martes, 22 de septiembre de 2015

Informe sobre ectoplasma animal, de Roque Larraquy y Diego Ontivero, por Alejandro Alonso

“Cuando consideraba al Espiritismo como una vulgar ilusión de los ignorantes, me sentía inclinado a mirarlo con desprecio; pero verlo defendido por sabios como Crookes, a quien conocía como el químico más eminente de Inglaterra; por Russel Wallace, el émulo de Darwin, y por Flammarion, el más conocido de los astrónomos, no me podía permitir semejante actitud”. Las palabras de Sir Arthur Conan Doyle (en The New Revelation, 1918) ponen de manifiesto la situación en la que se encontraban algunas pseudociencias a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Doctor en Medicina y creador del detective Sherlock Holmes (paladín de la racionalidad), Conan Doyle dejó numerosos testimonios en los que defendía estas prácticas y creencias.

De este lado del Atlántico, Leopoldo Lugones siguió la misma senda. Ricardo Piglia asegura que el Espiritismo fue la única visión del mundo a la que Lugones fue siempre fiel. Y esta visión, y el lenguaje asociado, están presente en la obra de Lugones. Basta leer la perorata que pone en boca del doctor Paulin, personaje del cuento “El psychon” (Las fuerzas extrañas, 1906): “Sabe usted que las exhalaciones fluídicas del hombre son percibidas por los sensitivos en forma de resplandores, rojos los que emergen del lado derecho, azulados los que se desprenden del izquierdo. Esta ley es constante, excepto en los zurdos, cuya polaridad se trueca, naturalmente, lo mismo para el sensitivo que para el imán”.
Para los escritores de género fantástico, y para los lectores, lo atractivo de las seudociencias bien puede pasar por otro costado: el lenguaje con el que se expresa. En la búsqueda de mayor respetabilidad y legitimidad, estas disciplinas apelaron a un lenguaje emparentado con el científico, sobre todo en el período entre siglos. Pero mientras este último busca echar luz sobre los elementos de su dominio, a menudo el lenguaje de las seudociencias se vuelve críptico, autorreferente y oscuro. Quien lee esos textos sólo puede acceder a un mensaje fragmentario. Todo lo que falta o no se entiendesuele ser completado con la imaginación del lector. Roque Larraquy (nacido en 1975, en Buenos Aires) advirtió este potencial, y decidió explotarlo literariamente. El resultado es Informe sobre ectoplasma animal, un primoroso volumen editado por Eterna Cadencia y funcionalmente ilustrado por Diego Ontivero.

El Informe sobre ectoplasma… Larraquy utiliza precisamente el recurso adelantado en el título: reportes sucintos sobre las fotografías ectoplasmáticas y las circunstancias en las que fueron tomadas. Aunque descriptivos y precisos, los textos son fluidos, anecdóticos, sin mayor complejidad terminológica. Apelan al humor, la ironía y el chismorreo académico sobre los investigadores ectografistas (incluyendo la correspondencia entre los patronos del arte), para esbozar un universo que es mucho más rico y complejo. De alguna forma, el libro permite, a través de su estructura, la construcción fragmentaria del estrambótico objeto del estudio y su contexto. En las seudociencias la verdad es apenas asequible a través de un lenguaje oscurecido y aparentemente especializado. En este libro, los informes y las referencias a los ectografistas permiten intuir la Argentina alternativa que asoma entre líneas. En ambos casos, la imaginación llena los vacíos.

Las ilustraciones cuasi cubistas de Ontivero (que alternan coloridos patrones geométricos en dos y tres dimensiones) acompañan al texto, aunque no siempre dan con el piné. Con todo, el libro en su conjunto, impreso en papel ilustración y bellamente diagramado, es un objeto original que vale la pena atesorar.

© 2015 Alejandro Alonso


Informe sobre ectoplasma animal, por Roque Larraquy (texto) y Diego Ontivero (ilustraciones). Buenos Aires: Eterna Cadencia, 2014. 84 p.

1 comentario:

  1. mas alla de la calidad del libro, la línea editorial de eterna cadencia es tan misteriosa como los ectoplasmas. excelente nota, me quede con ganas de más Lugones... saludos, juan s.

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