jueves, 9 de julio de 2020

¿Un nuevo afrofuturismo en el Caribe del siglo XXI?, por Erick J. Mota

Erick J. Mota (La Habana, 1975) es físico y desde hace años es una de las personas más activas en la comunidad de ciencia ficción de Cuba. Entre sus libros más conocidos están Habana Underguater (2010) y su continuación, Historias del cosmos salvaje (2014). Este texto breve es una aproximación a una temática poco explorada: la ciencia ficción afrocaribeña.

Conocemos popularmente por Cultura, así con mayúscula, a aquellos elementos culturales que son referenciales a la hora de establecer un criterio comparativo con cualquier obra artística. Así que cualquier música será comparada con los «clásicos» antes de ser valorada como una obra culta o de cultura popular. Esta definición, claro está, encarna en sí misma un clasismo sin parangón. Mientras las manifestaciones de la Cultura son consumidas por una élite «educada correctamente» los referentes de la cultura popular son los consumidos por el «pueblo llano», por las personas de a pie.
Esta cultura convencional, que responde a élites minoritarias, generalmente está asociada con un poder político o económico. También puede tratarse de la cultura de un país imperialista o vencedor en un conflicto bélico. Son pocas las obras de fantástico, mucho menos de ciencia ficción, que entran en este canon. Algunas lo consiguen por el brillo de su calidad literaria (los trabajos de Bradbury y relatos fantásticos de Borges y Cortázar entran en esta categoría), otras, porque se las lee a través de lentes polarizadas ideológicamente (como el caso de 1984 de Orwell). La mayoría ni siquiera se les llama obras de ciencia ficción o fantasía, para que encajen en el referente «culto».
Por otro lado, la cultura de las masas, está asociada a una clase más popular y menos elitista, pero siempre mayoritaria. Generalmente la cultura popular está relacionada con esquemas convencionales como la heterosexualidad, la raza blanca y la cultura occidental, aunque responde a las clases sociales menos adineradas coquetea ideológicamente con las clases poderosas y «cultas». La mayor parte de las obras de ciencia ficción y fantasía se orientan a este tipo de público.
Pero siempre hay una cultura oculta, muy por debajo de los gustos mayoritarios. Una cultura marginada, de gueto y minorías. Generalmente se trata de culturas cerradas pertenecientes a un grupo social aislado ya sea por nacionalidad, raza, tendencia política o creencias religiosas. También puede referirse a la cultura de los inmigrantes, a un país pobre o a uno perdedor en un conflicto bélico o un proceso colonizador. En todo caso, representativo de sectores desfavorecidos por la sociedad.
En muchos lugares los referentes culturales de los emigrantes son marginados. Convirtiéndose así, lo que en su país podría haber sido una cultura popular en un referente marginal. Pero existen grupos sociales establecidos con raíces y referentes culturales de origen extranjero que no pueden ser catalogados como inmigrantes. Este es el caso de los afrodescendientes en los países donde existió esclavitud de personas de origen africano. Independientemente del racismo al que ha sido sometido, sectores importantes de este grupo social mantienen vivos los referentes culturales que los ligan a África, al igual que otros grupos de inmigrantes. Incluso cuando se trata de descendientes de tercera o cuarta generación, que no conocen a nadie «verdaderamente» de África.
Así pues, ¿cómo convertir los referentes africanos, propios ya de una cultura marginal, en cultura convencional? ¿Es acaso esto posible, convertir en clásicos obras con referentes africanos en lugar de europeos? La respuesta es bella en su simpleza: mediante la cultura popular. Se puede lograr mediante la ciencia ficción. 
La mayoría de los referentes culturales existentes y asimilados en diferentes países latinoamericanos son referentes de la cultura blanca-europea. Y ello contamina también los referentes de la cultura popular con nociones racistas y eurocéntricas. Así las cosas, no existe un referente negro-africano en la cultura general de ninguno de estos países, como tampoco existe un referente cultural indígena.
En Norteamérica existen referentes en el género fantástico de principios del siglo XX. En especial en la literatura de horror, cuando elementos como el bokor[1], el muñeco vudú y el zombí aparecen como referencia cultural a raíz de la ocupación militar norteamericana en Haití. La comunidad afrodescendiente de lugares como la Luisiana, con una fuerte migración haitiana, ha contaminado el fantástico que se produce allí de vampiros, muertos vivientes y brujas de marcada ascendencia gótico-europea. Creando una mezcla de las leyendas paganas europeas con historias africanas y/o afrocaribeñas.
