Con un puñado de novelas y menos de una decena de cuentos, Octavia E. Butler (1947-2006) construyó una de las obras literarias más influyentes y cada vez más valorada de las últimas décadas. Su abordaje de temas como las relaciones interpersonales y de poder ofrecen nuevas e intensas perspectivas. Esta entrevista fue realizada telefónicamente en febrero de 1996.
Stephen W. Potts: Tu nombre ha estado apareciendo cada vez con más frecuencia en las publicaciones académicas dedicadas al estudio serio de la ciencia ficción. ¿Lees las reseñas o la crítica literaria de tu obra?
Octavia E. Butler: Lo hago, pero tiendo a
molestarme. No cuando estoy en desacuerdo con la interpretación que hace
alguien, sino cuando me queda claro que no leyó el libro completo. No me
disgusta cuando están fácticamente equivocados sobre algún incidente, lo que le
puede pasar a cualquiera, pero lo estoy cuando están errados en algo de
importancia. Por ejemplo, alguien escribió una reseña de Parábola del sembrador que decía: “Oh, la religión Semilla
Terrestre es tan acogedora como el Cristianismo”, y yo pensé que esta persona
no debía haberse esforzado en leer los versos de Semilla Terrestre y sacó esa
conclusión del título.
SWP: Pregunto porque una parte sustancial de
la teoría literaria moderna está obsesionada con las relaciones de poder y
sobre el cuerpo humano como un lugar de conflicto: entre hombres y mujeres,
entre clases y razas, entre pueblos imperialistas y coloniales. Estas
cuestiones se entrecruzan armoniosamente con los temas en discusión en tu
ficción. Me preguntaba si estabas familiarizada de alguna manera con la teoría
cultural.
OEB: Ah. No, evito toda teoría crítica porque
me preocupa que influence mi trabajo. Quiero decir, no me preocupa que la no
ficción en general se meta en mi obra —de hecho, espero que lo haga— pero si me
preocupa que la crítica me influencie porque puede crear un círculo vicioso o
algo peor. Es sólo una impresión de mi parte pero, en ciertos casos, críticos y
autores parecen estar masajeándose entre sí. Eso no es muy bueno para la
narrativa.
SWP: La primera obra tuya que leí fue “Hija de
sangre” en su edición original en la revista Asimov’s. Recuerdo quedar particularmente impresionado por cómo
habías tomado el monstruo invasor de grandes ojos, de la ciencia ficción
clásica, y lo habías convertido en una figura maternal y seductoramente
acogedora.
OEB: Esa es básicamente una historia de amor.
Hay muchas formas diferentes de amor en ese cuento: amor familiar, amor físico…
El alienígena necesita del muchacho para procrear, y se lo hace más fácil al
mostrarle afecto y ganarse su agradecimiento. Después de todo, ella va a tener
sus hijos con él.
SWP: De hecho, lo embaraza.
OEB: Exacto. Pero muchos críticos la leyeron
como una historia sobre la esclavitud, probablemente porque soy negra.
SWP: Te iba a preguntar más adelante sobre
hasta dónde tu obra trata sobre la esclavitud.
OEB: En los únicos lugares en los que escribo
sobre la esclavitud es donde lo hago explícitamente.
SWP: Como en Parentezco.
OEB: Y en Mind of My Mind y
en Wild Seed. Lo que intenté hacer en “Hija de sangre” fue algo
diferente a la historia de la invasión. Muy a menudo se pueden leer novelas
sobre humanos colonizando otros planetas y se ve que la historia toma uno de
estos dos cursos: que los alienígenas se resistan y tengamos que conquistarlos
con violencia, o que se subordinen y se conviertan en buenos sirvientes. En el
último caso, estoy pensando en una novela específica, pero no quiero
mencionarla. A mi no me gusta ninguna de estas dos alternativas, y quería crear
una nueva. Me refiero a que se supone que la ciencia ficción tiene que explorar
nuevas ideas y posibilidades. En el caso de “Hija de sangre”, creé un
alienígena que fuera diferente de nosotros, pero todavía reconocible: una
criatura al estilo centípeda. Pero no se suponía que la consideraran el mal.
