Moorcock, Ballard y Claire, su pareja |
Las novelas de Elric son probablemente los libros más populares de Moorcock: retrató un antihéroe que invierte muchos de los clichés habituales del género fantástico. Su personaje Jerry Cornelius también es un antihéroe mediocre, que refleja la inseguridad y la ambigüedad de la era moderna y aparece en numerosos cuentos y en cuatro novelas, incluyendo La condición de Muzak, que ganó el premio de Ficción del Guardian. Los escritos de Moorcock de los últimos treinta años son en su mayoría literatura general más que de género; sus novelas mejor consideradas son He aquí el hombre (1969), Gloriana (1978), Mother London (1988) y King of the City (2000), y el recientemente completado cuarteto ‘Between the Wars’, que explora, a través de la ironía y el humor, los hechos y pensamientos que condujeron al Holocausto.
El rock siempre ha aparecido en la ficción de Moorcock, y él ha colaborado en numerosas ocasiones con Hawkwind. Miembros de esta banda también colaboraron con la grabación de New World’s Fair, un álbum del mismo Moorcock.
Moorcock conoce a Ballard desde comienzos de los ’60, no sólo como director literario y colega escritor, sino también como amigo personal. Para esta entrevista, lo consulté sobre la influencia de Ballard, el significado de New Worlds, sus actividades musicales y sus proyectos de escritura más recientes.
¿Puedo comenzar preguntado cómo y cuándo conoció a
Jim Ballard?
Creo que fue en la oficina de E. J. Carnell en Grape Street.
Jimmy estaba trabajando para una de las revistas de MacLaren (editora de New Worlds, que por entonces dirigía
Carnell), creo que Chemistry and Industry.
Durante un tiempo tuvimos escasa relación. Entonces John Brunner y yo (debe
haber sido alrededor de 1960) decidimos convocar una conferencia de escritores
de ciencia-ficción, teniendo como meta comenzar algún tipo de asociación. El
encuentro fue muy decepcionante para mí, para Barry Bayley y para Jimmy.
Teníamos la esperanza de escuchar algo estimulante sobre una nueva literatura
para la era espacial. En lugar de eso, todos esos tipos estaban interesados en
“cómo abrir nuevos mercados”, “cómo vender a la televisión” y cosas por el
estilo. Unidos en nuestra decepción, comenzamos a encontrarnos regularmente una
o dos veces a la semana, mayormente en el White Swan en Knightsbridge, cerca de
donde trabajaba Jimmy. Una vez que me casé, nos hicimos todavía más amigos,
viendo a Jimmy, Mary y sus hijos regularmente. Todos avanzábamos muy bien.
Ha dicho en el pasado que tanto usted como Ballard
estaban reaccionando contra lo que veían como la esterilidad de la literatura
moderna y, especialmente, la “novela social inglesa”. Teniendo en cuenta esto
¿cuáles eran sus aspiraciones cuando se hizo cargo de la dirección de New Worlds en 1964?
Bien, Jimmy y yo éramos fanáticos de William Burroughs. No
estábamos tanto influenciados por él como inspirados en él. También estábamos
interesados en la narrativa condensada, en encontrar formas que nos permitieran
soportar tantas narrativas como fuera posible en un espacio corto. Supongo que
éramos antimodernos más que postmodernos. Nuestras ideas no salían de la
academia. Eran respuestas a los problemas de escritores trabajando, intentando
encontrar las mejores formas de tratar con nuestra experiencia en particular.
Burroughs señaló el camino, así lo vimos. Hablamos sobre crear una nueva revista
que publicara obras más experimentales. Cuando Jimmy terminó “Playa terminal”,
Barry Bayley y yo hablamos con Carnell para que la publicara en New Worlds. Cuando yo terminé “The Deep
Fix”, Jimmy habló con Carnell para que lo publicara. Así que teníamos una idea
muy clara de lo que queríamos hacer. Cuando me hice cargo de New Worlds nuestras aspiraciones estaban
reflejadas en esos entusiasmos y el tipo de obras que estábamos comenzando a escribir.
