Tarik Carson tiene más
aspecto de joyero refinado que de escritor. Tal vez esto sea efecto de sus años
dedicados a la orfebrería. Prematuramente canoso, tiene modos delicados y
hablar lento. Uno no se lo puede imaginar violentándose por alguna situación que
escape a su dominio.
Tarik nos atendió en su casa –donde también está su
taller-, donde hablamos de su carrera, del metier
del escritor y de la ciencia ficción en general.
Cuásar: ¿Cómo se inició
tu carrera literaria?
TC: Fue hace veintidós o
veintitrés años. Empecé escribiendo literatura realista; hacia 1970 comenzó a interesarme
la literatura fantástica, pero recién a principios de los ochenta me acerqué a
la ciencia ficción. En 1966 escribí la primera de mis tres novelas. A todas
ellas, al igual que a muchos de los primeros cuentos, los destruí, pero me
sirvieron para aprender a escribir.
Cuásar: ¿Formaste parte
de algún movimiento literario?
TC: Los críticos siempre
tienen sus teorías, pero creo que todo es completamente individual. Por entonces
no había nada conformado, nada sistemático como aquí se está dando alrededor
del Círculo Argentino de Ciencia Ficción y Fantasía.
Cuásar: Ángel Rama habla
de “Los Raros”.
TC: Sí, incluía a
Felisberto Hernández, y ahora a Mario Levrero, pero creo que es un grupo
demasiado reducido como para considerarlo importante. Estos grupos siempre se
conforman un poco a pesar de uno mismo, uno no quiere integrarse a un
movimiento así. A mí lo que me interesaba era la parte estética de lo
fantástico. El primer escritor que me abrió la puerta a lo fantástico fue
Borges. Después de leerlo me transformé en otro autor. Eso fue hacia 1970.
Cuásar: En El hombre olvidado ya se nota la
influencia de Borges.
TC: Sí, sobre todo en
algunas técnicas literarias; pero no en el lenguaje, porque me hubiera
resultado algo muy difícil. Borges es fuertísimo y demasiado personal, y cuando
uno lo lee siempre se nota en lo que escribe después.
Cuásar: ¿Qué repercusión
tuvo El hombre olvidado?
TC: Fue bien recibido
por la crítica y todavía es un libro buscado. Pero al poco tiempo de editado se
produjo el golpe militar en Uruguay y, como tenía algunas cosas un poco
violentas como “Por la patria”, el editor y los libreros lo retiraron. En ese
momento detuvieron a una escritora que había ganado un concurso con un cuento
medio pornográfico, y estuvo presa como cinco años, lo que desató una verdadera
psicosis.
Cuásar: ¿Qué significó
ese libro para vos?
TC: El primer libro
siempre es importante para el escritor, sobre todo para desilusionarle. Cuando
te publican tu primer libro pensás que vas a lograr mucho con eso y, bueno,
casi nunca se consigue nada, no en un plazo inmediato. Entonces están los que
se desaniman y dejan de escribir, y los que siguen a pesar de todo.
Cuásar: ¿Por qué viniste
a Argentina?
TC: Porque estaba
cansado de la dictadura. La gente tenía mucho miedo y, aunque yo no tuve ningún
problema directamente con los militares, podría haberlos tenido por algunos
cuentos que había escrito. Entonces planee todo y justo cuando llegué aquí
dieron el golpe. Salí de un mal lugar y me metí en otro peor, pero ya no me iba
a ir. Desde entonces hice un poco de todo, incluso trabajé en una lechería.
Después aprendí orfebrería y todavía sigo en eso. No volví a escribir hasta
1980. Me resultó muy difícil la adaptación.
Cuásar: Para un escritor
como vos, que proviene de la literatura general ¿qué significa publicar en una
revista de ciencia ficción que apenas llega a tiradas de 300 ejemplares?
TC: Antes que nada,
cuando uno escribe, lo hace para publicar. Yo quisiera publicar en una
editorial grande, pero en ellas no hay lugar para mí, no suelo cultivar
relaciones públicas y para publicar allí hay que hacerlo, no importa el valor
de lo que escribas.
Cuásar: ¿Qué percibís de
distinto entre el público de las revistas de “literatura” y el de las de
ciencia ficción?