SWP: Algo similar sucede en la trilogía “Xenogénesis”
¿no? Cuando enseñaba esos libros en mis clases universitarias, descubrí un
desacuerdo sobre cuál es la peor especie, los humanos o los oankali. La
humanidad tiene esta debilidad jerárquica, particularmente en los machos, pero
los oankali son los usuarios definitivos, adaptando no sólo el genoma humano entero
para sus propios propósitos sino que además terminan destruyendo el planeta
para el resto de las especies. ¿Se supone que debemos encontrar aquí un
equilibrio de defectos?
OEB: Ambas especies tienen sus fortalezas y
debilidades. Hay pequeños grupos de humanos violentos, pero no vemos a todos
los humanos desenfrenados como resultado de su Contradicción. En su mayor
parte, los oankali no fuerzan o apresuran a los humanos a aparearse sino que
intentan atraerlos gradualmente. En realidad, en Ritos de madurez, el constructor Akin convence a los oankali de que
no pueden destruir a los seres humanos que se reusen a participar. Los oankali
deciden que los humanos se merecen un mundo intacto para ellos mismos, incluso
si es Marte.
SWP: En los casos tanto de los humanos como de
los oankali, ofreces argumentos sociobiológicos para explicar sus conductas:
los humanos están inclinados a destruirse a sí mismos y a los demás, lo oankali
están biológicamente conducidos a cooptar el genoma de otras especies y
literalmente robarse sus biósferas. ¿Compartes mayormente los principios
sociobiológicos?
OEB: Algunos lectores me ven como totalmente sociobiológica, pero eso no es cierto. Creo que es necesario aceptar que nuestro comportamiento está controlado en algún punto por las fuerzas biológicas. A veces un pequeño cambio en el cerebro, por ejemplo —apenas unas pocas células—puede alterar por completo el comportamiento de una persona o un animal.
SWP: ¿Estás pensando en los libros de Oliver
Sacks, como El hombre que confundió a su
esposa con un sombrero?
OEB: Exacto. O el hongo que provoca que las
hormigas tropicales escalen árboles para esparcir sus esporas, o la enfermedad
que hace que el ñu pase sus últimos días caminando en círculos. Pero yo no
acepto lo que llamaría sociobiología clásica. A veces podemos evitar nuestra
programación si la comprendemos.
SWP: La explotación de la reproducción y, por
extensión, de la familia aparece en cierto número de tus obras. Doro en las
novelas de la serie Patternist está criando una raza superior y usa lazos
familiares con heroínas como Anyanwu en Wild
Seed y Mary en Mind in my Mind para
ayudar a mantenerlas bajo control. Reproducción y familia son cruciales en la
relación en “Hija de sangre” y entre los humanos y oankali en Xenogenesis. ¿Te
enfocaste intencionalmente sobre cuestiones reproductivas y familiares como un
tema central, o simplemente sucedió?
OEB: Tal vez como mujer no puedo dejar de
marcar la importancia de la familia y la reproducción. No sé cómo se sienten
los hombres sobre esto. Aún cuando no tengo esposo ni hijos, tengo otra
familia, y me parece nuestro más importante conjunto de relaciones. Es en gran
parte lo que somos. Tampoco es necesario que la familia se conforme sólo por
relaciones exclusivamente biológicas. Conozco familias que han adoptado
individuos externos, y no me refiero a niños legalmente adoptados sino adultos,
amigos, personas que simplemente ingresan en tu familia y ahí se quedan. Los
lazos familiares incluso pueden sobrevivir a abusos realmente terribles.
SWP: Por supuesto, muestras el poder de
semejantes lazos operando en alguna dirección; por ejemplo, Anyanwu en Wild Seed y Dana en Parentezco: ambas finalmente sacan ventaja del hecho de que sus
respectivos “maestros” las necesitan.
