sábado, 11 de julio de 2020

Cacerolazos, piquetes y ciencia ficción, por Paula Ruggeri


Este editorial fue publicado en el número 33 de Cuásar, en enero de 2002. Entonces Argentina estaba sumergida en una crisis económica y social con pocos precedentes, también institucional luego de los once días con cinco presidentes. En ese contexto, la publicación de un número de Cuásar fue casi una proeza. Recibimos e-mails y cartas (¡cartas!) agradeciendo esta señal de “normalidad”. No podíamos dejar de hablar de lo que estaba pasando y para eso empleamos el editorial, esta vez escrito por Paula Ruggeri. Fue el editorial que más repercusiones tuvo en la historia de la revista —hasta fue reproducido parcialmente en un diario nacional— y habla sobre la relación entre crisis y literatura de ciencia ficción. Hoy tenemos una crisis diferente a la del 2001/2002, pero su relación con la literatura tal vez no lo sea tanto.

La ficción da cosas maravillosas y horrorosas.
La realidad también. No es cierto que una supere a la otra. La realidad argentina está compuesta por hambre, crisis institucional, furia popular. La realidad argentina contiene crisis en la educación, y se trata de la crisis que no admite la interpretación benévola de cambio, crecimiento, sino que más bien su significado es una ruina. Se han cortado rutas, se ha reprimido en la histórica Plaza de Mayo, hoy más que nunca la Plaza del Pueblo, dejando el saldo de treinta muertos. Un gobierno tuvo que admitir que no siempre los pueblos tienen el gobierno que se merecen. El hambre llevó a los saqueos y los saqueos a los cacerolazos, y los piquetes invadieron las ciudades, y el clamor, con voces diversas, está diciendo que la realidad argentina es un horror donde muchos niños mueren de hambre todos los días. Estos son los hechos públicamente conocidos y de los que todos los argentinos somos partícipes. Esto es a lo que nos referimos al decir que la realidad da cosas horrorosas. Horror que no nos deja al cerrar la tapa de un libro o de una revista.
Pero también da cosas maravillosas. La justa indignación, el valor, pertenecen a esa categoría de cosas. La ficción es definitivamente una cosa maravillosa que nos da la realidad.
La ficción es una forma de resistencia. Ése es el motivo de que, en un momento como éste, no podemos ni debemos abandonar la ficción. La ficción es una forma de autopreservación, a veces una forma de ataque. La ficción ha permitido siempre a los que sobreviven quiénes fueron los que murieron. La ficción es lo que no destruye ningún ministro de economía, ningún presidente corrupto. La ficción es, además, la forma más factible de hacer ciencia en Argentina. Que le pregunten, sino, a los científicos sin salario y sin presupuesto.
La ficción es una forma de resistencia. No es la única. Es apenas una de muchas formas de resistencia. Por ese motivo, ningún hecho horroroso nos llevará a abandonarla, sino que la realidad nos empuja a hacer más ficción, a seguir difundiéndola, a seguir con la tarea de fortalecer un género imprescindible y participar de una cultura que es vital, tanto como el sonido de fondo que nos acompaña, un pueblo en la calle que demuestra su fuerza golpeando cacerolas, demostrando que los culpables merecen castigo y que el castigo se les otorga, que el único modo de tener una democracia sana es demostrándola en la calle.
Y demostrándola en la ficción. Manteniéndola viva. Y publicándola a pesar o en contra de cualquier vaivén económico, aunque se trate de un huracán.
Dimos bastantes razones de por qué la ficción puede dar lo mismo que la realidad, horror y maravilla. Hace dieciocho años que es la tarea de los colaboradores y lectores de esta revista.
© 2002 Paula Ruggeri  

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