Le dije a Roberts and Vintner, la nueva editorial, lo que quería hacer. Me
dijeron lo que podía hacer. Así que fue un proceso más lento de lo que
deseábamos. Por otro lado, asumíamos que había docenas de escritores ansiosos ahí
afuera, esperando para enviarnos el tipo de relatos del que hablábamos.
Tristemente ¡al principio pareció que sólo estábamos nosotros tres! Tomó un
tiempo conseguir el material que queríamos. Incluso tomó su tiempo formalizar qué
era lo que realmente queríamos hacer. Desde el comienzo Jimmy fue mi “escritor
estrella”, se quejaba de que lo presionaba demasiado… para que escribiera
nuestra primera obra seriada, por ejemplo, que fue Equinox, que luego se convirtió en El mundo de cristal.
¿Ballard compartía completamente estos objetivos o
había diferencias significativas entre ustedes? ¿Y cuáles piensa que fueron las
principales diferencias entre usted y Ballard en la forma en que reflejaban su
falta de satisfacción con la literatura moderna en sus propios escritos?
Las diferencias en su mayoría tenían que ver con la personalidad,
creo. Yo era bastante más joven que Jimmy (casi diez años) y tenía un montón de
experiencia práctica no sólo en dirigir revistas de ficción popular sino en
cambiarlas. Comencé con Tarzan Adventures,
cuando tenía 17 años, y había aprendido cómo hacer que me siguiera una
audiencia inicialmente conservadora. Lo mismo había sucedido con la Biblioteca Sexton
Blake, en la cual había trabajado cuando tenía 19 años. Había elevado la
circulación mientras cambiaba la política. Eso era una cosa. Otra era que Jimmy
tenía, digamos, una noción más estrecha de los tipos de experimentalismo que yo
quería. En verdad yo quería abrir las puertas, como sea, a cualquier cosa que
hubiera allí afuera… ¡y no sólo a escritores que pensaban como lo hacía Jimmy!
Yo tendía a escribir ficción basada en los personajes. Incluso Elric era eso.
Cuando aparecí con Jerry Cornelius —que tenía una personalidad y una técnica
combinadas— no pensé que Jimmy estuviera completamente seguro de lo que yo
estaba haciendo, parcialmente porque tendía a usar comedia y tenía por lejos
una voz más irónica. También estaba mucho más enfocado en lo político. Yo no
compartía el compromiso de Jimmy con los Surrealistas, aunque ambos nos sentimos
impresionados por la primera exhibición surrealista en Whitechapel a mediados
de los ’50 (creo). Mis influencias incluían a Firbank, a quien Jimmy no le
interesaba en lo más mínimo.
Pero eran
diferencias muy menores. Ambos hablábamos todo el tiempo sobre las posibilidades
de la creación, con parte de las técnicas y convenciones de cierto tipo de
ciencia-ficción (la mayor parte de la cual aparecía en la revista Galaxy), algo que pudiera enfrentar el
contenido y la sensibilidad que sentíamos que las convenciones del Modernismo
no trataban. Sentíamos que el Modernismo ya había tenido su momento. También
pensábamos que podíamos volver a unir la ficción popular y la ‘literaria’ a
través de un medio como la ciencia-ficción… o al menos de lo que haríamos de la
ciencia-ficción. Burroughs nos había mostrado una forma de hacerlo.
Jimmy había
pasado por aquel campo de prisioneros japonés. Yo había atravesado el Blitz.
Esas fueron, digamos, experiencias extremas, y sin embargo nos pareció que
tenían que ver con cómo era el mundo en el que vivíamos. Ninguno de nosotros
estaba preocupado por la Bomba H ,
por ejemplo. Jimmy probablemente sentía que le había salvado la vida. Yo la
veía como algo que mantenía la paz; Brian Aldiss, también, vio la Bomba como algo que le había
salvado de estar metido en la invasión a Japón. Estábamos impacientes con los
temas de los intelectualoides de aquellos tiempos. Creo que nuestra principal
diferencia fue probablemente generacional. El rock’n’roll era una gran parte de
mi vida, como lo era la música de, digamos, Messiaen. Jimmy no tenía ningún
interés en la música. Así y todo, teníamos mucho más en común que diferencias.
