La ucronía es una forma muy dinámica dentro de la ciencia ficción: la historia como no fue pero como podría haber sido. Tal vez la obra más famosa dentro de esta corriente sea El hombre en el castillo, de Philip K. Dick, ambientada en un mundo donde Estados Unidos está dividido entre Japón y Alemania después de que ganaran la II Guerra Mundial. Esta corriente también tiene sus ejemplos en la literatura argentina, aunque no son muy visibles. Este artículo intenta hacer un repaso de las principales obras que cultivan la historia alternativa en nuestra literatura.
La especulación sobre lo
que hubiera sucedido si determinado acontecimiento histórico no se hubiese
producido o lo hubiera hecho de un modo diferente, está presente en las
ciencias sociales desde fines del siglo XIX, como señala Pablo Capanna (Nariz
37-38). Habitualmente se considera que el libro que da origen de manera formal
a la especulación contrafáctica histórica es la antología If It Had Happened Otherwise: Lapses into Imaginary History (1931),
preparada por J. C. Squire. Este volumen incluye ensayos de personalidades
reconocidas como Winston Churchill, quien especula sobre lo que hubiese pasado
si el General Lee no hubiera ganado la batalla de Gettysburg, o G. K.
Chesterton, que se atreve a reflexionar en lo que hubiera sucedido si Don Juan
de Austria se hubiese casado con María, Reina de Escocia[1]. Como se puede apreciar,
para generar un escenario ucrónico o una historia alternativa, lo primero que
hace el autor es seleccionar el punto de inflexión o divergencia y trazar, a
partir de allí, un devenir histórico razonable. El primer ejemplo al que se
suele recurrir cuando se quiere clarificar este concepto es un universo en el
que el Eje ganó la Segunda Guerra Mundial, pero son innumerables los puntos
críticos desde donde se puede “cambiar” la historia: la Armada Invencible
conquista Inglaterra y la Revolución Industrial no se produce, el Sur gana la
Guerra de Secesión y Estados Unidos (los estados del norte) son convierten en una
nación subdesarrollada, la Peste Negra extermina casi toda la población de
Europa, de modo que la Civilización se desarrolla en China, América indígena,
el Mundo Árabe y la India. Estos escenarios fueron utilizados por escritores
anglosajones que frecuentan la ciencia ficción para desarrollar historias en
ambientes ucrónicos.
No todos
los críticos concuerdan con que el relato ucrónico es una de las formas de las
ciencia ficción. Matthew Schneider-Mayerson afirma: “Some scholars have
considered the alternate history to be a subgenre within science fiction, but
this is misleading, since it can also take the form of a traditional novel or a
work of fantasy. Although this article is concemed with literary
counterfactuals, a number of films and television shows have engaged in
counterfactual history, and one can argue that the increasingly popular video
games with historical settings that allow for allohistorical developments
should be placed in the same category” (65). Si bien en la literatura contemporánea se han
dado muchas combinaciones entre los géneros editoriales, la mayoría de las
ucronías literarias se desarrollan con cierto rigor a partir del punto de
divergencia, un rigor que coincide con el de la ciencia ficción “dura”[2] que toma una premisa –la
telepatía, por ejemplo– y desarrolla el relato estrictamente partir de aceptar esto.
El mayor o menor éxito o verosimilitud de la historia tiene que ver más con la
capacidad del autor que con las limitaciones de este subgénero de la ciencia
ficción. Capanna se expresa en esta dirección: “Pese a que, como hemos visto,
esta problemática es bastante antigua y surgió de las especulaciones
filosóficas o de la reflexión de los historiadores, la ciencia ficción
(incluyendo sus provincias literarias aledañas) se apoderó del tema una vez que
descubrió sus posibilidades narrativas.” (Nariz 42). Por último, si hace falta
establecer algún tipo de vínculo directo con la ciencia ficción, hay uno
incontrastable: la mayoría de las ucronías fueron y son escritas por autores
que habitualmente adscriben a la ciencia ficción.
