lunes, 2 de mayo de 2022

Entrevista a Octavia E. Butler, por Stephen W. Spotts

 


Con un puñado de novelas y menos de una decena de cuentos, Octavia E. Butler (1947-2006) construyó una de las obras literarias más influyentes y cada vez más valorada de las últimas décadas. Su abordaje de temas como las relaciones interpersonales y de poder ofrecen nuevas e intensas perspectivas. Esta entrevista fue realizada telefónicamente en febrero de 1996.

Stephen W. Potts: Tu nombre ha estado apareciendo cada vez con más frecuencia en las publicaciones académicas dedicadas al estudio serio de la ciencia ficción. ¿Lees las reseñas o la crítica literaria de tu obra?

Octavia E. Butler: Lo hago, pero tiendo a molestarme. No cuando estoy en desacuerdo con la interpretación que hace alguien, sino cuando me queda claro que no leyó el libro completo. No me disgusta cuando están fácticamente equivocados sobre algún incidente, lo que le puede pasar a cualquiera, pero lo estoy cuando están errados en algo de importancia. Por ejemplo, alguien escribió una reseña de Parábola del sembrador que decía: “Oh, la religión Semilla Terrestre es tan acogedora como el Cristianismo”, y yo pensé que esta persona no debía haberse esforzado en leer los versos de Semilla Terrestre y sacó esa conclusión del título.

SWP: Pregunto porque una parte sustancial de la teoría literaria moderna está obsesionada con las relaciones de poder y sobre el cuerpo humano como un lugar de conflicto: entre hombres y mujeres, entre clases y razas, entre pueblos imperialistas y coloniales. Estas cuestiones se entrecruzan armoniosamente con los temas en discusión en tu ficción. Me preguntaba si estabas familiarizada de alguna manera con la teoría cultural.

OEB: Ah. No, evito toda teoría crítica porque me preocupa que influence mi trabajo. Quiero decir, no me preocupa que la no ficción en general se meta en mi obra —de hecho, espero que lo haga— pero si me preocupa que la crítica me influencie porque puede crear un círculo vicioso o algo peor. Es sólo una impresión de mi parte pero, en ciertos casos, críticos y autores parecen estar masajeándose entre sí. Eso no es muy bueno para la narrativa.

SWP: La primera obra tuya que leí fue “Hija de sangre” en su edición original en la revista Asimov’s. Recuerdo quedar particularmente impresionado por cómo habías tomado el monstruo invasor de grandes ojos, de la ciencia ficción clásica, y lo habías convertido en una figura maternal y seductoramente acogedora.

OEB: Esa es básicamente una historia de amor. Hay muchas formas diferentes de amor en ese cuento: amor familiar, amor físico… El alienígena necesita del muchacho para procrear, y se lo hace más fácil al mostrarle afecto y ganarse su agradecimiento. Después de todo, ella va a tener sus hijos con él.

SWP: De hecho, lo embaraza.

OEB: Exacto. Pero muchos críticos la leyeron como una historia sobre la esclavitud, probablemente porque soy negra.

SWP: Te iba a preguntar más adelante sobre hasta dónde tu obra trata sobre la esclavitud.

OEB: En los únicos lugares en los que escribo sobre la esclavitud es donde lo hago explícitamente.

SWP: Como en Parentezco.

OEB: Y en Mind of My Mind y en Wild Seed. Lo que intenté hacer en “Hija de sangre” fue algo diferente a la historia de la invasión. Muy a menudo se pueden leer novelas sobre humanos colonizando otros planetas y se ve que la historia toma uno de estos dos cursos: que los alienígenas se resistan y tengamos que conquistarlos con violencia, o que se subordinen y se conviertan en buenos sirvientes. En el último caso, estoy pensando en una novela específica, pero no quiero mencionarla. A mi no me gusta ninguna de estas dos alternativas, y quería crear una nueva. Me refiero a que se supone que la ciencia ficción tiene que explorar nuevas ideas y posibilidades. En el caso de “Hija de sangre”, creé un alienígena que fuera diferente de nosotros, pero todavía reconocible: una criatura al estilo centípeda. Pero no se suponía que la consideraran el mal.

SWP: Algo similar sucede en la trilogía “Xenogénesis” ¿no? Cuando enseñaba esos libros en mis clases universitarias, descubrí un desacuerdo sobre cuál es la peor especie, los humanos o los oankali. La humanidad tiene esta debilidad jerárquica, particularmente en los machos, pero los oankali son los usuarios definitivos, adaptando no sólo el genoma humano entero para sus propios propósitos sino que además terminan destruyendo el planeta para el resto de las especies. ¿Se supone que debemos encontrar aquí un equilibrio de defectos?