OEB: Ellas no reconocen a estos hombres como
sus maestros.
SWP: Puse la palabra entre comillas. ¿Estás
sugiriendo que la gente en posiciones de subordinados debería reconocer y
explotar el poder que tienen?
OEB: Haces lo que tienes que hacer. Haces el
mejor uso de cualquier tipo de poder que tengas.
SWP: Incluso vemos que los humanos tienen más
poder del que creen sobre lo oankali. Especialmente con el constructo ooloi en Imago: no tienen identidad sin los machos
humanos. Aaor lo convierte en una babosa.
OEB: Los constructos son un experimento. No
saben lo que van a ser, o cuándo va a suceder. Y no necesitan a los humanos
específicamente, aunque los prefieren; pueden establecer vínculos con todo.
Pero tienen que intimar.
SWP: Me gustaría volver un poco a tu historia
literaria. ¿Quiénes fueron tus influencias cuando eras una aprendíz de
escritora?
OEB: Leía
un montón de ciencia ficción sin ningún tipo de discriminación cuando estaba
madurando. Me refiero a buena, mala u horrible [risas]. No me importaba.
Recuerdo prenderme de algunos y leer todo lo que pudiera encontrar, de gente
como John Brunner, que escribió mucho. Podía tomar un Ace Double[i]
en una librería de usados por centavos, así que siempre estaba leyendo a John
Brunner. Y a Theodore Sturgeon… para cuando estaba leyendo ciencia ficción para
adultos, él tenía una obra considerable. Y por supuesto, Robert A. Heinlein.
Puedo recordar mi primer cuento de ciencia ficción adulta, un cuento llamado
“Lorelei of the Red Mist”. Si no estoy equivocada, fue el primer cuento
publicado de Ray Bradbury. Leigh Brackett lo comenzó y él lo terminó[ii].
SWP: ¿Puedes pensar en alguien por fuera de la
ciencia ficción?
OEB: Me inclinaba a leer cualquier cosa que
estuviera en casa, lo que significó que leí un montón de cosas raras. ¿Quién
era ese tipo que solía escribir sobre los clubes de hombres todo el tiempo?
John O’Hara. Era Marte para mí. Me gustan las novelas de misterio británicas
del período de entreguerras por la misma razón. Tienen lugar en Marte; eran de
mundos distintos.
SWP: ¿Podríamos suponer que, dado que John
O`Hara escribe sobre la cultura blanca de la clase alta, su mundo sería casi
tan alienígeno para ti como los de la ciencia ficción?
OEB: Completamente. Había un libro con sus
cuentos en casa, como también libros de James Thurber y James Baldwin.Yo no leí
nada de Langston Hughs hasta que fui adulta, pero recuerdo ser arrastrada por
él y Gwendolyn Brooks. Cuando estaba madurando, los únicos negros con los que
cruzabas en la escuela eran esclavos —que siempre eran tratados bien— y
después, cuando llegamos a ser individuos, Booker T. Washington y George Washington
Carver. Booker T. Washington fundó un instituto, y Carver hizo algo con los
maníes; nunca supimos qué. Nunca leíamos algo de un escritor negro excepto The Creation de [John Weldon] Johnson, y
eso fue en la escuela secundaria. Nos las arreglamos para atravesar la
adolescencia sin que nos introdujeran en ninguna cultura negra.
SWP: Pertenezco a la misma generación, y
recuerdo que no fue realmente hasta los setenta en que comenzamos a abrir el
canon. En realidad, este tema es todavía controvertido, juzgado desde la
llamada “guerra cultural” sobre cuán inclusivo debería ser el canon o si
siquiera deberíamos tener uno.
OEB: Sí, es muy malo cuando… bien, había una
persona a la que respetaba mucho, pero no pudo encontrar una sola persona negra
para poner en el canon, así que dejé de respetarla de modo muy contundente.