Aunque
aparentemente sencilla de definir, las historias alternativas o ucronías
presentan algunas dificultades al intentar fijar sus límites. ¿Podemos
considerar como ucronía un relato de ambiente contemporáneo con una logia
secreta de vampiros? ¿Y una historia ambientada en un mundo indeterminado, que
podría ser el futuro o uno imaginario? Para los fines de este artículo,
consideraremos como historia alternativa o ucronía a aquellos relatos cuyo
punto de divergencia, o sus consecuencias, son explícitas.
Ahora bien, por su alcance, por la utilización de
elementos de otros géneros, incluso por su objetivo político, hay diferentes
tipos de ucronías. Expongamos algunos ejemplos de historias alternativas para
aclarar esto. En 1945, Alemania y
Estados Unidos no llegan a la guerra, la Unión Soviética no sobrevive al
conflicto como una única nación, y en consecuencia la Guerra Fría se da entre
las dos naciones mencionadas inicialmente. Por lo descripto aquí, este mundo
alternativo podría de servir de escenario para una historia con las
características de un thriller pero cobra otra dimensión al conocer a sus
autores: William R. Forstchen, un escritor de ciencia ficción irrelevante, y
Newt Gingrich, el entonces líder republicano del Congreso. La novela es un
líbelo político.
Más allá de las posibles motivaciones de una obra
literaria, ya sean morales, de propaganda, de entretenimiento, hay una forma de
clasificar las ucronías vinculada a elecciones narrativas. Las ucronías más
recurrentes son aquellas en las que se plantea un punto de divergencia como los
que hemos mencionado y la acción transcurre en algún momento futuro de ese
punto. A veces se detalla el encadenamiento de cambios, en ocasiones es
invisible mientras el relato sea consistente. A veces ni siquiera se explicita
el punto de divergencia, sólo se sospecha. Podemos denominar a este tipo de
ucronía como “pura”.
Ahora
bien, si hay ucronías puras debe haber una contraparte, que podemos llamar
“mixta”: si en el primer tipo tenemos un único universo, en el segundo la
narración nos lleva a más de uno, originados a partir de distintas cursos de
acción en el punto de divergencia. El ejemplo más reiterado de este tipo de
ucronía es El hombre en el castillo,
de Philip K. Dick, donde como espejo al mundo en el que suceden las acciones,
hay otro en una novela que circula clandestinamente, La langosta se ha posado, en la cual el Eje perdió la Segunda
Guerra, pero ese universo tampoco es el nuestro. Es poco sabido, pero Dick
escribió algunos capítulos de una continuación de El hombre en el castillo, que se centraban en un viaje experimental
al universo alternativo descripto por La
langosta se ha posado.
En
nuestra caracterización, tenemos un tercer y último tipo de ucronía, que es
aquella que se centra en narrar el suceso que se convierte en el punto de
divergencia y no necesariamente los sucesos que desencadena. Incluso puede ser
que este punto de divergencia se corrija para reencausarse en el devenir
“real”.
En la literatura argentina hay ejemplos de los tres tipos
de ucronías que, aunque dispersos y de diversa calidad narrativa, establecen
una leve tradición de más de seis décadas. En algunos casos, el punto de divergencia
altera el mundo entero, en otros son sólo cambios locales. En las páginas
siguientes vamos a hacer un repaso de algunas de las principales ucronías de la
literatura argentina, dejando de lado textos que, si bien bordean los elementos
de la historia alternativa, no lo hacen estrictamente desde la narrativa, como Ucronías argentinas (2009), de Javier
Aguirre, Eduardo Blanco y Fernando Sánchez, una compilación de textos que
parten de hechos contrafácticos con el único objetivo de generar derivaciones
absurdas y humorísticas (entre las que cabe mencionar lo que sucede cuando los
cardenales eligen a un argentino para suceder a Juan Pablo II). Tampoco serán
considerados ensayos de historia contrafáctica, como el de Juan Carlos Torre,
aparecido en Ensayos sobre movimiento
obrero y peronismo, en el que especula con un 17 de octubre sin el peronismo,
ni las novelas vinculadas especialmente con una coyuntura política como El día que mataron a Alfonsín (1986) y El
día que mataron a Cafiero (1987), de
Dalmiro Sáenz y Sergio Joselovsky.