OEB: Ambas especies tienen sus fortalezas y debilidades. Hay pequeños grupos de humanos violentos, pero no vemos a todos los humanos desenfrenados como resultado de su Contradicción. En su mayor parte, los oankali no fuerzan o apresuran a los humanos a aparearse sino que intentan atraerlos gradualmente. En realidad, en Ritos de madurez, el constructor Akin convence a los oankali de que no pueden destruir a los seres humanos que se reusen a participar. Los oankali deciden que los humanos se merecen un mundo intacto para ellos mismos, incluso si es Marte.

SWP: En los casos tanto de los humanos como de los oankali, ofreces argumentos sociobiológicos para explicar sus conductas: los humanos están inclinados a destruirse a sí mismos y a los demás, lo oankali están biológicamente conducidos a cooptar el genoma de otras especies y literalmente robarse sus biósferas. ¿Compartes mayormente los principios sociobiológicos?  

OEB: Algunos lectores me ven como totalmente sociobiológica, pero eso no es cierto. Creo que es necesario aceptar que nuestro comportamiento está controlado en algún punto por las fuerzas biológicas. A veces un pequeño cambio en el cerebro, por ejemplo —apenas unas pocas células—puede alterar por completo el comportamiento de una persona o un animal.


SWP: ¿Estás pensando en los libros de Oliver Sacks, como El hombre que confundió a su esposa con un sombrero?

OEB: Exacto. O el hongo que provoca que las hormigas tropicales escalen árboles para esparcir sus esporas, o la enfermedad que hace que el ñu pase sus últimos días caminando en círculos. Pero yo no acepto lo que llamaría sociobiología clásica. A veces podemos evitar nuestra programación si la comprendemos.

SWP: La explotación de la reproducción y, por extensión, de la familia aparece en cierto número de tus obras. Doro en las novelas de la serie Patternist está criando una raza superior y usa lazos familiares con heroínas como Anyanwu en Wild Seed y Mary en Mind in my Mind para ayudar a mantenerlas bajo control. Reproducción y familia son cruciales en la relación en “Hija de sangre” y entre los humanos y oankali en Xenogenesis. ¿Te enfocaste intencionalmente sobre cuestiones reproductivas y familiares como un tema central, o simplemente sucedió?

OEB: Tal vez como mujer no puedo dejar de marcar la importancia de la familia y la reproducción. No sé cómo se sienten los hombres sobre esto. Aún cuando no tengo esposo ni hijos, tengo otra familia, y me parece nuestro más importante conjunto de relaciones. Es en gran parte lo que somos. Tampoco es necesario que la familia se conforme sólo por relaciones exclusivamente biológicas. Conozco familias que han adoptado individuos externos, y no me refiero a niños legalmente adoptados sino adultos, amigos, personas que simplemente ingresan en tu familia y ahí se quedan. Los lazos familiares incluso pueden sobrevivir a abusos realmente terribles.  

SWP: Por supuesto, muestras el poder de semejantes lazos operando en alguna dirección; por ejemplo, Anyanwu en Wild Seed y Dana en Parentezco: ambas finalmente sacan ventaja del hecho de que sus respectivos “maestros” las necesitan.

OEB: Ellas no reconocen a estos hombres como sus maestros.

SWP: Puse la palabra entre comillas. ¿Estás sugiriendo que la gente en posiciones de subordinados debería reconocer y explotar el poder que tienen?

OEB: Haces lo que tienes que hacer. Haces el mejor uso de cualquier tipo de poder que tengas.

SWP: Incluso vemos que los humanos tienen más poder del que creen sobre lo oankali. Especialmente con el constructo ooloi en Imago: no tienen identidad sin los machos humanos. Aaor lo convierte en una babosa.  

OEB: Los constructos son un experimento. No saben lo que van a ser, o cuándo va a suceder. Y no necesitan a los humanos específicamente, aunque los prefieren; pueden establecer vínculos con todo. Pero tienen que intimar.

SWP: Me gustaría volver un poco a tu historia literaria. ¿Quiénes fueron tus influencias cuando eras una aprendíz de escritora?

 OEB: Leía un montón de ciencia ficción sin ningún tipo de discriminación cuando estaba madurando. Me refiero a buena, mala u horrible [risas]. No me importaba. Recuerdo prenderme de algunos y leer todo lo que pudiera encontrar, de gente como John Brunner, que escribió mucho. Podía tomar un Ace Double[i] en una librería de usados por centavos, así que siempre estaba leyendo a John Brunner. Y a Theodore Sturgeon… para cuando estaba leyendo ciencia ficción para adultos, él tenía una obra considerable. Y por supuesto, Robert A. Heinlein. Puedo recordar mi primer cuento de ciencia ficción adulta, un cuento llamado “Lorelei of the Red Mist”. Si no estoy equivocada, fue el primer cuento publicado de Ray Bradbury. Leigh Brackett lo comenzó y él lo terminó[ii].