En la ciencia ficción norteamericana existió un movimiento a mediados de los años 70 conocido como afrofuturismo. Esta tendencia pretendía hacer una nueva ciencia ficción con referentes culturales ajenos a la cultura occidental eurocentrista y, por extensión, blanca. Haciendo hincapié en las influencias africanas y afroamericanas en el género, creando cosmogonías no occidentales. Así como mostrar la problemática de una minoría.
Este movimiento se ha revitalizado dentro de la ciencia ficción contemporánea, y al igual que el ciberpunk, genera un intenso movimiento en el mundo hispánico. Pero del mismo modo que la cultura ciberpunk tuvo una fuerte réplica en Latinoamérica, el afrofuturismo ha encontrado tierra fértil en el Caribe.
Si consideramos la riqueza y variedad de la cultura africana en Cuba. La cultura yoruba, la tradición carabalí y los diferentes cultos bantúes, sumado esto a las influencias haitianas, hacen de la cultura afrocubana una compleja amalgama llena de tradiciones, símbolos, leyendas, mitos y héroes. El caldo de cultivo ideal para buscar nuevos horizontes en la ciencia ficción y la fantasía. Pero este no es un movimiento espejo del afrofuturismo norteamericano. El Caribe es un espacio multicultural donde la mezcla europea, africana e indígena es la regla y no la excepción. En un género tan propenso al mestizaje como la ciencia ficción es natural que la conexión entre la cultura popular que trae el género y la cultura de los márgenes se mezcle y se vuelva híbrida, criolla.
Así que este movimiento en las Antillas no solo toma elementos de la ciencia ficción clásica y los mezcla con elementos culturales afrocaribeños. También entran en este «ajiaco» cultural elementos originarios de la cultura arahuaca y caribe. Por lo que no estamos en presencia de un afrofuturismo puro, o un afrofuturismo espejo del moderno afrofuturismo 2.0, ni siquiera estamos viviendo un afrofuturismo 2.1 (que en desarrollo de software sería la versión al español). Novelas y relatos escritos por autores cubanos, dominicanos, boricuas o jamaiquinos han aparecido en diferentes circuitos editoriales. Desde relatos como La serpiente en el arrozal de Aníbal Hernández Medina (República Dominicana), La plaga de Yubany Alberto Checo Estévez (República Dominicana), Dulce de Iris Rosales (Cuba) o La cacería de Dennis Mourdoch (Cuba) hasta novelas como La mucama de Omicunlé de Rita Indiana (República Dominicana), Habana Underguater de Erick J. Mota (Cuba), con una nueva versión de pronta publicación, o Ladrona de medianoche de Nalo Hopkinsom (Jamaica) en el mercado anglosajón. Hablamos de historias que defienden la identidad afrocaribeña[2], las costumbres, las tradiciones, la manera de hablar y la espiritualidad del Caribe (ya no solamente el hispano).
Estamos en presencia de un movimiento literario auténtico que aún no ha sido nombrado, etiquetado y clasificado por el referente cultural y mediático del primer mundo. Podríamos intentar algunos nombres comerciales tentativos: Neoafrofuturismo del Caribe Antillano, Indoafrofuturismo caribeño, ¿orishapunk? El nombre no importa. Ese es un asunto de la academia y las grandes editoriales, todas ellas moviéndose en un circuito fuera del espacio caribeño. Lo importante es lo valioso del cambio de estereotipos en la ciencia ficción antillana contemporánea. La propuesta de tomar referentes no occidentales. La recontextualización de la variedad de leyendas afro e indocubanas y su sentido mágico religioso. La transformación gradual de la cultura marginal en una nueva cultura de masas.
El mundo mágico y espiritual africano carece de los conceptos de bien y mal separados del cristianismo. Esto hace que no exista una lucha entre lo bueno y lo malo sino entre el equilibrio (iré) y el desequilibrio (obbsorbo). Un elemento que potencialmente es ilimitado para la literatura de fantasía que, viciada por el referente occidental de la pugna entre bien y mal, ya ha caído en la repetición de situaciones y héroes.
Todo un universo de nuevos conceptos listo para ser usado. Una razón para proponer una estética diferente en una ciencia ficción que no puede emular con el género anglosajón sino que, en cambio, debe esforzarse por ser auténtica.


[1] Mago o hechicero practicante del camino oscuro del voudú o vudú, según la tradición haitiana.
[2] Y también indocaribeña puesto que en estas historias lo africano se mezcla con lo Taíno.



© 2020 Erick J. Mota

No hay comentarios:

Publicar un comentario