Otro ejemplo de lo que llamamos “ucronía mixta” podría
ser “De navegantes”, uno de los capítulos unitarios de Trafalgar (1979), de Angélica Gorodischer. El narrador, Trafalgar
Medrano, es un comerciante que realiza viajes a otros mundos y relata sus
aventuras a sus interlocutores en un café de Rosario. El condicional del
comienzo del párrafo tiene una explicación: Trafalgar no circula de un universo
a otro sino que arriba a un planeta que es idéntico al nuestro, poco antes del
descubrimiento de América. Su intervención modifica la conquista de América y
la torna más pacífica, aunque al final del relato se pregunta si hizo lo
correcto, porque en América no se dará una potencial capaz de enfrentar a la
Alemania de Hitler. Gorodischer pinta con trazos gruesos los rasgos de esta
ucronía sin preocuparse por hacerla verosímil. De hecho, esta es una de las
características de las historias de Trafalgar.
Las “ucronías puras” son más abundantes en la literatura
argentina y, en general, están trabajadas con más detalle. Tal es el caso de Buenos Ayres City (1968), de Marcos
Victoria, intelectual de nombre en las décadas del ’50 y ’60, amigo de Borges,
que prologó el segundo libro de la editorial Minotauro[4], Más que humano, de Theodore Sturgeon. El punto de divergencia es
que fue exitosa la Segunda Invasión Inglesa realizada sobre Buenos Aires en 1807[5]. Las Provincias Unidas son
una colonia inglesa, ordenada, con restos culturales españoles –especialmente
en el interior del país– pero donde se cumple la fantasía de cierta clase media
de la segunda mitad del siglo XX: es un estado a la altura de Canadá o
Australia. Narrada desde el punto de vista de un periodista estadounidense que
viene a hacer una nota sobre la situación real de las Provincias Unidas,
desfilan personajes como el Puma, un político populista tenebroso (Perón) o el
Gran Inca, un líder indígena que reivindica las culturas y tradiciones nativas
y es tratado como un alienado. Los únicos argentinos que pelean contra los
ingleses se encuentran en las Islas Malvinas y son un grupo desorganizado, que
viste andrajos y no suscita ninguna simpatía. Victoria, amigo de Borges,
transmite a través de Buenos Ayres City,
de un modo muy crudo, la visión de la sociedad liberal burguesa antiperonista de
los años ’50 y ’60, sin intención paródica o crítica.
El peronismo –y Perón mismo- no han estado ausentes en
las ucronías. En el relato “El oro de Tiresias” (1991), de Gorodischer, Perón
no es liberado en 1945 y nunca llega a presidente, muriendo en la cárcel.
Narrada por un estudiante de mediados del siglo XXI que investiga el período,
la historia prosigue con una sucesión de gobiernos militares. En “1953” (2008),
Alejandro Alonso narra un íntimo encuentro entre Ernesto Sábato y Perón que
fuerza este último con la excusa de presentar su pésame por el fallecimiento de
la esposa y los hijos de Sábato en un accidente automovilístico. Perón termina
confesando a Sábato que, en realidad, fue para invitarlo a integrarse a unos
equipos de investigación que trabajan secretamente sobre una nave espacial
extraterrestre que se recuperó del océano. Alonso trata con mucho cuidado a
ambos personajes, aunque su simpatía está con Sábato. “1957” (2011) está
ambientada en el futuro de “1953”, en el cual Perón ha muerto. Es un relato
policial ambientado en una ucronía de la que no se ofrecen muchos detalles.