SWP: ¿Puedes pensar en alguien por fuera de la ciencia ficción?

OEB: Me inclinaba a leer cualquier cosa que estuviera en casa, lo que significó que leí un montón de cosas raras. ¿Quién era ese tipo que solía escribir sobre los clubes de hombres todo el tiempo? John O’Hara. Era Marte para mí. Me gustan las novelas de misterio británicas del período de entreguerras por la misma razón. Tienen lugar en Marte; eran de mundos distintos.

SWP: ¿Podríamos suponer que, dado que John O`Hara escribe sobre la cultura blanca de la clase alta, su mundo sería casi tan alienígeno para ti como los de la ciencia ficción?

OEB: Completamente. Había un libro con sus cuentos en casa, como también libros de James Thurber y James Baldwin.Yo no leí nada de Langston Hughs hasta que fui adulta, pero recuerdo ser arrastrada por él y Gwendolyn Brooks. Cuando estaba madurando, los únicos negros con los que cruzabas en la escuela eran esclavos —que siempre eran tratados bien— y después, cuando llegamos a ser individuos, Booker T. Washington y George Washington Carver. Booker T. Washington fundó un instituto, y Carver hizo algo con los maníes; nunca supimos qué. Nunca leíamos algo de un escritor negro excepto The Creation de [John Weldon] Johnson, y eso fue en la escuela secundaria. Nos las arreglamos para atravesar la adolescencia sin que nos introdujeran en ninguna cultura negra.

SWP: Pertenezco a la misma generación, y recuerdo que no fue realmente hasta los setenta en que comenzamos a abrir el canon. En realidad, este tema es todavía controvertido, juzgado desde la llamada “guerra cultural” sobre cuán inclusivo debería ser el canon o si siquiera deberíamos tener uno.

OEB: Sí, es muy malo cuando… bien, había una persona a la que respetaba mucho, pero no pudo encontrar una sola persona negra para poner en el canon, así que dejé de respetarla de modo muy contundente.

SWP: En la superficie, Parábola del sembrador parece un cambio de dirección con respecto a tu obra anterior.


OEB: En realidad no. También es fundamentalmente sobre el poder social.

SWP: Pero es mucho más una extrapolación cercana de las tendencias actuales: la creciente brecha entre las clases sociales, el miedo al crimen, el caos de las ciudades extendiéndose a los suburbios, las fuerzas centrífugas desgarrando nuestra sociedad.

OEB: Sí. Realmente me angustia que veamos estas cosas sucediendo ahora en la sociedad estadounidense cuando no debería ser así. Algunas personas insisten que todas las civilizaciones tienen su auge y su caída —como la británica antes que la nuestra— pero hemos provocado esto nosotros mismos. Lo que ves hoy ha sucedido antes: unos pocos poderosos quedándose con todo con la aprobación de una clase debajo de ellos que no tiene nada que ganar y sí mucho que perder como resultado de eso. Es como la Guerra Civil: la mayoría de los hombres que pelearon para mantener la esclavitud en realidad estaban siendo perjudicados por ella. Como granjeros no podían competir con las plantaciones, y ni siquiera podían ofrecerse como trabajadores para competir con los esclavos que les salían mucho más baratos a los patrones. Pero de todos modos apoyaban el sistema de esclavitud.

SWP: Probablemente se oponían a una discriminación positiva.

OEB: [risas] Correcto. Supongo que muchas personas sólo necesitaban a alguien para sentirse superiores y sentirse mejor. Ves a los estadounidenses haciendo eso ahora, desgraciadamente, mientras votan contra sus propios intereses. Es un tipo de cortoplacismo que nos está destruyendo.

SWP: ¿De algún modo estos problemas son propios de la sociedad estadounidense?

OEB: Oh, no, por supuesto que no.

SWP: Estaba seguro de que dirías eso.

OEB: Estamos viendo una forma particular estadounidense, pero mira a la Unión Soviética. En cuanto apareció el capitalismo, fue asombroso lo rápido que desarrollaron el problema del crimen. Desafortunadamente, la mayoría de los capitalistas más exitosos ahora parecen ser los criminales.

SWP: Lo que es irónico porque en la teoría marxista soviética la clase capitalista estaba asociada con la clase criminal.