TC: En el nivel en que
estoy yo, donde todavía no hay una gran difusión como pueden ofrecer revistas
importantes como Crisis o Fin de siglo, cuando no se puede conocer
la respuesta de 5 o 10 mil lectores, no se recibe nada. Pero incluso en las
revistas grandes uno no recibe nada, ni siquiera satisfacción emocional. Al
menos a mí me pasa eso. Lo que ocurre es que uno escribe porque le gusta, así
como juego al ajedrez y sé que en eso voy a ser un mediocre, pero me gusta.
Creo que no obtendría satisfacción publicando, así vendiera un millón de
ejemplares, aunque eso me cambiaría la vida económicamente. La satisfacción que
vale es la de saber que hacés algo valioso.
Cuásar: Publicar en las
revistas de ciencia ficción con cierta regularidad ¿no te condiciona?
TC: No, al contrario. La
ciencia ficción es un fenómeno que todavía está en formación. Es algo
extraordinario; no en su totalidad, porque hay más cosas malas que buenas… hay
mucha gente que no puede escribir, que no sabe lo que es la esencia artística,
pero la ciencia ficción tiene el germen de una revolución en el terreno
literario estético. Es una revolución que todavía no ha sido comprendida por la
literatura tradicional y lo que se llama el establishment.
La ciencia ficción ha abierto una serie infinita de posibilidades.
Cuásar: Esa riqueza de
posibilidades no suele ser coherente con las limitaciones literarias de la
inmensa mayoría de los escritores de ciencia ficción.
TC: Sí, es algo muy
frustrante. Hay algunos que tienen ideas fascinantes aunque están muy mal
escritas. Lo que pasa es que la materia está mal trabajada; hay una buena idea
para una historia pero no hay oficio, entonces se malogra esa idea. La ciencia
ficción produjo una ruptura con la literatura tradicional, una ruptura muy
extraña. No estoy hablando de la primera ciencia ficción, que era muy
elemental, tosca y ridícula, sino de otro tipo de cosas como las del Ballard de
la primera época, que creó universos muy particulares, como no hay en el resto
de la literatura. Lo mismo pasa con otros autores, como Jack Vance, Cordwainer
Smith –quien ha creado un universo extraordinario que la literatura general ha
ignorado totalmente-, y muchos otros. El mismo Clarke tiene una literatura
formidable por su previsión del futuro, por su claridad.
Cuásar: ¿La literatura
general está agotada?
TC: El genio literario
nunca está agotado. Renueva todo con los mismos parámetros anteriores. Lo que
ocurre es que genios literarios hay muy pocos en un siglo. Esta segunda mitad
del siglo, con sus grandes cambios, ha perdido la tradición de los genios
literarios. Se han introducido técnicas de escritura que han echado al suelo la
novela tradicional, que ya estaba siendo repetitiva, y sólo un escritor de
enorme talento puede darle nueva vida. El individuo que tiene un talento
respetable sigue escribiendo lo mismo que en el siglo pasado o principios de
éste.
Cuásar: ¿Qué papel juega el realismo mágico en estas
circunstancias?
TC: Es una tendencia que
intentó imprimir algo nuevo en la literatura. García Márquez es un gran
talento, un notable estilista que ha buscado formas nuevas, y eso es valioso.
Es muy difícil encontrar algo nuevo que llame la atención y que agrade estéticamente.
Cuásar: ¿Y la ciencia
ficción argentina?
TC: En los muchos
cuentos de ciencia ficción argentina que leí [se refiere a las historias que
participaron del Concurso Más Allá de cuentos inéditos en las tres ocasiones en
que fue jurado], hay una fuerte tendencia por buscar caminos propios,
desprendiéndose de la ciencia ficción clásica. Es como una fusión de la ciencia
ficción clásica, del realismo mágico y de la literatura de Borges. Borges es
como un mojón en el camino de cualquier escritor, algo inmenso. Hay una
tendencia hacia eso, pero no creo que sea muy deliberado.
Cuásar: Esta fusión de
la que hablás es fácil de detectar en parte de tu obra, pero no resulta así en
la de otros autores del medio.
TC: Lo que pasa es que
yo estoy en esto desde hace más años que la mayoría de los demás. Puede ser que
también haya un poco más de esfuerzo de mi parte por rabias, pero no rabias
vulgares sino rabias profundas que canalizo hacia la literatura. Pero pienso
que la fusión es una tendencia que se ve en los cuentos que he leído en los
concursos. Si bien casi todos estaban mal redactados, hay material para
trabajar. De esos cien o doscientos escritores, un diez por ciento puede seguir
escribiendo por vocación, lo que es una tarea durísima e ingrata, y se irán
perfeccionando durante décadas, y tal vez alguno de ellos deje una obra
consistente, aunque nunca publique o lo haga en estas revistas.