SWP: En la superficie, Parábola del sembrador parece un cambio de dirección con respecto a
tu obra anterior.
OEB: En realidad no. También es fundamentalmente sobre el poder social.
SWP: Pero es mucho más una extrapolación
cercana de las tendencias actuales: la creciente brecha entre las clases
sociales, el miedo al crimen, el caos de las ciudades extendiéndose a los
suburbios, las fuerzas centrífugas desgarrando nuestra sociedad.
OEB: Sí. Realmente me angustia que veamos
estas cosas sucediendo ahora en la sociedad estadounidense cuando no debería
ser así. Algunas personas insisten que todas las civilizaciones tienen su auge
y su caída —como la británica antes que la nuestra— pero hemos provocado esto
nosotros mismos. Lo que ves hoy ha sucedido antes: unos pocos poderosos
quedándose con todo con la aprobación de una clase debajo de ellos que no tiene
nada que ganar y sí mucho que perder como resultado de eso. Es como la Guerra
Civil: la mayoría de los hombres que pelearon para mantener la esclavitud en
realidad estaban siendo perjudicados por ella. Como granjeros no podían
competir con las plantaciones, y ni siquiera podían ofrecerse como trabajadores
para competir con los esclavos que les salían mucho más baratos a los patrones.
Pero de todos modos apoyaban el sistema de esclavitud.
SWP: Probablemente se oponían a una discriminación
positiva.
OEB: [risas] Correcto. Supongo que muchas
personas sólo necesitaban a alguien para sentirse superiores y sentirse mejor.
Ves a los estadounidenses haciendo eso ahora, desgraciadamente, mientras votan
contra sus propios intereses. Es un tipo de cortoplacismo que nos está
destruyendo.
SWP: ¿De algún modo estos problemas son
propios de la sociedad estadounidense?
OEB: Oh, no, por supuesto que no.
SWP: Estaba seguro de que dirías eso.
OEB: Estamos viendo una forma particular
estadounidense, pero mira a la Unión Soviética. En cuanto apareció el
capitalismo, fue asombroso lo rápido que desarrollaron el problema del crimen.
Desafortunadamente, la mayoría de los capitalistas más exitosos ahora parecen
ser los criminales.
SWP: Lo que es irónico porque en la teoría
marxista soviética la clase capitalista estaba asociada con la clase criminal.
OEB: Ese puede ser el problema. Estamos
metiéndonos en un territorio muy turbio: escuché de un anciano en Rusia que
trató de convertir su granja en una empresa privada exitosa, pero llegaron sus
vecinos y destruyeron sus esfuerzos. Él no era un criminal, pero para ellos ese
tipo de conducta individualista que buscaba sacar réditos era criminal. Supongo
que para tener éxito en Rusia tienes que tener a alguien que (a) no le importe
lo que piensen sus vecinos y (b) tenga un guardaespaldas. Y si estás en esa
posición probablemente seas un criminal.
SWP: Volviendo a Parábola del sembrador, Lauren Olamina es empática…
OEB: Ella no es empática. Ella cree que lo es.
Generalmente en la ciencia ficción “empático” significa que realmente estás
sufriendo, que interactúas activa y telepáticamente con otra persona, y ella no
lo hace. Tiene la ilusión de que no puede estar afectada. Es algo programado
biológicamente en ella.
SWP: Interesante. Entonces ¿qué está pasando,
digamos, cuando siente el dolor del perro herido que termina matando?
OEB: Oh, inclusive si no es así, ella lo
siente. En el primer capítulo del libro ella habla sobre su hermano haciéndole
bromas —haciéndole creer que estaba lastimado, o que estaba sangrando,
haciéndola sufrir. Realmente me ha provocado desazón que haya gente que afirma
que Lauren es telépata, que insista en que ella tiene este poder. Lo que ella
tiene es una ilusión bastante devastadora.
SWP: ¿Entonces deberíamos tener una distancia
irónica de ella?
OEB: No.