OEB: Ese puede ser el problema. Estamos metiéndonos en un territorio muy turbio: escuché de un anciano en Rusia que trató de convertir su granja en una empresa privada exitosa, pero llegaron sus vecinos y destruyeron sus esfuerzos. Él no era un criminal, pero para ellos ese tipo de conducta individualista que buscaba sacar réditos era criminal. Supongo que para tener éxito en Rusia tienes que tener a alguien que (a) no le importe lo que piensen sus vecinos y (b) tenga un guardaespaldas. Y si estás en esa posición probablemente seas un criminal.

SWP: Volviendo a Parábola del sembrador, Lauren Olamina es empática…

OEB: Ella no es empática. Ella cree que lo es. Generalmente en la ciencia ficción “empático” significa que realmente estás sufriendo, que interactúas activa y telepáticamente con otra persona, y ella no lo hace. Tiene la ilusión de que no puede estar afectada. Es algo programado biológicamente en ella.

SWP: Interesante. Entonces ¿qué está pasando, digamos, cuando siente el dolor del perro herido que termina matando?  

OEB: Oh, inclusive si no es así, ella lo siente. En el primer capítulo del libro ella habla sobre su hermano haciéndole bromas —haciéndole creer que estaba lastimado, o que estaba sangrando, haciéndola sufrir. Realmente me ha provocado desazón que haya gente que afirma que Lauren es telépata, que insista en que ella tiene este poder. Lo que ella tiene es una ilusión bastante devastadora.

SWP: ¿Entonces deberíamos tener una distancia irónica de ella?

OEB: No.

SWP: Sin embargo deberíamos identificarnos con ella.

OEB: Tengo la esperanza que los lectores se identificarán con todos mis personajes, al menos mientras están leyendo.

SWP: A través de Semilla Terrestre, Lauren tiene la esperanza de recuperar un sentido de objetivo comunitario y tiene la intención de que los ojos de las personas vuelvan a las estrellas. Eso me hace pensar: el programa espacial de los sesenta realmente fue parte de la esperanza general de la década, parte de nuestra sensación de que todo era posible si luchábamos juntos como un todo.

OEB: Y esa fue la década de mi adolescencia. Seguimos tocando la misma grabación. Antes hablaba sobre eso: comenzamos algo y luego lo hacemos crecer hasta cierto punto y entonces se destruye a sí mismo o lo destruye alguien de afuera… ya sea, Egipto, Roma o Grecia, este país o Gran Bretaña, pon el ejemplo que quieras. Siento que vamos a continuar tocando el mismo registro hasta que todo explote —y lo digo en el libro, aunque no con estas palabras— o vamos a tener que hacer algo distinto. Y creo que la mejor manera de hacer algo distinto es ir a algún lugar donde las demandas sean distintas. No porque vayamos a un lugar nuevo y vamos a cambiar, sino que al ir a ese lugar nos vimos obligados a cambiar.  

SWP: ¿Crees que seremos mejores por ese cambio?


OEB: Es posible. Podríamos ser mejores o podríamos ser peores. No hay una póliza de seguro.

SWP: Supongo que podemos esperar otro libro que retome el final de Parábola del sembrador.

OEB: Parábola de los Talentos es el libro en el que estoy trabajando ahora.

SWP: Será interesante ver hacia donde llevas la historia.

OEB: Bueno, en Parábola del sembrador yo me enfoqué sobre los problemas: las cosas que estábamos haciendo mal, que pensábamos que estábamos haciendo mal, y adónde podían llevarnos estas cosas. Hice un verdadero esfuerzo sobre lo que realmente podría suceder o ya estaba sucediendo: las comunidades amuralladas, el analfabetismo, el calentamiento global y muchas cosas por el estilo. En Parábola de los Talentos quiero darles a mis personajes la oportunidad de trabajar en las soluciones, digamos “¡Aquí está la solución!”

SWP: Parábola del sembrador fue publicada por una pequeña editorial (Four Walls Eight Windows), como lo fue Hija de sangre y otros cuentosParentezco también fue reeditada por otra pequeña editorial (Beacon). Siendo una exitosa escritora de ciencia ficción ¿qué te hizo volcarte hacia editoriales menos comerciales?

OEB: Probablemente había alcanzado algún tipo de meseta en la ciencia ficción, y no podía ver cómo salir de ahí. Sabía que tenía al menos tres audiencias, pero no podía conseguir que mi editor de ciencia ficción le prestara alguna atención. No podía decirles todo el tiempo sin que respondieran “Sí, tienes razón” y luego partían a hacer otra cosa. Sabes, la mejor forma de ganar una discusión es dar la razón y luego olvidarte del tema. Yo quería intentar con una de las grandes editoriales que no están asociadas normalmente con la ciencia ficción, y entonces apareció mi agente con esta pequeña editorial. Pensé en aprovechar la oportunidad.