Y en todo caso todavía lo tenemos, más allá de que desarrollamos estilos muy distintos.
En su historia de New
Worlds escribió: “Ballard fue la columna vertebral de la política de New Worlds. Su influencia fue capital y
profunda”. ¿Puede explicar por qué la influencia de Ballard fue tan importante
para usted y para los demás escritores congregados en torno a New Worlds durante los ’60?
Jimmy, como ya señalé, tenía casi diez años más y había
reflexionado más tiempo sobre las cuestiones que nos interesaban. Disch,
Sladek, Langdon Jones, Spinrad y el resto tenían más o menos mi edad. Jimmy no
era tan “influyente” como “inspirador”, como dije en referencia a Burroughs.
Aunque a menudo estábamos en desacuerdo superficialmente, él ya había
desarrollado un vocabulario que identificaba los problemas que yo todavía
estaba tratando de identificar y cambiar. Conseguí tantos ensayos y artículos
de él como pude. Sospecho que él estaba un poco decepcionado de que no siguiera
su liderazgo más de cerca. Es más ¡se sentía decepcionado de que los demás
escritores no hicieran versiones de lo que él estaba haciendo! Pero fue su
presencia, la calidad de su trabajo y de su mente lo que nos influyó.
Inspiró a sus contemporáneos, como
Aldiss y Brunner, por ejemplo, para que se concentraran cada vez más sobre la
imaginería y las cuestiones contemporáneas. Él estaba alejado incluso de los
mejores escritores del género, como Dick o Pohl y Kornbluth, que eran nuestros
mejores modelos para mostrarle a los nuevos escritores cómo desarrollar sus
propios vocabularios. No quise escribir como Jimmy más que el resto de los
escritores, pero él me mostró que era posible escribir idiosincrásicamente
sobre lo que veíamos como cuestiones urgentes del día, que sólo era necesario emplear
las convenciones del género donde fueran útiles a lo individual. Antes de eso
Jimmy defendía que solamente Bradbury había manejado esa transformación.
Bradbury fue la inspiración de Jimmy antes de Burroughs. Yo había visto a
Bester y los norteamericanos que lo influyeron como una inspiración similar.
Ninguno de nosotros podía leer lo que generalmente se conoce como
ciencia-ficción de “la edad dorada”.
Honestamente,
creo que Jimmy no permaneció mucho tiempo allí. Y cuando comenzó a publicar los
cuentos que se convirtieron en La
exhibición de atrocidades, le mostró a otros escritores cuán lejos se podía
llegar en su propia dirección. Demostró que podía poner una narrativa completa
sobre un icono, especialmente un nombre iconográfico, como Marilyn Monroe.
También hablamos sobre la nueva mitología de nuestros tiempos. Jimmy demostró otra
vez cómo se podía emplear esa mitología para presentar al lector una ficción
compleja en un muy pequeño número de páginas. Muchas personas, según veo yo,
malinterpretaron esta idea o la emplearon muy perezosamente. Jimmy tenía un
rigor en su obra que también era inspirador. Ayudó a elevar la marca, ayudó a
elevar las aspiraciones de los mejores escritores. Se puede ver en escritores
como M. John Harrison, que no estuvo especialmente influenciado por los temas
de Jimmy, pero comprendió que lo podía ayudar a producir su mejor obra y saber
que sería publicada… al menos en New
Worlds.
Mencionó a Burroughs. ¿Qué otros autores admiraban en
aquel momento, y cómo cree que influyeron en su escritura y en la de Ballard?
Burroughs,
como Borges, nos mostró lo que era posible hacer. Ni Borges ni Burroughs fueron
accesibles para nosotros hasta alrededor de 1960. La primera vez que escuché sobre
los cuentos de Borges fue a través de un sueco que hablaba español mientras
hacía dedo de Uppsala a París. Fue un poco antes de llegar a la Ciudad de las Luces, creo,
cuando aparecieron las primeras traducciones. Cuando finalmente los conocimos
Burroughs no fue una decepción, pero Borges sí. Burroughs vivía mucho mientras
escribía, mientras que Borges era más bien un hombre conservador con un
entusiasta interés en G. K. Chesterton. Nosotros también estábamos muy
entusiasmados con la novela negra y con el nouvelle
vague cinema francés. Yo era un gran fanático de Camus, por ejemplo. No
recuerdo si Jimmy leía mucho material existencialista, pero le encantaba el
cine que se producía en Francia por entonces, tanto como la pintura surrealista
y los textos dadaístas. Jarry fue otra inspiración para nosotros. Y yo amaba a
Boris Vian.
