En esta cuarta entrega sobre las revistas de ciencia ficción en español
me voy a ocupar de la que fue la más influyente y de más ediciones de todas las
publicaciones impresas hasta la fecha. Nueva
Dimensión (ND) fue una revista
despareja, por momentos excelente, siempre al borde de la desaparición, pero
vista a la distancia fue un logro notable tanto por su subsistencia a lo largo
del tiempo como por su contenido. En sus páginas aparecieron muchos de los
mejores relatos de ciencia ficción y fantasía de la historia.
ND comenzó siendo bimestral
pero durante la mayor parte de su historia fue mensual, con la salvedad de que
su último número, el 148, apareció en diciembre de 1983, más de un año después
del 147. Medio siglo ha pasado desde la publicación del número 1, fechado en
enero/febrero de 1968. Con un formato poco común para las revistas de 20 x 17
cm (el antecedente más directo es Planeta),
la revista fue producto de un equipo de trabajo conducido por Domingo Santos
(Pedro Domingo Mutiñó), Luis Vigil y Sebastián Martínez, aunque como director
aparecía un enigmático J. M. Armengou, quien más adelante pasaría a ser
director periodístico para que, más tarde, su nombre desapareciera de ND. Pero ¿quién fue este Armengou, quien
nunca publicó nada ni aquí ni en ningún otro medio vinculado con el género? La
explicación es sencilla: en 1966 se sancionó en España la Ley de Prensa e
Imprenta que señalaba, entre muchas otras cuestiones, que al frente de toda
publicación periódica debía figurar un director responsable “poseedor del
título de periodista inscripto en el registro oficial”. Básicamente, su función
era revisar los contenidos para no infringir la estricta normativa vigente, o
sea un autocensor. Si se filtraba algo, el que tendría que poner la cara ante
el gobierno sería él.
ND surgió a partir del
fracaso de otra publicación, Anticipación,
que dirigieron Domingo Santos y Luis Vigil para Ediciones Ferma. Inspirada en Más Allá, duró sólo siete números,
combinando ficción y algunos artículos de divulgación científica. Cuando Ferma
decidió el cierre de la revista, Santos y Vigil decidieron hacer una
publicación propia pero necesitaban un colaborador que se ocupara de la parte
administrativa. Entonces contactaron a Sebastián Martínez, conocido de Vigil y
también aficionado a la ciencia ficción, que aceptó participar en el proyecto.
Para la distribución, un punto muy sensible y que, a lo largo de décadas, ha
sido el que dio por tierra a muchas iniciativas similares, se pusieron en
contacto con el sello Pomaire, con el que tenía contacto Santos, por entonces
una editorial exitosa. Pomaire aceptó con una condición: el formato tenía que
ser el de Planeta.
La revista pasó por varias etapas, definidas básicamente por su
situación económica y por la disponibilidad de tiempo de los directores.
Publicada en Barcelona por Ediciones Dronte, razón social creada para la
revista y algunas colecciones de libros que publicó a lo largo de sus quince
años, inicialmente fue un trabajo en común del trío director, pero luego se
alternaron alternativamente Luis Vigil y Domingo Santos en la conducción,
siendo el período en el cual este último fue el principal responsable el más
equilibrado y exitoso, literariamente hablando. El contenido estuvo compuesto
por relatos, incluyendo numerosas novelas cortas, y artículos, información,
bibliográficas, en una distribución interna muy parecida a la de Cuásar después de su primera decena de
números. Como curiosidad, el último número de Nueva Dimensión se publicó un mes antes de la salida del primer
número de Cuásar, en enero de 1984.
Numerosas ediciones, en particular entre los números 20 y 60, período
dirigido especialmente por Vigil, fueron en realidad antologías traducidas
íntegra o parcialmente del inglés, algunas por autor (Cordwainer Smith en el n°
22, Harlan Ellison en el n° 29, por ejemplo), otras temáticas (El fin del
mundo, una antología de Donald Wollheim, en el n° 20), incluso una historia de
la ciencia ficción (de Sam Lundwall, en el n° 75). La redacción debía ser un
caos: el relato “Mariana”, de Fritz Leiber, se publicó en los números 60 y 139,
y no es el único caso de repetición. También le dieron especial énfasis a los
cuentos cortos o, como se los denomina ahora, microficciones, muchas veces no
más que un chiste.
Hacia la mitad de su publicación, Domingo Santos se hizo cargo
completamente de la dirección y le imprimió características muy interesantes.
El rigor literario fue en alza y comenzaron a publicarse relatos de los autores
de vanguardia con más frecuencia y una novela corta por número. También mejoró
sustancialmente la parte crítica, que se publicaba en secciones llamadas “Se
dice” y “Se piensa”, con la incorporación de algunos nombres como Augusto Uribe
(Agustín Jaureguízar), Juan Carlos Planells y Alfredo Benítez Gutiérrez, entre
otros. No era nada raro escuchar que lo primero que leían los seguidores de la
revista era la parte de no ficción, incluyendo las noticias, siendo durante
largos períodos el único medio que difundía novedades en el campo de la ciencia
ficción.