Ambos relatos son parte de una novela inconclusa y, en principio, se puede
afirmar que el punto de divergencia es la aparición de la nave extraterrestre.
En “1957” se menciona que Perón murió en 1955.
Angélica Gorodischer |
En clave política pero satírica debe leerse Un guión para Artkino (2008), de
Fogwill. Escrita a fines de la década del ’70, su autor extravió el manuscrito
por más de dos décadas. Transcurre en 1994, cuando Argentina es parte de la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que domina casi todo el mundo. Al
protagonista, un Fogwill de 54 años, le encargan la escritura del guión de una
película para realizarse en el Hollywood de entonces, Artkino[6], en Moscú. El texto desliza
algunas ironías deliciosas, como la mención de un homenaje al camarada Borges,
autor de la novela Horas proletarias y
de la nouvelle “Mañanitas metalúrgicas”, y emplea un dispositivo que aparece
con cierta frecuencia en otras ucronías: el cruzamiento con otro texto ficticio
que sirve para fortalecer la idea de la ucronía. Ya lo hemos visto en El hombre en el castillo de Philip K.
Dick, con La langosta se ha posado. Otro
título clásico de la literatura ucrónica, El
sueño de hierro, de Norman Spinrad, es una novela dentro de otra novela: en
la primera, Hitler emigró a Estados Unidos y se convirtió en escritor de
ciencia ficción; la segunda es el texto íntegro de una de sus novelas, El señor de la esvástica. En el libro de
Fogwill cumple ese rol el propio guión por el que fue contratado y que está
ambientado en 2018, cuando el comunismo tiene el dominio completo del mundo. Un guión para Artkino es una sátira de la
burocracia cultural comunista, y no está exento de guiños personales.
Argentina ocupada por los nazis también dio lugar a una
ucronía pura: “La noche de al lado” (1985), de Sergio Gaut vel Hartman. El
autor ha publicado varios relatos ucrónicos, algunos de ellos microcuentos, y
durante un poco más de un año condujo, junto al español Antonio Álamo, la
sección Uficción en la publicación electrónica Axxón, donde se incluían relatos ucrónicos, aunque la mayoría de
ellos no son de autores argentinos. En “La noche de al lado”, el nazismo domina
Argentina –y se intuye que gran parte del mundo–, y la trama deviene en un
thriller en el cual se busca reemplazar a Hitler, quien acaba de regresar de un
viaje a Alfa Centauri, con un clon suyo. Como en otros relatos ucrónicos de
este autor, el caso de “El destino no es ciego” (2004), donde un viajero
extranjero evita las muertes prematuras de Gardel y Horacio Quiroga, y los
reúne con Perón, Gaut vel Hartman parece disfrutar especialmente el placer de
ser un demiurgo cambiando la historia de personajes importantes, pero no avanza
en la dirección de la especulación ni en el de la sátira, por lo que los
elementos que configuran una ucronía no se profundizan.
Tal vez el relato ucrónico más elaborado como tal sea ¡Argentinos, a vencer! (2012), de Juan
Simeran, en el cual Argentina no perdió la Guerra de Malvinas. Narrado treinta
años después del triunfo, cuando todavía se combate esporádicamente en las
islas, a través de una historia de amores despechados e intrigas, se describe
detalladamente una Argentina aislada del mundo, atrasada tecnológicamente, en
crisis económica continua, y un clima opresivo y represivo como el del peor
momento de la dictadura militar que se inició en 1976. Previsiblemente, el
gobierno militar salió fortalecido de la contienda y extendió su dominio hasta
entrado el siglo XXI. Se impone un nacionalismo superficial de enaltecimiento a
lo marcial que esconde un profundo estado de corrupción y descomposición
social. Simeran recupera un recurso que empleó Bioy Casares en “La trama
celeste” para resaltar las diferencias con nuestro mundo: las denominaciones de
las calles repiten, quizás en exceso, los nombres de militares, muchos ligados
con la dictadura de Videla. Como ya hemos señalado en otro ejemplo, para dar
mayor verosimilitud a la historia, al finalizar muchos capítulos se recurre a
textos de un libro escolar que idolatran al Conscripto Sosa como un ejemplo
para los escolares, o a fragmentos del periódico El caudillo. ¡Argentinos, a
vencer! propone que, si el desenlace de la Guerra de Malvinas hubiera sido
otro, los gobiernos militares se hubieran extendido largamente en el tiempo y
Argentina hubiera sufrido el aislamiento internacional, la represión y la
decadencia social más grave de su historia.