Creo que éramos parte de un amplio movimiento que estaba rechazando,
digamos, las convenciones agotadas del Modernismo. Estábamos buscando métodos
que funcionaran para nosotros. Algunos eventualmente fueron abandonados. Otros
modificados. Ahora vivimos en un mundo donde muchas de las innovaciones,
técnicas y temas que considerábamos propias, se han convertido en un uso tan
común que nadie se pregunta de dónde salieron originalmente. Por lo tanto,
probablemente logramos lo que nos habíamos propuesto hacer, establecer
convenciones nuevas mejor preparadas para tratar con la vida contemporánea.
Durante la segunda mitad de los ‘60, Ballard también
estuvo muy asociado con la revista Ambit,
y con Eduardo Paolozzi. ¿Qué interacción había entre el resto de los escritores
de New Worlds y Ambit o Paolozzi?
Bueno,
yo le presenté a Jimmy a Eduardo. Conocía a cierta cantidad de artistas pop
mayormente a través de Chris Finch, un crítico de arte que comenzó a trabajar
para New Worlds en 1967, cuando
cambié el formato y el papel para que pudiéramos incluir tanto arte
contemporáneo como ficción. Hubo interacción con Ambit porque Jimmy se convirtió en el director literario y me
encargó algunas cosas, y también a Michael Butterworth, por ejemplo. New Worlds era una revista comercial con
distribución en los puestos de revistas. Yo traía una experiencia específica y
no me interesaba dirigir una ‘pequeña revista’. Teníamos una enorme audiencia
de distintos ámbitos. Fue estimulante, creo, tener una audiencia más amplia que
la de Ambit, sin embargo corríamos
más riesgos. Ambit, irónicamente,
parecía dirigida a una audiencia más restringida, más académica y
concientemente literaria. Nuestras ideas originales habían girado sobre
presentar una ficción más confrontativa, más riesgosa, a una audiencia popular.
Yo sabía cómo atraer un mercado más amplio y New Worlds, especialmente en su formato grande, lo hizo. La
circulación sólo se convirtió en un problema cuando W. H. Smiths objetó nuestro
contenido, pero permanecimos en los puestos de revistas hasta que Smiths
encontró una forma de quebrarnos. Entonces nos convertimos en un libro en
rústica de edición trimestral.
Irónicamente, reimprimimos gran
parte del material que Smith objetó en The
Best of New Worlds y en New Worlds
Quarterly, pero dado que provenían de grandes editoriales (presumiblemente)
¡no pusieron objeciones para distribuir los libros! A Ambit le gustaba lo que publicábamos y creo que sería justo decir que
percibían lo que estábamos haciendo. Nosotros no percibíamos mucho lo que
estaban haciendo ellos. Debo decir que éramos bastante arrogantes. Sentíamos
que Ambit no iba lo suficientemente
lejos. Incluso cuando pusieron a Pynchon, por ejemplo, tendíamos a pensar que
era un poco débil comparado con nuestros escritores más ambiciosos. Nunca pensé
que su “Entropy”, que editamos nosotros, estuviera a la altura de Pamela Zoline
en “The Heat Death of the Universe”. Me gustaba Ambit pero, para ser honesto, salvo donde aportaba Jimmy, parecía
un poco cauta o… no lo sé ¿de clase media?... en comparación con New Worlds. Sólo cuando Jimmy se hizo
cargo de la ficción pareció animarse.
Además de escritores establecidos como usted mismo,
Ballard y Brian Aldiss, New Worlds también
publicó algunas de las obras más tempranas y mejores de autores como Tom Disch,
John Sladek y M. John Harrison. ¿Cómo ve su rol como director editorial y más
tarde editor de esos escritores más nuevos?
