sábado, 6 de mayo de 2023

Las revistas de ciencia ficción (VIII): Parsec, por Luis Pestarini

 


En 1984, bajo la recién reestrenada democracia, había en Argentina un ambiente cultural muy dinámico, que se daba como respuesta a la represión que se vivió durante la dictadura. Tuvo su eco en el campo de la ciencia ficción con la aparición de varias revistas en pocos meses, la mayoría de ellas no eran publicaciones comerciales sino de aficionados, lo que conllevaba a una circulación y una producción más restringidas. Entre ellas estuvo Cuásar. La revista Parsec compartía ambos mundos porque su producción se acercaba bastante a las de las revistas de aficionados, pero tenía una presentación y una distribución comerciales.

Entonces El Péndulo, modelo entre las revistas de género, estaba en una pausa entre sus segunda y tercera etapas, mientras que Minotauro estaba en activo. La vara estaba muy alta en cuanto a contenidos literarios y presentación. En ese marco hizo su aparición Parsec ciencia-ficción, una revista más modesta pero cuidada, que publicó seis números mensuales entre junio y noviembre de 1984. El contexto económico no le era muy favorable. Para tener una idea, el precio del número 1 era de $a 120 y el de la última edición, la sexta, publicada seis meses después, se vendió al triple: $a 460.- Ediciones Filofalsía, la editorial que estaba detrás del proyecto, no pudo sostener la revista, que no cumplió con las expectativas en cuanto a ventas. Pensemos la sideral diferencia de Filofalsía con Ediciones de la Urraca, que publicaba El Péndulo y la revista Humo®, una de las publicaciones más exitosas en ventas e influencias de Argentina en el pasado siglo, y Editorial Sudamericana, una de las tres editoriales más importantes de ese momento en nuestro país, que estaba detrás de Minotauro. En otros rubros se hablaría de competencia desleal, pero no podemos inclinarnos por esta opción este caso: Parsec fue una propuesta que no fue bien pensada comercialmente, pero con independencia de esto dejó su marca en las publicaciones periódicas del género.

A cargo de la dirección editorial, o sea de los contenidos, estuvo Sergio Gaut vel Hartman, quien además estaba editando su propia revista, Sinergia. La fórmula de la revista era bastante sencilla: cuentos de autores anglosajones renombrados junto a uno o dos relatos de autores rioplatenses, más una sección de correo buscando recuperar la mística que tuvo aquella sección de Más Allá, y otra de información. Hubo una prueba previa: Parsec Antología 1, una selección de relatos con detalladas presentaciones realizada por Gaut vel Hartman. El libro estaba a mitad de camino entre una publicación comercial y otra under, y lo sostenía la misma fórmula que después se aplicaría a la revista: grandes nombres de la ciencia ficción anglosajona pero con relatos menores. Es que este esquema tenía un problema: el director editorial no sabía inglés y durante un tiempo cayó en el error (que hemos cometido muchos) de pensar que si un cuento estaba firmado por una figura como Bester o Sheckley, tenía que ser bueno. Así, el primer número de Parsec es una constelación de estrellas: Wolfe, Disch, Zelazny, Leiber, Sheckley, más Gorodischer y el flojito francés Hubert. Pero casi todos aportan obras menores.


Con el correr de las ediciones, este problema se fue corrigiendo gracias a las propuestas de algunos colaboradores, apareciendo en sus páginas obras notables como “La cruz y el dragón” de George R. R. Martin (n° 3). Entre los relatos de autores hispanoparlantes la situación fue menos despareja, sin baches profundos, destacándose la novela corta “Un paseo por Camarjali” de Eduardo Abel Giménez (n° 3, 4 y 5), y “Mopsi, te odio”, de Eduardo Carletti (n° 4).

Parsec tenía un formato de 20 x 14 cm y 98 páginas por número. El diseño de la revista estuvo a cargo Omar Comin, y no estaba nada mal, y las profusas ilustraciones de los cuentos eran realizadas mayormente por el mismo Comin y Pablo Ruina. En los números 3 al 6 también se publicó una historieta de corte experimental, “Ident”, con dibujos de Comin y textos de Miguel Doreau, seudónimo de Daniel Rubén Mourelle, que aparecía como director ejecutivo.

En el último número de Parsec, el sexto, publicado en noviembre de 1984, se anunciaba que ya no tendría distribución comercial, que se vendería por suscripción o retirándola en la oficina de Filofalsía. Previsiblemente, esto no iba a funcionar y el nivel de suscriptores no alcanzó ni remotamente para editar un séptimo número. Los cuentos que ya estaban seleccionados pasaron a integrar una sección en la revista Clepsidra, que también publicaba Filofalsía, que mezclaba cuentos, poesía, filosofía, ensayos literarios, entre otras cosas, a partir del número 4 y aproximadamente hasta el 12. En 1986 también apareció la antología Parsec XXI, preparada por Mourelle con cuentos de autores argentinos, pero parecía más un desprendimiento de Clepsidra que de Parsec.


Está claro que Parsec no tuvo suerte en el momento en que se publicó. La revista podría haber tenido una sobrevida mucho mayor si las condiciones de la economía argentina hubieran sido más estables. Pera también es cierto que no se calculó con realismo las posibilidades del mercado editorial para una publicación de sus características. También hay que mencionar que tuvo problemas de distribución, como toda producción independiente, y que fue pésima la impresión de varios números, al punto en que había que revisar cada ejemplar porque se podían encontrar páginas en blanco, repetidas, faltantes, invertidas, etc. Cuando se saldó años después la mayoría de los ejemplares estaban fallados. Hoy se pueden encontrar los seis números en el mercado de usados sin demasiada dificultad y a precios accesibles.

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