SWP: Sin embargo deberíamos identificarnos con
ella.
OEB: Tengo la esperanza que los lectores se
identificarán con todos mis personajes, al menos mientras están leyendo.
SWP: A través de Semilla Terrestre, Lauren
tiene la esperanza de recuperar un sentido de objetivo comunitario y tiene la
intención de que los ojos de las personas vuelvan a las estrellas. Eso me hace
pensar: el programa espacial de los sesenta realmente fue parte de la esperanza
general de la década, parte de nuestra sensación de que todo era posible si
luchábamos juntos como un todo.
OEB: Y esa fue la década de mi adolescencia. Seguimos
tocando la misma grabación. Antes hablaba sobre eso: comenzamos algo y luego lo
hacemos crecer hasta cierto punto y entonces se destruye a sí mismo o lo
destruye alguien de afuera… ya sea, Egipto, Roma o Grecia, este país o Gran
Bretaña, pon el ejemplo que quieras. Siento que vamos a continuar tocando el
mismo registro hasta que todo explote —y lo digo en el libro, aunque no con
estas palabras— o vamos a tener que hacer algo distinto. Y creo que la mejor
manera de hacer algo distinto es ir a algún lugar donde las demandas sean
distintas. No porque vayamos a un lugar nuevo y vamos a cambiar, sino que al ir
a ese lugar nos vimos obligados a cambiar.
SWP: ¿Crees que seremos mejores por ese cambio?
OEB: Es posible. Podríamos ser mejores o
podríamos ser peores. No hay una póliza de seguro.
SWP: Supongo que podemos esperar otro libro
que retome el final de Parábola del
sembrador.
OEB: Parábola de los Talentos es
el libro en el que estoy trabajando ahora.
SWP: Será interesante ver hacia donde llevas
la historia.
OEB: Bueno, en Parábola del sembrador yo me enfoqué sobre los problemas: las cosas
que estábamos haciendo mal, que pensábamos que estábamos haciendo mal, y adónde
podían llevarnos estas cosas. Hice un verdadero esfuerzo sobre lo que realmente
podría suceder o ya estaba sucediendo: las comunidades amuralladas, el
analfabetismo, el calentamiento global y muchas cosas por el estilo. En Parábola
de los Talentos quiero darles a mis personajes la oportunidad de
trabajar en las soluciones, digamos “¡Aquí está la solución!”
SWP: Parábola del sembrador fue publicada por una pequeña editorial (Four
Walls Eight Windows), como lo fue Hija de
sangre y otros cuentos. Parentezco también fue reeditada
por otra pequeña editorial (Beacon). Siendo una exitosa escritora de ciencia
ficción ¿qué te hizo volcarte hacia editoriales menos comerciales?
OEB: Probablemente había alcanzado algún tipo
de meseta en la ciencia ficción, y no podía ver cómo salir de ahí. Sabía que
tenía al menos tres audiencias, pero no podía conseguir que mi editor de
ciencia ficción le prestara alguna atención. No podía decirles todo el tiempo
sin que respondieran “Sí, tienes razón” y luego partían a hacer otra cosa.
Sabes, la mejor forma de ganar una discusión es dar la razón y luego olvidarte
del tema. Yo quería intentar con una de las grandes editoriales que no están
asociadas normalmente con la ciencia ficción, y entonces apareció mi agente con
esta pequeña editorial. Pensé en aprovechar la oportunidad.
SWP: ¿Te gustaría derribar algunos de los
muros entre los géneros editoriales?
OEB: Oh, eso no es posible. Ya sabes cómo
somos; si terminamos con algunos, inventaremos otros.
SWP: Pregunto en parte porque noté que Beacon
Press publicó Parentezco como un
libro en su colección de “Escritoras negras”.
OEB: Sí, te mencioné que tenía tres tipos de
lector: los de la ciencia ficción, los negros y las feministas.
SWP: Y ser rotulada en una de esas categorías
no te molesta.