Veía a New Worlds como un recurso para los escritores
ambiciosos. Una plataforma, si se quiere, desde la cuál podían volar a
cualquier lugar adonde los llevara la ambición y la intuición. También sabía
que la mayoría de las editoriales comerciales son muy cautas y odian correr
riesgos, y son alentadas a ser un poco más audaces si alguien edita primero algo.
En varios casos aceptamos material que había sido rechazado por editoriales de
literatura general y sólo después de que lo publicáramos lo aceptaba otra
editorial: Informe sobre probabilidad A,
Campo de concentración, Incordie a Jack Barron y otros libros
fueron rechazados por las editoriales que habían expresado interés en ellos.
Después de que los sacamos nosotros, las editoriales establecidas decidieron
darles una oportunidad. En el caso de Phil Dick, aunque no publicamos nada en New Worlds, sacamos las primeras valoraciones
serias de él y Tom Maschler las leyó y decidió publicar su obra en Cape. Antes
de eso, Dick apenas se había aparecido en Inglaterra y sólo en ediciones muy al
estilo pulp. Maschler también se había ‘robado’ a Jimmy a Gollancz y me pedía mi opinión sobre quiénes eran de
valor. Michael Dempsey, originalmente con Hutchinson, también estaba inclinado
a publicar escritores que había leído primero en New Worlds. Como resultado de eso nos hicimos amigos.
En una entrevista reciente con Ballardian, Iain
Sinclair hizo notar que Ballard “es visto como un gran gurú de Occidente, pero
la gente que hace eso muy raramente se refiere a sus primeros libros. Llegan
tal vez hasta Crash, porque conocen
las película, y creen que es algo perturbador, pero… sus auténticas energía y
locura tempranas todavía no son apreciadas” ¿Cuáles son los libros de Ballard
que más admira?
Debo decir que La
exhibición de atrocidades, seguido muy de cerca por El imperio del sol. Por diferentes razones, por supuesto.
¿Tomó contacto con sus
últimos libros, los que siguieron a El
imperio del sol
Admito que no mucho. No tengo una opinión sobre los últimos
libros, que no he leído, pero siento una muy buena disposición hacia ellos por
lo que he leído sobre ellos. Pero creo que sus libros auténticamente
arriesgados los escribió hace algún tiempo. De todos modos, esto no es una
crítica. Si a alguien se le debe permitir descansar sobre sus laureles es a él.
A comienzos de sus carreras, tanto Ballard como usted
empleaban lo que a menudo se mencionaba como una narrativa no lineal,
especialmente en las novelas y cuentos de Jerry Cornelius, y en La exhibición de atrocidades. Pero ambos
parecen haber olvidado mayormente aquellas técnicas en beneficio de estilos
narrativos más tradicionales. ¿Por qué piensa que sucedió eso?
No estoy muy seguro de que sea completamente cierto conmigo.
Los libros de Pyat requerían de una narrativa convencional para expresar el
tiempo real, pero continué escribiendo relatos de Cornelius, como los del
reciente Lives and Times of Jerry
Cornelius, que contiene historias sobre Diana, el 11 de septiembre y cosas
por el estilo. Actualmente estoy trabajando en una novela corta, “Modern
Times”, que es una historia no lineal de Cornelius. Mother London no era lineal. ¡Incluso algunas de las novelas más
recientes de Elric podrían ser denominadas como semilineales! No sé por qué
Jimmy regresó a su estilo previo a La
exhibición de atrocidades en sus libros más recientes. Sin dudas, descubrió
que podía responder mejor a los estímulos cotidianos con formas más lineales.
No tengo una teoría sobre eso.
¿Qué pensaba Ballard de tus novelas fantásticas y de
los relatos sobre Jerry Cornelius?
Ah, honestamente, no creo que leyera mucho de ese material. Pienso
que nunca ‘pescó’ completamente a Cornelius, aunque creo, bastante
extrañamente, que comprende mejor ahora que entonces, cuando éramos más
jóvenes, lo que estaba intentando hacer. Siempre ha sido generoso en sus
elogios, pero no creo que siquiera leyera mucha ficción. ¡A menudo ofrecía elogios
generosos, pero nunca era muy específico!