No podemos concluir el repaso de algunas ucronías
literarias de las que hemos dado en llamar puras sin mencionar una que tiene
más que ver con una fantasía del argentino medio que con especulación
contrafáctica: en “No, gracias” (2004), de Hernán Domínguez Nimo, Diego
Maradona no se hace adicto a las drogas en 1982, la Selección Argentina de
Fútbol gana varios mundiales gracias a su presencia (y no sólo el de 1986),
abandona el Barcelona luego de varias temporadas exitosas para recalar en el
Juventus (no en el Nápoles), donde se convierte en ídolo. Luego de dejar el
futbol practica varios deportes con éxito desparejo para volver a la Selección
de Futbol y ganar otra Copa Mundial…
Nos queda una última categoría de ucronías para la cual
encontrar ejemplos en la literatura argentina, aquellas que se centran en el
punto de divergencia. Tanto la obra teatral Los
indios estaban cabreros (1958), de Agustín Cuzzani, como la novela El conquistador (2006), de Federico
Andahazi, se centran en una misma idea: antes de la llegada de los españoles a
América arriba un grupo de aztecas a Europa, quienes siguen un periplo que los
regresará a México. Hay algunas coincidencias puntuales que bien pueden ser
fruto de desarrollar una misma idea disparadora. Los descendientes de Cuzzani
iniciaron acciones legales por plagio, acciones que fueron desestimadas en los
juzgados[7].
Representación de "Los indios..." en 1999 |
La
obra de Cuzzani es una sátira que sigue los pasos de tres aztecas (Tupa,
Tonatio y Teuche) que llegan a España, huyendo porque han fracasado varios
intentos revolucionarios en contra de su régimen sangriento, y son atrapados
por pescadores en sus redes, que los consideran pescados por sus curiosos
rasgos. Estamos en 1491. Son encarcelados pero finalmente llegan hasta Isabel
la Católica, que está bajo el acoso de Cristóbal Colón para que le brinde apoyo
para cruzar el océano. El final es amargo: Tupa, el líder de los aztecas que
habían sido condenados a muerte antes del encuentro con la reina, afirma: “No
iré con los tuyos, Reina Isabel. Esos barcos llevan otras cosas además de
sabios y matemáticos. Llevan la muerte y la esclavitud y la guerra a lo más
profundo de las comarcas que encuentren. Yo he decidido la suerte del futuro,
pero morirán muchos hombres… ¡Y yo quiero ser el primero en morir!” (54). Tal
vez Cuzzani no fuera consciente de había escrito una ucronía, pero está claro
que Los indios estaban cabreros lo
es. El texto, gracias a su condición teatral, facilita algunas humoradas
ingeniosas: un policía detiene a Colón en la calle y le pregunta su nombre:
“Ah… la cosa no es muy clara”, responde. “Me llaman Cristóbal Colón, o
Xhristopherens Columbus, o Colombo, o Colomo, o Colom, o…” (50).