SWP: ¿Te gustaría derribar algunos de los muros entre los géneros editoriales?

OEB: Oh, eso no es posible. Ya sabes cómo somos; si terminamos con algunos, inventaremos otros.

SWP: Pregunto en parte porque noté que Beacon Press publicó Parentezco como un libro en su colección de “Escritoras negras”.

OEB: Sí, te mencioné que tenía tres tipos de lector: los de la ciencia ficción, los negros y las feministas.

SWP: Y ser rotulada en una de esas categorías no te molesta.

OEB: Bueno, allí están, como lo estoy diciendo, y no hay nada que se pueda hacer sobre eso.

SWP: Recuerdo que durante la New Wave de los sesenta…

OEB: Oh ¿dónde quedó eso ahora?

SWP: —Yo estaba entre los que creían que la ciencia ficción se dirigía hacia la vanguardia de la literatura.

OEB: Bueno, una parte se fundió con el mainstream. En otros casos, había personas que no llamaban “ciencia ficción” lo que estaban haciendo. Me refiero a que Robin Cook no anunciaba que estaba haciendo ciencia ficción médica ni Dean Koontz publica su obra como ciencia ficción. Y hay un montón de personas que escriben ciencia ficción aunque la expresión no aparece en ninguna parte del libro. No significa que no les guste la ciencia ficción sino que quieren tener una buena vida.

SWP: Como señalé al principio, tus enfoques sobre el poder, el género y la raza coinciden con muchos de los intereses de la actual teoría literaria, y tu raza y género inevitablemente aparecen en las críticas literarias de tu obra. ¿Ser una mujer afroamericana influyó en tus elecciones de temas y acercamientos?

OEB: No creo que pudiera ser de otra manera. Todos los escritores están influenciados por quiénes son. Si eres blanco, podrías escribir sobre ser chino, pero introducirías un montón de cosas que tienen que ver con lo que eres.

SWP: No puedo dejar de notar —como tú misma observaste en tu ensayo “Obsesión positiva”— que eres única en la comunidad de la ciencia ficción. Si bien hay muchas más mujeres en el género de lo que había hace treinta años, pocas son afroamericanas, ni siquiera puedo pensar en otra.

OEB: He escuchado de algunas que han publicado cuentos. Las que realmente están escribiendo libros no se llaman a sí mismas escritoras de ciencia ficción, lo que es un acierto porque en realidad escriben terror o fantasía. Por ejemplo, la mujer que escribió las historias lésbicas de vampiros, las de Gilda, Jewelle Gómez… no es una escritora de ciencia ficción sino de fantasía, pero es parte de la familia. Pero no creo que ni siquiera presente su obra de esa manera.

SWP: ¿Crees que todavía hay mucha gente que tiene la impresión de que la ciencia ficción es básicamente un género de hombres blancos?

OEB: Sí. De hecho, a veces cuando hablo a un público general se sorprenden que haya un montón de mujeres en la ciencia ficción. Porque tienen una noción bastante instalada de lo que es la ciencia ficción; provenga esta de la televisión o la recogan de alguna manera del aire, del ambiente.

SWP: ¿Algunos consejos para la comunidad de la crítica de la ciencia ficción sobre cómo aproximarse a tu obra?

OEB: Oh, no ¡por Dios!

SWP: [risas]

OEB: Tan lejos como llegue la crítica, lo que un lector saca de una obra es tan importante como lo que yo puse en ella, así que no me molesto cuando soy malinterpretada. Excepto cuando dicen lo que realmente quería decir era esto y aquello, y me dicen: “Oh, pero inconscientemente debes haber querido decir esto”. Entonces digo: ¡déjenme sola! [risas] No me importan los intentos de interpretar mi ficción, pero no quiero tener críticos que interpreten mi subconsciente. Dudo que estén calificados para ello.

 Traducido por L. P.



[i] Entre 1952 y 1973 Ace Books publicó más de 200 de estos libros, que contenían dos novelas en formato inverso: lo que debería ser la contratapa de una de ellas era en realidad la tapa de la otra, con el texto invertido. Allí aparecieron autores como Dick o Simak a otros que no pasaron a la historia. (N. del T.)

[ii] Éste no es el primer cuento publicado por Bradbury: ya tenía decenas de cuentos en revistas cuando apareció en 1946. El primer relato profesional lo publicó en 1939. (N. del T.)