Ustedes escribieron novelas ambientas en o sobre
Londres: en su caso, Mother London, King of the City y partes de las novelas
de Cornelius; en el caso de Ballard, Compañía
de sueños ilimitada, Milenio negro,
Bienvenidos a Metro-Centre. Sin embargo, hay diferencias sustanciales entre
ellas; parece que las de Ballard contienen una sensación de alienación en lo
que se relaciona con la ciudad, mientras que las suyas producen una sensación
de pertenencia. ¡Sin embargo, fue Ballard el que se quedó en Shepperton,
mientras que usted parece haber vivido en muchas partes!
Yo no creo que a Jimmy le haya gustado mucho Londres alguna
vez porque sino él y Mary no se habrían mudado a Shepperton cuando lo hicieron.
Aprovecharon la primera oportunidad que tuvieron, en parte, por supuesto,
porque pensaron que podrían dar a sus hijos una vida mejor. Por otro lado ¡yo
sentí que debía mantener a mis hijos en la escuela de Holland Park donde
podrían aprender sobre la vida y sobrevivir! No pude soportar la idea de partir
hasta que me pareció que la ciudad entera se había convertido en un producto.
Mudarme a los suburbios no me pareció una solución. Cuando me mudé a Fulham
hacia 1983, Jimmy me dio la bienvenida y me dijo, “Tienes que venir a visitarme
en los suburbios”. Le respondí: “Estoy en los suburbios, Jimmy. Todo el maldito
país lo está”. Parecía extraño, aún entonces, no estar a una corta caminata del
West End. Nací en los suburbios y fui al centro tan pronto como pude.
No creo
equivocarme si pienso que Jimmy ha hecho algo maravilloso y original con su
medio ambiente, pero no puedo pensar en nada peor que vivir en Shepperton. Yo
me marchitaría y moriría allí. Del mismo modo, ‘mi’ Londres es el Londres
Occidental y Central, hasta tan lejos como Holborn, mientras que Iain Sinclair
ha hecho del Oeste y la City
su territorio. Sin dudas, usamos el material que encontramos en cualquier lugar
donde nos establezcamos, pero también tengo una noción aproximada de qué medio
ambiente nos viene mejor. Cada vez tiendo a usar más a París, porque prefiero
el París contemporáneo al Londres contemporáneo. Sin embargo, en otras
circunstancias, estaría feliz en Los Ángeles o Nueva York —en las grandes
ciudades— pero preferiría vivir en el campo sino pudiera vivir en la ciudad.
Admiro a Jimmy por el uso creativo que hizo de ese medio ambiente y sus
circunstancias, pero siempre hemos estado muy convencidos de nuestras
elecciones. En ambos casos, recreamos nuestros medio ambientes en nuestra
propia imaginación, estoy seguro.
Hasta 1980, Ladbroke Grove fue el
centro de mi universo. Mientras se aburguesaba fui a otros lugares en búsqueda
de estímulo, a lugares donde, es cierto, eran un poco menos cómodos para vivir
(que el moderno Notting Hill); me divirtió cuando Martin Amis y George Melly se
mudaron a un área que consideraban un poco peligrosa. Cuando me mudé allí, al
principio, los taxistas se rehusaban a llevarme al norte de Westbourne Grove y
había peleas con cuchillos en las calles. En algún momento comprendí que yo era
a lo que Amis se refería como un ‘morador’ de Notting Hill. Durante un tiempo
los Jardines del Queens Club, rodeados por viviendas municipales y mayormente
oculto a la alta burguesía, me vinieron bien, pero una vez que fueron
‘descubiertos’ tuve que mudarme otra vez. Si no hubiera comenzado a ponerme
enfermo en Texas, me habría mudado a Los Ángeles o París hace mucho. Las partes
de Paris que me gustan todavía ofrecen la mezcla de clases y tipos de personas
que prefiero.