OEB: Bueno, allí están, como lo estoy
diciendo, y no hay nada que se pueda hacer sobre eso.
SWP: Recuerdo que durante la New Wave de los
sesenta…
OEB: Oh ¿dónde quedó eso ahora?
SWP: —Yo estaba entre los que creían que la
ciencia ficción se dirigía hacia la vanguardia de la literatura.
OEB: Bueno, una parte se fundió con el mainstream. En otros casos, había
personas que no llamaban “ciencia ficción” lo que estaban haciendo. Me refiero
a que Robin Cook no anunciaba que estaba haciendo ciencia ficción médica ni
Dean Koontz publica su obra como ciencia ficción. Y hay un montón de personas
que escriben ciencia ficción aunque la expresión no aparece en ninguna parte
del libro. No significa que no les guste la ciencia ficción sino que quieren
tener una buena vida.
SWP: Como señalé al principio, tus enfoques
sobre el poder, el género y la raza coinciden con muchos de los intereses de la
actual teoría literaria, y tu raza y género inevitablemente aparecen en las
críticas literarias de tu obra. ¿Ser una mujer afroamericana influyó en tus
elecciones de temas y acercamientos?
OEB: No creo que pudiera ser de otra manera.
Todos los escritores están influenciados por quiénes son. Si eres blanco,
podrías escribir sobre ser chino, pero introducirías un montón de cosas que
tienen que ver con lo que eres.
SWP: No puedo dejar de notar —como tú misma observaste
en tu ensayo “Obsesión positiva”— que eres única en la comunidad de la ciencia
ficción. Si bien hay muchas más mujeres en el género de lo que había hace
treinta años, pocas son afroamericanas, ni siquiera puedo pensar en otra.
OEB: He escuchado de algunas que han publicado
cuentos. Las que realmente están escribiendo libros no se llaman a sí mismas
escritoras de ciencia ficción, lo que es un acierto porque en realidad escriben
terror o fantasía. Por ejemplo, la mujer que escribió las historias lésbicas de
vampiros, las de Gilda, Jewelle Gómez… no es una escritora de ciencia ficción
sino de fantasía, pero es parte de la familia. Pero no creo que ni siquiera
presente su obra de esa manera.
SWP: ¿Crees que todavía hay mucha gente que
tiene la impresión de que la ciencia ficción es básicamente un género de
hombres blancos?
OEB: Sí. De hecho, a veces cuando hablo a un
público general se sorprenden que haya un montón de mujeres en la ciencia
ficción. Porque tienen una noción bastante instalada de lo que es la ciencia
ficción; provenga esta de la televisión o la recogan de alguna manera del aire,
del ambiente.
SWP: ¿Algunos consejos para la comunidad de la
crítica de la ciencia ficción sobre cómo aproximarse a tu obra?
OEB: Oh, no ¡por Dios!
SWP: [risas]
OEB: Tan lejos como llegue la crítica, lo que
un lector saca de una obra es tan importante como lo que yo puse en ella, así
que no me molesto cuando soy malinterpretada. Excepto cuando dicen lo que
realmente quería decir era esto y aquello, y me dicen: “Oh, pero
inconscientemente debes haber querido decir esto”. Entonces digo: ¡déjenme
sola! [risas] No me importan los intentos de interpretar mi ficción, pero no
quiero tener críticos que interpreten mi subconsciente. Dudo que estén
calificados para ello.
[i]
Entre 1952 y 1973 Ace Books publicó más de 200 de estos libros, que contenían
dos novelas en formato inverso: lo que debería ser la contratapa de una de
ellas era en realidad la tapa de la otra, con el texto invertido. Allí
aparecieron autores como Dick o Simak a otros que no pasaron a la historia. (N.
del T.)
[ii]
Éste no es el primer cuento publicado por Bradbury: ya tenía decenas de cuentos
en revistas cuando apareció en 1946. El primer relato profesional lo publicó en
1939. (N. del T.)
Excelente entrevista. Muchas gracias por incluirla.
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