchas”.