Jimmy no
tuvo elección salvo sentirse alienado. Hay que considerar su historia y sus
circunstancias. Nunca me he sentido alienado en el corazón de la ciudad, sólo
en sus suburbios. En alguna forma siento que él, Iain y yo nos dividimos la
ciudad entre nosotros, haciéndose cargo cada uno de su territorio preferido. El
territorio de Iain es casi tan extraño para mí como el de Jimmy, e Iain no
conoce Londres Oeste como lo conozco yo. Creo que, al adoptar los suburbios,
Jimmy es el más original de nosotros. Pero eso lleva a un Ballard a construir
Ballardlandia. No conozco a ningún otro escritor que pudiera hacer lo que él
hizo. También siento curiosidad por los centros de poder, lo que me llevó a
vivir en Los Ángeles tanto como en Texas, lugares con una mitología muy
desarrollada sobre si mismos que me fascina. Jimmy tiende a adaptar el medio ambiente
a su propia mitología interna.
¿Qué piensa de las adaptaciones cinematográficas de
la obra de Ballard?
No me gustaron mucho. Creo que Spielberg sentimentalizó El imperio del sol, mientras que Crash fue sensacionalizada. En ambos
casos los originales de Ballard fueron vulgarizados.
¿Valora algún escritor actual de ficción imaginativa?
¿Hay algo tan apropiado para el mundo de hoy como lo fue Ballard para los ’60?
Hay muchos escritores talentosos desarrollando, creo, lo que
Ballard trabajó como pionero, pero no estamos viviendo tiempos especialmente
innovadores. Hay muchas razones para eso. Leo mucha ficción nueva y realmente
gran parte de ella es muy buena. De todos modos, probablemente yo no sea la
mejor persona para decir si hay alguna obra tan apropiada para el hoy como la
de Ballard para los ’60. Es posible que no pueda reconocerla. Sin embargo, hago
lo que está a mi alcance leyendo y alentando a los escritores nuevos. Tengo que
admitir que, así como admiro a muchos de ellos, ninguno me golpea con el
impacto con el que me golpearon Burroughs y Ballard cuando los comencé a leer.
¿Cómo llegó a escribir la novelización de la película
de los Sex Pistols, El gran timo del
rock’n’roll? ¿Ve paralelos entre la escena punk y la escena de Ladbroke
Grove/Hawkwind, de la que formó parte?
Conocí a varias bandas punk o a miembros de bandas, aunque
no especialmente bien. Los punks eran sólo guerrillas urbanas, si prefiere, con
diferentes cortes de pelo. Hawkwind/Motorhead era las únicas bandas a las que
los punks les reconocían haber mantenido la fe, así que me llevaba bien con
ellos cuando nos encontrábamos. Fui a muchos shows. Tuve cierta relación con
gente como Siouxie, que me gustaba mucho. De manera que cuando Maxim
Jakubowski, de Virgin Publishing, sugirió que yo hiciera El gran timo del rock’n’roll, no tuve problemas con la idea…
especialmente porque siempre había visto a Irene Handle como la señora
Cornelius y quería darle a Glen Matlock un poco de mejor prensa que la que
recibía de los demás en aquel tiempo.
¿Cómo encuentra la experiencia de interactuar con sus
aficionados a través del sitio web, Moorcock’s Miscellany (www.multiverse.org)?
¿Qué lo impulsó a tomar un rol tan activo con su audiencia?
Siempre me gustó interactuar con los lectores. Disfruto las
secciones de firmas, las lecturas y las actividades de ese tipo.
Acostumbrábamos mezclarnos con la audiencia cuando hacía música. Está en mi
naturaleza. Supongo que soy un terco populista. Nunca me sentí alejado de mis
lectores. Ellos, después de todo, me permiten disfrutar de una vida decente.
¿Por qué no deberían gustarme? De todos modos, este tipo de actitudes tienen
mucho que ver con el temperamento. Algunas personas se sienten intimidadas por
sus audiencias, o avasallados. Yo no. A pesar de que soy una persona
esencialmente solitaria, como Jimmy, descubrí que la red es un gran sustituto de
tomar algo en un bar. Uno puede socializar sin estar demasiado involucrado, si
quiere hacerlo. Cuando estoy trabajando, por supuesto, tiendo a ignorar la red
por completo. Así como está, todavía la uso solamente como una suerte de
extensión de mis viejos métodos. La Wikipedia es mi máquina de escribir y Google es
mi Encyclopaedia Britannica y mi Oxford English Dictionary. No utilizo mi
computadora para juegos, por ejemplo, y muy raramente para tocar o buscar
música. Ah, también es mi radio, por supuesto ¡no puedo encontrar la radio de la BBC en Texas!