Los relatos escritos en español fueron un punto flaco de ND durante mucho tiempo. Como curiosidad
se puede señalar que en el primer número aparecieron dos cuentos de autores que
se harían famosos, aunque en otras actividades: José Luis Garcí (director de la
película que ganó el Oscar en 1983 para filmes en idioma extranjero) y Luis
Eduardo Aute (conocido cantautor). La relación con Argentina fue intensa: en el
segundo número había un cuento de Angélica Gorodischer, en el cuarto uno de
Eduardo Goligorsky, y pronto también aparecerían los nombres de Eduardo Abel
Giménez y Sergio Gaut vel Hartman. Además, el número 49 estuvo dedicado
exclusivamente a la revista Más Allá, con
cuentos tomados de la publicación argentina. Recordemos que Más Allá, que se publicó entre 1953 y
1957, cerró tras su edición 48, por eso el homenaje en la edición 49 de ND . Otra curiosidad: ND publicó cien números más que Más Allá, y cerró tras su edición 148.
La revista tuvo corresponsales en varios lugares, siendo desde un
principio Marcial Souto corresponsal en Uruguay (aunque pocos años después de
la publicación de ND se trasladó a
Buenos Aires), y luego, y por muchos años, Daniel Luján Heredia lo fue en
Argentina.
Un hecho extraordinario sucedió con la edición 14: intervino la censura
franquista por el cuento “Gu ta gutarrak“, de la argentina Magdalena Mouján
Otaño, porque atentaba contra la unidad
de España. El cuento es sencillo y simpático y, mediante una paradoja
temporal, cuenta cuál es el origen del pueblo vasco. Para salvar la revista los
editores debieron retirar el cuadernillo que contenía el cuento y reemplazarlo
por una historieta, género que apareció con cierta frecuencia en ND. Para conocer la historia en detalle
recomiendo leer este
artículo de Domingo Santos. Finalmente, cien números más tarde, “Gu ta gutarrak”
fue publicado en el número 114, cuando ya había desaparecido el régimen
franquista.
El arte de tapa, así como las
ilustraciones del interior, cuando las había, fueron siempre cuidadas,
destacándose en particular en el último período, cuando la revista había
cambiado de formato a 20 x 13,5 cm (desde el número 110).
La revista pasó un momento crítico en 1977 cuando cambió de
distribuidor. Después de unos seis meses de una distribución más amplia y económicamente
más productiva, la empresa que se ocupaba de la tarea desapareció, dejando a ND al borde de la quiebra. La revista
apelo a los lectores, con los que había entablado una fuerte relación de
fidelidad, para la supervivencia, y tuvo una buena respuesta. Así, pudo seguir
publicándose durante varios años más.
ND tuvo una amplia difusión
en España y América Latina. En Argentina estuvo presente desde el primer número,
aunque hay un lapso entre aproximadamente la edición 83 y la 109 en la que no
estuvo disponible. Hubo algún rumor de que el distribuidor argentino quebró,
pero no hay información cierta sobre eso. Además, hacia mediados de los setenta
apareció Dronte Argentina, que reeditó algunos libros publicados en España por
Dronte, la editora de ND, y publicó
una decena de títulos con el formato de ND
con el agregado de “Extra”, continuando una colección publicada en España.
En 1982 sorpresivamente aparecieron en kioscos de revistas de Buenos
Aires ejemplares de los números 110 a 132, dispersos, sin orden alguno.
Posteriormente llegaron las ediciones siguientes.
Es difícil mensurar el impacto que tuvo ND a lo largo de los años, pero no se puede pensar en la ciencia
ficción del período en que se publicó, y también durante un tiempo cuando dejó
de salir, sin tomarla como una vector central. Junto con diversas colecciones
que surgieron de Ediciones Dronte, ayudó a difundir relatos de calidad y
autores que todavía eran desconocidos y hoy son centrales y, fundamentalmente,
a darle un espacio al fandom, esa tribu tan particular y heterogénea conformada
por lectores de ciencia ficción. También colaboró en difundir la obra de
autores clásicos pero poco conocidos en español, y fue el primer lugar donde
aparecieron nombres de la ciencia ficción española que se consagrarían en los
ochenta y noventa. Como alguna vez señalara Aníbal Vinelli, un número de ND por sí solo tal vez no fuera gran
cosa, pero la colección completa es indispensable para pensar el género de la
ciencia ficción.
Hermosa e inspiradora revista...
ResponderEliminaresta revista fue la que condiciono mi gusto por la CIENCIA FICCION por alla en el lejano 1981... y lo agradesco infinitamente.
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