El conquistador,
ganadora del Premio Planeta argentino, tiene mucho menos humor y presta
especial atención a la cultura azteca, al punto en que casi la mitad del libro
se desarrolla antes del viaje del protagonista, Quetza, un sabio aventurero que
está obligado a demostrar que la tierra es redonda o de lo contrario se
ejecutará una condena a muerte. Con ojos de extranjero llega a Huelva y lo
primero que presencia es una quema de la Inquisición. Las visiones religiosas
de ambos pueblos, el azteca y el europeo, son contrastadas: en ambas hay
sacrificios humanos, por ejemplo, y los cleros tienen enorme poder político.
Pero Andahazi no se queda en una comparación tan directa aunque no puede eludir
la conclusión de que el pensamiento religioso es irracional y contrario al
científico (Quetza es el equivalente azteca a un Da Vinci). Una vez que la
comitiva azteca recorrió Europa, parte hacia oriente, a China y Japón, para
cruzar el Pacífico en sus naves con pruebas de la existencia de otros
continentes como animales e inventos. Poco antes de arribar a sus costas una
tormenta hunde los barcos y sólo alcanzan tierra algunos pocos náufragos, entre
ellos Quetza, pero sin ninguna de las pruebas que recogieron. Nadie cree sus
advertencias de que deben conquistar Europa antes que los europeos lleguen a
sus tierras, y termina sus días esperando la llegada de las naves enemigas.
Hay varias coincidencias entre ambos textos,
coincidencias que en cierto sentido son inevitables: los intentos de los
protagonistas por cambiar el futuro son inútiles, o tal vez debamos decir que
en la obra de Cuzzani lo que hace es acelerar los acontecimientos, pero en
ambos libros, a pesar de la divergencia con la historia “real”, esta se
corrige. Ambos finales son amargos, no hay forma de evitar la tragedia que se
derramará sobre América. Otra coincidencia es que los protagonistas de ambos
libros (Tupa y Quetza), tienen un encuentro breve con Colón, tentación que
ninguno de los dos autores pudo evitar. Sin embargo, hay una visión muy
distinta sobre los pueblos americanos: el texto de Cuzzani asume que los
europeos están mil años adelantados a los indios mientras que en el de
Andahazi, autor contemporáneo, se habla de dos civilizaciones que han
evolucionado de manera distinta, con sus propias fortalezas y flaquezas[8].
Un
último ejemplo de historia alternativa sobre el punto de divergencia puede ser
“La noche reina” (1996), unos de los cuentos ganadores del Premio FAIGA, del
autor de este artículo. Ambientado en los tiempos inmediatos posteriores a la
Revolución de Mayo de 1810, narra el viaje de Mariano Moreno hacia Inglaterra
para solicitar el reconocimiento de la nueva nación y buscar colaboración. El
narrador es un viajero temporal que viene de un futuro donde América Latina
unida es una gran potencia y está estudiando a uno de los forjadores de esa
línea temporal. Confirma la sospecha de que el comandante del barco está
envenenando a Moreno hasta que finalmente, a pesar de su intento de evitarlo,
muere. Se reitera, como los textos de Cuzzani y Andahazi, una constante en las
ucronías de este tipo: tienden a neutralizarse luego del punto de divergencia o
a generar el mundo “real” a partir de este punto[9].
Hasta aquí hemos
intentado una relación de varios relatos ucrónicos de la literatura argentina,
relación que no resulta tan sencilla porque, por un lado, las ediciones de los
libros casi nunca se identifican como ucronías, y no pocas veces los autores no
comprenden que están incursionando en esta categoría (Argentinos ¡a vencer! y Buenos
Aires City reconocen su pertenencia), y, por otro, no existe bibliografía
sobre el tema. Es seguro que hay muchos textos que han evadido la búsqueda,
tanto largos como cortos, de modo que este trabajo puede ser considerado sólo
como provisorio.