En crudo contraste con usted, Ballard ha dicho a
menudo que no usa internet. ¿Nunca se ha sentido tentado ni un poco?
En verdad no creo que le guste. Tal vez es un poco menos
desconfiado de internet de lo que era antes. Pero de ningún modo es el único
autor que conozco que no tiene e-mail ni usa la red. Harlan Ellison es otro.
Hasta hace muy poco Iain Sinclair no tenía e-mail. Algunos escritores ni
siquiera tienen máquinas de escribir eléctricas. ¡Jimmy comenzó recientemente a
usar su vieja máquina mecánica otra vez! ¡La mía está en un rincón, incluso
mientras escribo! Uno establece una forma preferida de trabajar y vivir. ¡Jimmy
construyó su propio mundo en Shepperton donde su casa es reconocidamente famosa
por estar anclada en los ’60 y ’70! Por mi parte, siempre tengo que tener mi
escritorio y oficina casi en la misma disposición en que lo establecí en 1965. Simpatizo
por completo con sus elecciones. Si una empresa de juegos en Austin no hubiera
aparecido y me hubiera provisto con equipamiento nuevo hace unos años
probablemente todavía estaría buscando partes de repuesto para mi vieja IBM
Selectric. Así como sucedió, tomé la red con naturalidad y con gran alegría,
pero no habría sido del mismo modo si aquella compañía no hubiera querido que
yo escribiera un juego y una película para ellos. (Que llegó a ser Silverheart… EA decidió que era
demasiado cara para producirla).
¿En qué está trabajando en este momento?
Estoy trabajando en un relato de Jerry Cornelius, “Modern
Times”, que ya mencioné. Por coincidencia,
Jimmy me ha insistido mucho en traer de regreso a Jerry para que le eche una
mirada al Londres moderno, cosa que hace, aunque también es un regreso al
Londres de los ’60, una suerte de revaloración. Mi editor me sugirió que
escriba una memoria de los ’60. No estoy seguro de querer hacerlo, en realidad,
pero estoy tomando notas. Todavía estoy trabajando en la memoria de Mervyn
Peake y es un poco duro. Ciertos recuerdos son muy dolorosos y la declinación y
muerte de Mervyn me resultan muy difíciles de recuperar. También estoy
escribiendo una historia de Elric para la nueva Weird Tales, por diversión. También tengo unos relatos de Seaton
Begg, The Metatemporal Detective, que
van a aparecer pronto. Se supone que voy a hacer un comic de Conan para Dark
Horse. Probablemente reconsidere un descanso, a menos que encuentre algo que
realmente me entusiasme.
Como Jimmy, creo que realmente me he
vuelto más irritable y más radical en la mayoría de los aspectos a medida que
envejecí. Ambos sentimos tanto disgusto con lo que sucede en política y en los
negocios como nunca antes. Precisamente hice un “editorial combativo” para Interzone, convocando a los escritores a
asumir algunos riesgos como hizo Burroughs (de quién la
revista tomó su nombre). El tipo de riesgos que asumió Ballard, por ejemplo.
Estamos viviendo en tiempos cautelosos y retroactivos y creo que necesitamos
hacer un esfuerzo para resistir lo que aceptamos demasiado fácilmente como la idiosincrasia
de la época. Sé que Jimmy también lo siente así. No creo que ninguno de
nosotros sea particularmente nostálgico o quejumbroso, pero es reconfortante
saber que cuando nos juntamos somos una pareja de Viejos Indignados con tanto
interés en el presente y, además, en el futuro, como nunca tuvimos.
Tit.
Orig.: Angry Old Men: Michael Moorcock on J. G. Ballard
Aparecida
originamente en Ballardian (www.ballardian.com)
el 9 de julio de 2007. Publicada con autorización del autor.
© 2007
Mike Holliday
Traducido
por Luis Pestarini y publicado en Cuásar 48
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