Cuásar: ¿Cuáles son tus
referentes literarios?
TC: Son muchos.
Básicamente me gusta el escritor rebelde y profundamente inconforme. Leo
especialmente a los escritores satíricos como Henry Fielding, el autor de Tom Jones, también a Swift, y a Quevedo
y Cervantes en español. Todos ellos son grandes pilares de la literatura. Del
siglo pasado hay dos escritores que me parecen lo más importante que ha dado la
literatura, incluso más grandes que Homero: Balzac y Tolstoi. No eran ni
satíricos ni rebeldes, pero eran grandes. Otros que me gustan son Bierce,
Celine, Borges. Éste es el mayor escritor en lengua española, más grande
incluso que Cervantes, y eso es mucho decir. Otros que me agradan son Quiroga,
Arlt y Felisberto Hernández. Estos cuatro son lo más importante surgido en la
literatura rioplatense. Onetti también, por la coherencia de su obra. Hay otros
que seguramente olvido.
Cuásar: Dentro de lo que
se está haciendo aquí en la ciencia ficción y la fantasía ¿qué es lo más
interesante que ves?
TC: Hay muchos
escritores que tienen talento, pero ninguno está realizado todavía. Los más
conformados son Carlos Gardini y Mario Levrero; tienen una obra unificada, y
una personalidad. El tiempo dirá el valor de cada una. Hay muchos escritores
jóvenes que prometen, pero están en pleno proceso de conformación. Algunos de
ellos llegarán, otros no. Entre los más interesantes están Carletti, Alzogaray,
Sayegh, Balhario, pero todavía tienen problemas para solucionar. Carletti, por
ejemplo, piensa demasiado en tecnología y poco en términos más humanísticos. Lo
primero es lo humano, aún en la ciencia ficción, y después viene lo demás.
Todos los buenos escritores consideran lo humano en primer lugar, como Dick,
Smith, Ballard, Le Guin. Si no hay conflicto humano no hay literatura. Smith
tiene cuentos inigualables donde aparece el sufrimiento humano como no lo he
visto en otros cuentos. Carletti parece que quiere hacerlo, pero todavía le
falta el manejo de la técnica. El tiempo lo irá perfeccionando si es que llega
a trascender. Otros escritores interesantes son Oviedo y Antognazzi, pero éste
tiene el problema de cierta facilidad para escribir y le falta pulir el buen
gusto. A veces incurre en cosas de mal gusto, pero está en formación. Todo esto
es según mi punto de vista. La mayoría de ellos están comenzando, ni siquiera
ha publicado un libro. Seguramente hay otros que olvido.
Cuásar: ¿El escritor
tiene que tener un rol social?
TC: Para mí es una
cuestión bastante sencilla. El escritor es un individuo, y su trabajo es
individual. Escribe y reescribe un texto un año o diez, y finalmente lo ofrece
a los lectores, que lo valoran. No tiene ninguna obligación con su pueblo, ni
con ningún tipo de política, porque tanto los gobiernos como las políticas, e
incluso los pueblos, pasan, pero las obras de arte perduran. Eso sí, lo que no
puede hacer es sustraerse de tal modo que los problemas del mundo no pasen por
su sensibilidad y, a través de ella, alcancen su obra. Sería inhumano, propio
de una máquina. Si un individuo la pasa muy mal económicamente y escribe, eso
se sentirá en su obra. Lo mismo si es rico, saludable y bello (una de las
mayores riquezas después de la salud es la belleza física). La del primero será
una literatura pesimista, oscura; la otra será luminosa, optimista. Pero por
otro lado los individuos felices raramente hacen arte: está históricamente
comprobado que todos los grandes escritores han tenido unas vidas calamitosas.
Es como si el sufrimiento abriera las puertas de una alta sensibilidad, y a
través de ellas se alcanzara el fenómeno artístico. Es una ley no escrita.
Publicada en Cuásar nº 18 (febrero 1989), que incluye dossier sobre Tarik Carson. Además de la entrevista, incluye la novela corta "El estado superior de la materia", una nota de Claudio Barbeito y una bibliografía de la obra del autor uruguayo.
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