En esta relación constituimos
tres categorías de ucronías con el único objetivo de establecer cierto
ordenamiento, una tipificación básica, pero su pueden admitir otras. Las categorías
que se establecieron son las “ucronías puras”, donde el relato se desarrolla en
un mundo alternativo sin intervención de otras dimensiones, las “ucronías
mixtas”, donde están presentes más de un universo alternativo, y las “ucronías
sobre el punto de divergencia”, que describen las acciones y hechos históricos
que son modificados pero no necesariamente sus consecuencias.
En
ocasiones, las ucronías son verdaderas declaraciones de posturas políticas e
ideológicas, a veces de manera no intencional. Pero es riesgoso calificar las
posiciones de los autores a partir de sus obras de ficción, aunque en ciertas
oportunidades son muy manifiestas. La ucronía es, como buena parte de la mejor
ciencia ficción, narrativa especulativa que se afianza en un cambio conceptual
–en este caso un punto de divergencia– para reflexionar sobre sus consecuencias
sobre el hombre y la sociedad.
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[1] María Estuardo,
probablemente la más conocida de los monarcas de Escocia, era católica, lo que
hubiera llevado a que Inglaterra también fuera predominantemente católica.
[2] Se denomina ciencia
ficción dura a aquella que está desarrollada con fuerte validación de los
conocimientos científicos de la época, basándose, en particular, en ciencias
como la química, la física o la astronomía. Durante los últimos veinte años
estas etiquetas se han desdibujado hasta casi desaparecer pero nos permitimos
su uso para agilizar la explicación.
[3] Uchronia es una importante fuente de referencias, especial pero no
exclusivamente a relatos en inglés. También es de interés Historia alternativa (http://es.althistory.wikia.com),
destinado a desarrollar lo que indica su nombre, pero sin el sesgo literario.
[4] Minotauro, vale la
pena recordarlo, ejerció la función de legitimar a la ciencia ficción en el
ambiente intelectual argentino y latinoamericano, con una selección de títulos,
ediciones y traducciones muy cuidada.
[5] Entre 1806 y 1807,
Inglaterra intentó ocupar ambas orillas del Río de la Plata. En 1807 un
ejército de más de 10.000 hombres fue derrotado en Buenos Aires, y precipitó la
caída de la ocupación de Montevideo.
[6] Artkino fue el nombre
de la distribuidora de cine soviético en América entre 1940 y 1982.
[7] http://axxon.com.ar/not/186/c-1861100.htm
[8] Para un análisis más
profundo de El conquistador, se
recomienda Pintarle bigote a la Mona
Lisa: las ucronías, de Campo Ricardo Burgos López, único libro íntegramente
dedicado a analizar las ucronías escrito en español. El libro de Andahazi es la
única ucronía argentina trabajada en el de Burgos López.
[9] Sobre la finalización
de la preparación de este artículo nos encontramos con otra ucronía sobre el
Descubrimiento de América que no queremos dejar de mencionar: “Las crónicas de
la serpiente emplumada”, conformada por El
libro del mensajero (2009), El libro
del guerrero (2010), El libro del
heredero (2010) y Regreso al
principio (2012), de Edgardo Civallero. En esta serie de novelas, no se
sabe más nada de Colón después de su partida y en 1521 llega a la costa europea
la armada azteca, invirtiendo el signo de la conquista. Los textos íntegros se
pueden leer en http://cronicasdelaserpienteemplumada.blogspot.com.ar/
Impresionante e interesante nota sobre las Ucranias Argentina. Marca caminos y múltiples directrices de indagaciones
ResponderEliminarExcelente artículo.
ResponderEliminarGracias. La verdad es que es una introducción a un tema mucho más amplio.
EliminarMuy interesante el artículo. Algunas de las obras que mencionás no las conocía, aunque a la mayoría sí. Yo ahora estoy rastreando las ucronías a nivel de autores ibéricos e iberoamericanos. Es impresionante la cantidad de obras que hay. Aunque hay muchas que no hay manera de conseguir, ni en papel ni digitales, así que las voy conociendo de "oídas". Bueno, muchas gracias. Un saludo.
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